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 Tus escritos: Rompan filas.- Ramana

070. Costumbres y Praxis
ramana :

 

ROMPAN FILAS

El día después de Navidad tuve una reunión por zoom con un querido amigo que sigue siendo “numerario de esa secta” (Papa Francisco dixit) y vive ahora en un país hermano, allende los mares. Él es de los que sigue las reuniones de Ágora y no se pierde ni una, pero prefiere no quemarse y no dar la cara, al menos por ahora. Está muy desalentado por el rumbo y el cariz que han tomado las cosas dentro, me hablaba de la sensación desoladora que hay en los centros y cómo todo se habla bajo cuerda, sin dar la cara, de los nuevos y procastinados estatutos, la situación actual de la Obra en la iglesia, los abandonos, sobre todo de muchos sacerdotes quemados y asaz enfadados, las nulas vocaciones. Me decía: “yo ahora mismo no le puedo proponer a nadie su ingreso, en primer lugar, porque ni yo sé a dónde lo estoy metiendo”.  

Los centros vacíos, las almas rotas, los cuerpos enfermos, y una élite romana y dizque apostólica (no sé si muy católica) encastillada en un no querer ver la realidad, el pánico al mínimo cambio y a vivir, en eso son profesionales, su doble vida de siempre y su “doblepensar”. Miembros que llevan lustros en trabajos internos, que ahora quieren de un día para otro desmantelar y que se niegan a dejar la “canonjía” y la “sopa boba”, incapaces de volver al mundo a ejercer su trabajo profesional para el que ya no se sienten preparados.

Me comentó que hay gente que reza por una intervención de arriba, papal, como se ha hecho con otras instituciones, incluso recientemente, pues ven que los que mandan no van a dar su brazo a torcer, atenazados por el miedo y poseídos por el síndrome escribariano de la inamovilidad del espíritu (confunden carisma con institución, a lo que parece) y la maldición del beato Portillo al respecto.

Además del desánimo, la molicie y el abatimiento, que ya sospechábamos, me comentó dos cosas relevantes de las que quiero dar aquí cuenta (tengo su permiso). La primera es lo mucho que le duele el mal trato a los que, gracias a Dios, nos fuimos. Me hizo ver que si tratas con infamia, resquemor o simplemente desprecio a todos esos miles, lo que vas a conseguir es que todos ellos, más sus familias y amigos, se alejen de la Obra como de la peste y la miren con desconfianza, cuando no directamente, dolidos y despreciados, con profundo desafecto. El refrán español, quien siembra vientos recoge tempestades (por no hablar del que escupe al viento), se ha cumplido a la perfección en esa institución que se jacta de “humildad colectiva” y desprecia tan suelta de cuerpo a todos los ex que no les bailan el agua.

La otra cuestión, pues le saqué el tema de las neurosis, tristezas, depresiones, malformaciones psíquicas fundacionales (la incapacidad de amar, por ejemplo), fue la de los psicofármacos. Me dice que le duele si así se obró en el pasado, pero que él eso no lo ha vivido y cree que ya no es así, que ahora todo el mundo puede y debe asesorarse psicológicamente con profesionales que no te traten como una máquina a la que se ajusta de bielas y aceite con unas pastillas. Si es de verdad así, me alegro infinito, porque tal comportamiento denotaba, para empezar, una profunda descreencia en Dios, el alma, y una desconfianza aterradora en la capacidad de discernimiento de personas que han entregado vida y hacienda a una causa que creyeron justa, santa y divina.

Por último, le pregunté que cuántos calcula que hay como él dentro, con ganas de refundar la institución y darle la vuelta como un calcetín, y me dijo que en la base casi todos, que el problema es el envejecimiento de la institución, el suicida conservadurismo de los mayores y de quienes ostentan mandos intermedios (camarilla de paniaguados, sin oficio ni beneficio, más estultos que eficaces, y más fanáticos y serviles que lúcidos) y el pánico a mover un dedo de “los de arriba”.

El enfado de mi amigo era tal, junto a su convencimiento de que aún vale la pena el esfuerzo que hace desde dentro, que me reconoció que los mejores se han ido, y lo que queda es, en su mayoría, una masa acrítica y borreguil muy complicada de encauzar.

El pecado estructural fue “formatear” (que no formar) gente de ese sesgo, muy eficaz a corto plazo pero que, a la postre, se ha visto fuera del mundo, incapaz de asumir la realidad ni vivirla medianamente acorde a sus reclamos y anhelos, literalmente, des-almada, sin ánima, masa áptera de vuelo gallináceo, que no va a dejar ningún poso en esta vida inútil que han arrastrado desde que la Institución se apoderó de su cabeza, corazón y genitales. Ahora todo lo cifran en dos momentos álgidos, el Congreso del año 25, para el que han activado una plataforma de Inteligencia Artificial en la que ya no hay personas que filtran (y censuran) las demandas, quejas y peticiones de los miembros, y en eso ha cifrado él todas sus esperanzas de que llegue arriba, notoria, el ansia de cambio. Y el famoso centenario, que, sin ser agorero, a lo mejor ni se cumple, pues en vista de lo visto…, “muy largo me lo fiais”, porque a lo mejor, al grito de “rompan filas”, para el 2028 todos calvos. Mientras tanto, hagamos acopio de palomitas.

Os deseo un Feliz año 2024 a todos y cada uno de los que escriben, leen y apoyan esta benemérita labor, sobre todo a los de dentro que no se rinden ni acobardan. Y un beso para Agustina.

Ramana




Publicado el Friday, 29 December 2023



 
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