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 Correos: De la conveniencia de usar o no anestesia.- Isabel Nath

140. Sobre esta web
Isabel Nath :

Puede parecer a simple vista que el tema de si es conveniente utilizar o no anestesia a la hora de expresar nuestras ideas y opiniones no es algo que deba tratarse en esta web. Aquí venimos cada uno a expresar lo que queremos referente al opus dei, y si la censura es prácticamente inexistente cuánto más lo debe ser la crítica literaria…!. Yo sin embargo soy de la opinión de que sí debemos tratarlo aquí y por eso me lanzo a iniciar una reflexión sobre el tema, ya que pienso que la forma de decir las cosas puede afectar directamente a la veracidad y sobre todo a la credibilidad de nuestras afirmaciones, de cara principalmente a los que nos leen y nunca han sido del opus dei, porque los que estuvimos dentro ya sabemos lo que hay y lo que no hay...

Decir las cosas sin anestesia o con anestesia (local, epidural, general….) es algo que depende del talante y la forma de expresarse de cada cual, y a priori no me parece una opción mejor ni peor que la otra. Salvo que, el uso de cualquiera de ellas pueda dañar de alguna forma al destinatario de lo que decimos o al contenido que pretendemos comunicar. En ese caso, cualquiera de las dos sería inapropiada. Intento explicarme.

 

El decir las cosas con mucha anestesia puede evitar el herir o molestar al destinatario, pero si te pasas de anestesia puedes ensombrecer los hechos que estás narrando de forma que parezcan menos importantes o menos graves de lo que realmente son. Eso no es bueno. Si no utilizas anestesia, puedes exponer los hechos como son pero herir al destinatario de tu narración, de forma que el daño que produzcas sea mayor que el bien que pretendías hacer. Esto tampoco es bueno. Además, el no utilizar anestesia no garantiza que lo que narres sea más verídico ni esté dicho más claramente que si lo dices con anestesia. Lo ideal sería quizás que las cosas se dijesen con claridad pero sin herir, que suena a complicado-de-la-muerte, pero a mi me parece que debería ser así y personalmente a ello dedico todo mi empeño con mayor o menor acierto según tenga el día.

 

El argumento de ´la verdad duele´, por lo tanto cuando hiero a alguien es porque le estoy diciendo la verdad y si no le hace pupa es porque no se está enterando y por eso no le duele,  es un argumento utilizado con frecuencia por quienes tienen un verbo ágil y afilado, y suele ir unido al de ´lo hago por su bien´. A mi me parece que no es válido. La verdad en ocasiones (no siempre) puede molestar o incluso doler, pero de cómo la expresemos depende mucho la cantidad de daño que hagamos. Buscar las palabras y la forma de expresar cosas contundentes para no herir/molestar/no-respetar a los demás es en ocasiones muy difícil, y la tentación de soltar las cosas tal cual demasiado fácil para todos. Es cierto que hace falta valor para decir las cosas y para decirlas claras, pero eso no quiere decir que el que tiene el valor de hablar tenga además carta blanca para ir dando machetazos o para soltar las verdades como losas encima de los oyentes. Sobre todo porque una misma cosa puede decirse de muchas formas, y no necesariamente las más hirientes son las más claras ni desde luego las más efectivas para transmitir lo que pretendemos.

 

Permitidme que cuente una cosa muy personal para ejemplificar lo que intento exponer (la primera cosa realmente ´privada´ que expongo aquí en público). Yo era de los que pensaban que había que ser salvaje diciendo las verdades, no porque me lo enseñasen en el opus dei (lo digo por si alguien rememora eso de la  ´sinceridad salvaje en la charla´, y etc) ni en ningún otro sitio, sino porque supongo que gozo de excesiva vehemencia en ocasiones… Y así andaba por la vida, con el machete entre los dientes, mandoble aquí y mandoble allí, dejando víctimas a ambos lados del camino. Y tan contenta además, (qué horror…). Pero hubo dos o tres personas, una de ellas (la más efectiva) mi marido Subrat, en cuyo homenaje cuento esto, que me hicieron ver con claridad pero con tacto, que aunque la intención que tenía al decir las cosas claras era buena y además tenía razón, el modo era equivocado, y que el pretendido bien que quería hacer se tornaba fácilmente en mayor mal, por no mencionar que a los ojos del otro perdía toda la razón que realmente tenía.

