Estimados amigos:

Conocí vuestra página hace tiempo y, como antiguo miembro del Opus Dei, quisiera hacer algunas consideraciones. Previamente agradezco a Ana Azanza su valentía para dar su nombre y escribir semejante contenido, y le deseo que encuentre un amor que llene su corazón con las dimensiones del suyo, con una inteligencia con la que poder dialogar.

Considero que la web desempeña una función de cierto interés por la luz que arroja sobre la realidad del Opus Dei, así como el consuelo de las conciencias que salen dolidas y humilladas después de haber abandonado esta institución, una vez que hundieron su dignidad como personas y suprimieron sus objetivos idealizados sobre la vida. No obstante, la web poco puede hacer para provocar un cambio en una institución cuyos dirigentes morirían antes de cambiar el estado de situaciones dantescas como las que viven las numerarias auxiliares o los agregados, la libertad de pensamiento y la de acción.

Por tanto, vuestro empeño será vano; tan solo recogeréis los heridos de la existencia, tantas dolencias de las que muy pocos logran recuperarse...

Las heridas las llevamos todos, más hondas o superficiales, aunque muchos hemos podido reconstruirnos como seres humanos, expresando nuestra vitalidad y creatividad, impulsando un pensamiento verdaderamente libre en el espacio de la humanidad.

Como os digo, no vais a lograr que un prelado como Javier Echevarría, que se ha pasado la vida gastando bromas hirientes a sus hermanos para hacer reír al Fundador, dotado de una “memoria de hierro”, como lo definió Alvaro del Portilo para que saliera electo, y que ahora pone carita de bueno, sin haber salido del ambiente cerrado de los muros de Bruno Buozzi, pueda tener la altura de perspectiva y la longitud de mirada para ofrecer un contexto donde sus hijos pudieran sentirse libres, amados, valorados.

Si su criterio de gobierno basa la región de España en la persona de Ramón H,, que daba puñetazos en el estómago de los residentes del centro de estudios del Colegio Mayor Montalbán de Madrid, para gastarles una broma, con una estulticia llamativa y un desamor manifiesto, poco podemos esperar de ellos.

Dirigentes de la web, no podéis hacer casi nada. Tampoco hace falta vuestra acción, pues el Opus Dei agoniza desde los años 80 en su propia estrechez, aun cuando ellos pensaran que serían la liberación del mundo y la guía doctrinal y pastoral de la Iglesia, pese a que yo nunca oyera comentario alguno sobre las directrices de los Obispos ni de la Conferencia Episcopal Española. No hagáis nada, asistid a su agonía.

Hace varias décadas fuimos atraídos por grandes ideales, como si la Obra fuera una forma nueva de cambiar la sociedad “dándole la vuelta como al un calcetín”. La presentaban como innovadora en la Iglesia, una familia de vínculos sobrenaturales. En efecto, la captación era arrebatadora, los ideales sublimes, los residentes de los centros se desvivían en el amor y el fomento de la autoestima de los adolescentes que pisábamos por primera vez sus centros. Teníamos que construir una vida y delante teníamos la fuerza del amor y unos ideales increíbles... Sin embargo, la realidad sería bien diferente.

Josemaría Escrivá fundó una institución novedosa para su tiempo. Escribió “Camino”, un libro que dejó huella en la literatura espiritual. Su institución al principio era abierta, flexible, dotada de una frescura inusitada. Pero las almas se le escapaban como el agua entre los dedos. No pudo aglutinar un movimiento cohesionado dentro de un mundo convulso. Era jurista y dispuso una cerrada legislación sobre el modo de vida y su inserción en la Iglesia y en el mundo. La normativa fue creciendo con el paso de sus años y, al final de su vida, promulgó leyes para preservar a sus hijos ante el peligro de las diferentes corrientes ideológicas que pudieran poner en peligro la unidad de la Obra y la vocación de los miembros. La ley los estrechó de tal manera que resultó asfixiante la vida.

Por otra parte, la vida era bien diferente de cuanto ellos exponían a los futuros candidatos. La férrea prohibición de “amistades particulares” provocaban una fraternidad educada, carente del verdadero cariño. No se podía amar de verdad, porque eso generaba lazos que ponían en peligro la unidad. Finalmente, la Obra era un lugar habitado por personas que no se amaban, se trataban cortésmente en algunos casos, y, en la sección de hombres, en la muchos casos, con una cruel ironía. El trato en los centros de hombres resultaba insoportable. Oí decir a Alvaro del Portillo que “la Obra era el mejor sitio para vivir, para morir y para estar enfermo”. En algo tenía razón: en que era el mejor sitio para morir, por la cantidad de Misas que te dirían; pero ¡para vivir y para estar enfermo! Que se lo pregunten a los enfermos del Opus Dei; ellos dirán la verdad. Crueldad la de algunos de sus médicos que curaban las enfermedades del alma con antidepresivos; médicos, algunos de ellos, sin el título de psiquatras.

Al principio se proponía la imagen de los mayores increíblemente atractiva; al final, la mayor parte de las pocas personas que alcanzaron la senectud sin haber abandonado la institución, eran esperpénticos. Eso sí, hacían sus normas, su oración, la Misa, rezaban diariamente el rosario, pero el amor..., el amor, la sencillez, la cordialidad, el buen trato, era algo inexistente. He conocido verdaderos intransigentes, raros, insoportables, muchas de las mujeres empastilladas, y algunos con un encanto especial que alcanzaron un estado increíble de bondad, pero muy pocos.

Amigos que dirigís la web, ¿no os parece que dedicáis excesivo tiempo en desatar el nudo de Gordión? No hay solución por vuestra parte. La solución la aportará la historia. Ya es muy difícil engañar a la gente, vender un producto con fecha de caducidad, unos ideales atrasados, una imagen de modernidad donde la libertad es tan fina como la línea que separa el bien del mal.

Si en la Obra no hay amor, tampoco libertad. Puede sentirse completamente libre el ingeniero, el arquitecto, el empresario. Pero el intelectual, el pensador, quien trabaja en ámbitos frontera... Ahí es donde se experimenta la ausencia de libertad. Todo debe pasar por la revisión de tus escritos, donde son censuradas aquellas ideas no que amenacen los fundamentos de la fe, sino las que ellos tienen sobre la fe y la Iglesia. Resulta imposible, y así lo ha demostrado la historia, que en el Opus Dei surjan pensadores, filósofos, genetistas, publicistas con prestigio nacional, porque solo pueden repetir lo que se ha dicho y recogido en los años pasados de magisterio eclesial.

Ana Azanza, no pongas tanto interés en la web, dedícate a otras cosas más fructíferas. Lo que has dicho, está muy bien dicho, pero no hay nada más que decir. ¿O acaso no conoce todo el mundo lo que es el Opus Dei?

Saludos:

Khalil