Al leer el último escrito de Gómez "Sí había belleza en el Opus Dei" refiriéndose a Colombia, logré reconocer casi todos los nombres y los lugares mencionados, con la única diferencia de que a mí me tocó vivir la decadencia.

Muchas de esas personas que él menciona como alegres jóvenes cantantes, músicos y poetas, yo los vi envejecidos prematuramente, llenos de sufrimiento y amargura; algunos de ellos con serios trastornos mentales. No entro en detalle por respeto a su privacidad, pero debo decir que gracias a ese panorama depresivo que viví al lado de algunos de ellos, logré reunir valor para dejar el Opus.

En cuanto a la belleza de los edificios que menciona, por ejemplo, Hontanar, la situación en las últimas generaciones es totalmente distinta. La última sede de Hontanar, hoy en proceso de venta, nada tiene que ver con lo que él describe. Este edificio que el Opus construyó a finales de los 90 en un gigantesco lote en Chapinero, tiene terribles problemas de humedad e iluminación. La sala de estudios era invivible por el frío y la humedad, que además le daban un desagradable olor. Recuerdo que en una jornada de limpieza debimos botar muchos libros porque habían sido invadidos por hongos. Con las lluvias torrenciales propias de Bogotá, la primera planta se transforma en una cascada, pues el sistema de drenaje se quedó corto (espero que expliquen eso claramente a los potenciales compradores como muestra de las virtudes cristianas que tanto predican). Otros de los edificios mencionados es Torreblanca, que a pesar de las recientes remodelaciones en el área de Atarraya, sigue teniendo serios problemas por la contaminación que producen las granjas vecinas por el manejo de residuos, lo que hace que el aire sea irrespirable, especialmente en los atardeceres.

Pero la decadencia no para allí, el ambiente cultural que Gómez describe dejó de existir hace mucho tiempo. Supongo que es un mal generalizado, pero nadie lee más allá de los 15 minutos de lectura espiritual y del tomo de meditaciones. Las conversaciones son superficiales y chabacanas en los centros de numerarios jóvenes; por más pretensiones que tengan con los ciclos de tertulias culturales, el nivel es bajo y quien se resiste a eso es visto como un nume incómodo.

Desde-las-Quintas