 

Mi marido es de la India, y aquí en India son muy aficionados a los ejemplos en plan ´Erase una vez…´ o parábolas si os gusta más, así que él me contó esta historia (que no tiene en exclusiva, así que si alguien la ha leído/oído de otra forma es fácil que sea así…): Erase una vez una chica que tenía mucho carácter y acostumbraba ir diciendo las verdades como puños y dejando a la gente malparada con sus verdades dichas de modo salvaje. Su padre un día la llevó al jardín que había detrás de la casa y le dijo (la vamos a llamar Isabel, para que nadie se sienta aludido…): ´mira Isabel, cada vez que por decirle una verdad salvaje a alguien le hagas daño, vas a venir a este árbol y vas a clavar un clavo en él como símbolo del daño que has hecho a otros con tus palabras. Así serás consciente a lo largo de los días de la cantidad de daño que estás haciendo´. Isabel estuvo de acuerdo y así empezó a hacerlo, y siguió haciéndolo durante años, hasta que llenó la corteza del árbol de clavos. Pero el ir clavando los clavos le hacía ir pensando y dándose cuenta de la cantidad de dolor que podía haber evitado en otros, así que cada vez se pensaba más las cosas antes de decirlas, y poco a poco fue reduciendo el número de clavos que clavaba en la corteza. Su padre se dio cuenta y le dijo: ´muy bien, ahora cada vez que lances una verdad salvaje e hiriente clavarás un clavo, y cada vez que te pares a pensar y digas las cosas con más suavidad intentando no herir al que te escucha, quitarás un clavo de los que ya habías clavado´. Y así lo hizo Isabelita, hasta que llegó un día en que no quedaban clavos en el árbol. Entonces dijo el padre: ´muy bien, ya no hay clavos en el árbol, pero date cuenta de que las cicatrices que has dejado estarán en su corteza para siempre´. 

 

La moraleja que la saque cada cual.

 

Podría alguien argumentar que el perdón verdadero todo lo borra, pero no me parece válido. El perdón verdadero todo lo borra, pero el daño que hacemos está ahí aunque la magnánima persona a la que le hemos hecho daño nos perdone de corazón. Se borra la ofensa pero no el dolor que ha producido (eso los que hemos sido del opus dei lo sabemos bien…). Por eso pienso que independientemente de la forma de ser de cada cual y de la forma y estilo que tengamos cada uno al expresarnos, es necesaria una cierta cortesía en el expresarse, que al tratar según qué temas debe ser extrema. El hecho de que otros no lo hagan, no nos legitima para no hacerlo nosotros. Igual que el hecho de que otros utilicen la mentira y la demagogia unidas a un sinfín de verdades a medias aderezadas con altas dosis de voluntad divina, no nos da derecho a nosotros a decir lo que queramos cuando hablamos de ellos porque siempre lo que nosotros diremos será de menor gravedad que lo que ellos dicen. Quizás sería más positivo compararse con los que están más arriba que nosotros (en caso de querer tomar alguna referencia…), en lugar de mirarnos en los que están por debajo.

 

En lo referente a lo que entre todos publicamos en esta página, por lo delicado de los temas que se tratan y por lo que dichos temas afectan directamente al centro mismo de las personas, pienso que esa cortesía en el hablar debe ser extrema (intentarse al menos, independientemente del estilo literario de cada cual). Cada uno de nosotros ha vivido su experiencia en el opus dei de una forma personal e intransferible, y hoy se encuentra en una situación interior (y exterior!) distinta de los de al lado, por mucho que a veces nos parezca que otros cuentan exactamente lo mismo que nosotros vivimos. Pero todos sin duda reconocemos como ciertas las cosas que otros cuentan porque hemos estado dentro y sabemos bien la forma que tienen de comportarse y de actuar. Nos damos cuenta por lo tanto cuando las cosas se exageran (por el motivo y la intención que sea, aunque sea la más noble de las intenciones) y cuando no. Y cuando se cuenta la parte por el todo. La realidad es la verdad, y la realidad se puede deformar tanto ocultando parte de la información (típico estilo del opus dei) como exagerando las cosas o por el contrario dándoles menos importancia de la que realmente tienen. Presentar una realidad falseada (hacia cualquiera de los dos extremos) es hacer lo mismo que hace el opus dei: engañar.

