En estos días de Navidad y los anteriores no he podido escribir para compartir las felicitaciones de esta época religiosa, familiar y de renovación anual con todos vosotros. Me da un poco de lástima no haber llegado. Queda, ahorita, felicitaros el año y los Reyes… desearon seguir plenos de felicidad y, dado el lugar donde estamos, que esta venga en el recuerdo de la libertad, armonía, paz y el amor que recuperamos al salir del opus. Esto no es falso: lo digo de corazón.

Pero ahora viene lo fake.

En los días anteriores a las navidades recibí por diversas vías varias comunicaciones de antiguos correligionarios (“hermanos”, se decían) del opus con los que, por otra parte, la relación había sido más bien superficial. Eran similares a las de otros años, pero me pareció notar un ligero cambio en las clásicas ideas de “encomiendo” y “cerca del Belén”, etc. Me pareció sentir, en alguna de las palabras de las cortas frases de sus felicitaciones, un tono más personal. Incluso un deseo de ir más allá de esta formal felicitación. Eso me pareció.

Pensando que así era, respondí en un tono más cálido y personal, aunque breve. Incluso pregunté algo y compartí alguna idea del tipo “a buen entendedor, pocas palabras bastan”. Como queriendo tirar de la lengua y abrir un espacio, si bien algo cauteloso… Esto no lo había hecho en años anteriores, con esos y otros, a quienes había despachado con un “igualmente” y un “fuerte abrazo” también vacíos y asépticos. Entonces, y como prueba de esta formalidad fría y circunspecta, no hubo más respuestas ni intercambio de impresiones sobre la vida (o el clima).

Se puede decir que, en esta ocasión, traté de provocar este cambio de pareceres. Temas institucionales y estatutarios hay, como atestiguan los dos foros ágora, para charlar largo y tendido. Así lo pensaba y apuntaba.

Pero me confundí. Tras algo más de quince días, ese intercambio o respuesta no se ha producido en ningún caso. No parece que la vaya a haber. O vieron la trampa o, simplemente, no enviaron nada que no hubiera enviado un robot de IA programado por un algoritmo elaborado en la correspondiente comisión o delegación.

Esto confirma mis sospechas y corrobora la necesidad de tomar acciones.

Las sospechas son algo que en realidad y sabía: no había, no podía haber, amistad alguna (La amistad en el opus dei de CRNUMEROBAJO). Ni siquiera interés y o transparencia (ni curiosidad morbosa de saber qué ha sido de mi vida en estos años…). Tampoco cortesía o camaradería para seguir, formalmente, con el juego de preguntas y respuestas. No había ni hay amor.

La acción es que, por eso, esta será la última vez que reciba sus mensajes. Sus direcciones y teléfonos han sido incluidos en spam y reportados como tales. No me interesa recibirlos, ni oírlos, ni verlos; porque no les intereso ni ellos me interesan. No me atañen. Me importan solo en cuanto que no me importan más. No voy a mantener ya más una formalidad vacua y estúpida que demuestra que también lo era así cuando se vivía dentro (y de cómo lo vivíamos de dentro para fuera).

Porque eso es el opus dei y así se lo contagia, a través de su consolidado y sólido espíritu escrivariano, a sus miembros. Una institución manipuladora, vacía, inconsistente (pese a lo denso que es), sectaria (aunque digan que se abren en abanico), interesada, huerga de afecto verdadero. Opaca, impermeable en su escondida urdimbre. Educada, amable y formalista cuando algo pretende, pero fría y rígida como el témpano cuando lo ha conseguido o se le ha negado lo que pide. Inmisericorde en su respuesta a todo y a todos cuando actúa en pro de su único fin corporativo que todo lo quema a su encuentro. Adiós, por tanto. Adiós sin Dios.

Robredal