 

Salvo excepciones rápidamente atacadas y tachadas de síndrome de Estocolmo y similares, yo percibo que hay una marcada tendencia dentro de esta web a contar todo y solo lo negativo: no se admite como cierto nada que no sea criticar a la institución, no se admite que haya personas buenas dentro del opus dei, se niega la bondad a cualquier acción realizada dentro so pretexto de una carencia absoluta de libertad, etc, etc, etc. Cuando alguien dice que vale pero que además también hay esto y lo otro y lo de más allá, siempre hay alguien que deduce rápidamente que lo que se pretende es justificar la existencia del opus dei, que si el que lo dice es cooperador o no es, que yo que sé cuantas cosas. A mí me parece que eso no es bueno para el fin que se pretende, a mi entender dar a conocer la auténtica verdad de lo que es el opus dei. Con las cosas que escribimos estamos colaborando a la memoria histórica del opus dei, y a que cuando la gente de hoy o de mañana quiera saber sobre el opus dei, qué es o qué fue, tengan una idea más ajustada a la realidad. Y digo más ajustada, porque me parece que conviene recordar que todos, nosotros también, contamos la feria según nos va, por mucho que queramos hacer un ejercicio de objetividad absoluta; es prácticamente imposible. Pero no hay necesidad de exagerar, la realidad desgraciadamente ya es bastante grave ella sola sin aderezos de ningún tipo.

 

La idea de esta web (me parece entender) no es hacer el anti-opus-dei, en el sentido de hacer exactamente lo contrario de lo que ellos hacen: ellos dicen todo es bueno, yo digo todo es malo. Ya hemos visto en esta web ejemplos muy gráficos de lo que opinan los miembros de la prelatura que osan entrar o que tienen el encargo apostólico de hacerlo. Son la viva imagen del rebote absoluto y del pataleo cerril de niño de 4 años mal educado; es realmente patético (ya sé que excepcionalmente hay alguno que parece tener otro talante, pero muy excepcionalmente). Desde aquí se les contesta muy bien contestado la mayoría de las veces, pero me parece que realmente no haría falta contestarles ni rebatirles, porque ellos mismos se contestan con sus argumentos y su actitud.  Pienso que sería muy grave que nosotros cayésemos en lo mismo, dando ocasión a sus discursos panfletarios y excusa a sus argumentos insostenibles. No siempre se molesta a la gente por decirle la verdad y dar en el centro de la diana. También se la molesta cuando se cuenta la verdad a medias, nosotros de eso sabemos mucho y sería tremendo que cayésemos en lo mismo.

 

Por último solo haceros notar que la dictadura castrista fue impuesta a los cubanos con armas. Que yo sepa (pueden faltarme datos) para entrar en el opus dei hay que escribir y firmar una carta (engañado, pero firmando…). Se pueden buscar paralelismos en que te hacen difícil la salida (en algunos casos), en que no hay libertad de opinión, y en más cosas seguramente, pero la verdad, no me parece una comparación muy afortunada. Con los campos de concentración de Hitler tampoco. La prueba está en que el que realmente quiere salir lo hace. De los campos de exterminio solo se salía con los pies por delante. Pienso que cuando se hacen este tipo de comparaciones hay que matizar mucho lo que se quiere realmente decir.

 

Por si a alguien le cabe la menor duda al respecto, esta es una reflexión personal hecha en voz alta, no pretende ser una lección magistral ni nada que se le asemeje. Y no lleva citas con nombres porque no los necesita; solo el mío que soy la que la hace y la firma.

 

Un saludo cordial a todos,

Isabel Nath




Publicado el Wednesday, 02 March 2005



 
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