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La simulación

He dado en llamarlo “la simulación”, pero es algo un poco indefinido. Es consecuencia de todo lo anterior. A ver si me explico. Es una actitud continuada de: “¡Qué chupi! Como somos tan felices, que estamos siempre alegres y vivimos todas juntas fraternalmente queriéndonos mucho, y se nos desborda tanto buen rollo en un celo apostólico que no veas, pues eso se ve constantemente. Se ve en las tertulias, donde se cuenta anécdota tras anécdota, que cada una es más diver y más apostólica que la anterior. Se ve en el diario del centro, hay que ver qué reflejo más fiel y auténtico de la chupivida del centro. Se ve en la sonrisa permanentemente implantada en nuestros rostros. Se ve en el buen rollo que exudamos. Nunca nada negativo nos sucede. Nunca ninguna dificultad que nos lo haga pasar mal”. Una cosa de ese palo...



El diario del centro: más irreal que el final de la 5ª temporada de Lady Bug. Yo vi una vez a la secretaria de mi centro escribir el diario. Escribió de una tacada toda la semana. Era un modo de escribir automático, con su propio lenguaje y sus propios códigos, que ella conocía muy bien, como la gran oficialista que era (oficialista a la fuerza, visto ahora me da pena la muchacha, la verdad. También a ella se las hicieron pasar canutas. Aunque luego era la que más me apretaba las tuercas… En fin, un mecanismo clásico de compensación, no voy a ser revanchista).

Me llamaron mucho la atención dos cosas: todos los días eran casi iguales, y lo allí escrito no cuadraba con lo que yo había vivido (¿A quién cree usted, a mí o a sus propios ojos?). Bueno, tres cosas: allí todo era ideal de la muerte. Eran fantasías animadas de ayer y hoy. “Hoy llegaron las adscritas Fulanita, Menganita y Zutanita con noticias de sus buenas notas de fin de curso. Recibieron muchas felicitaciones”. Mentira podrida. Ese día sólo vino una. A las otras les dieron las notas dos días más tarde. De esas tres personas, a una sus padres le tenían prohibido ir por el centro, así que venía poquísimo, desde luego aquel día no (pequeño detalle sin importancia, pero no vamos a poner nada negativo en el diario, ¿no?, sería de mal espíritu). Y por lo que respecta a las felicitaciones, ni están ni se las espera. “En la tertulia contamos muchas anécdotas apostólicas”. Mentira, nos pasamos toda la tertulia hablando de chorradas sin importancia. No se contó ninguna anécdota, y menos apostólica, lo sé muy bien porque estuve allí, y fue ayer. Le eché un vistazo al cuaderno. TODO ERA ASÍ. Falso, estereotipado, sesgado. La secre me indicó que ese era el modo correcto de escribir el diario. Por sistema no poner nunca nada negativo ni de mal rollo. Ni siquiera reflejar las dificultades de la vida (¿a quién se le ocurre que en una familia no va a haber ninguna dificultad? Es de locos) (por cierto, que fue la misma persona que me hizo corregir la carta de admisión por no ser, a su modo de ver, suficientemente positiva). Y eso porque, ¡qué huella íbamos a dejar! ¡Esto es la historia del Opus Dei! ¡Tiene que ser todo chupiguay! Claro, claro. Cuánta confianza me inspira la historiografía oficial.

Mucho se habla actualmente (para mal) de esa maldita manía que hay hoy en día de poner en redes sociales una imagen idealizada e irreal, como si fuera completa y auténtica (ojo, lo puedes hacer si quieres, pero no pretendas que esa imagen con filtros eres tú, y no pretendas que tu vida sólo consiste en ir de vacaciones: ese es el error). Pues el diario de los centros es exactamente eso, elevado a la quinta potencia. Y qué decir de ese optimismo salido de madre, ese optimismo sin fundamento ninguno que también está de moda, sistemático, venido arriba, tipo Mr. Wonderful con esteroides. También me recuerda mucho a la actitud que había en los centros, a la simulación. Siempre optimistas. Sólo lo positivo. Todo era ideal. Es que hasta se empleaba muchísimo la palabra “ideal”.

Hay una cosa que quiero meter aquí, porque simulación es, pero de otro tipo. Es algo así como la extensión de la opinión oficial de las cosas a la opinión oficial de las personas. Yo creo que esto aparecía a fuerza de hablarlo y tratarlo entre las numes, principalmente entre las del consejo local. Me explico. En un trabajo que tuve yo poco después de dejarlo, sucedía una cosa similar (con la notable diferencia de que era a la vista de todo el mundo), y un compañero mío lo llamaba “el efecto club de costura”. Había una serie de personas que se reunían después de comer para tomar café, entre ellos varios de los que dirigían los trabajos, y se pasaban como una hora u hora y pico dándole a la lengua. Los temas eran siempre cotilleos de los demás del trabajo. Les daban vueltas y vueltas, un día y otro, y llegaban a ciertas interpretaciones, que, tras unas cuantas vueltas más, ya no eran interpretaciones, eran verdad revelada. ¿Que fulanito y fulanita se han dejado? Pues rula, rula, rula, y llegaban a la conclusión de que no se habían dejado, que estaban saliendo secretamente. Y eso era la verdad más absoluta. Más verdad que lo que tú vieras (es que no te fijas, hay que ver, qué poco pispa eres, ¿no ves que se echan miraditas? Estos se ven a escondidas, que te lo digo yo. Que el otro día a ella la vi regresando diez minutos más tarde de lo habitual). ¿Qué a menganito le mandaron una carta y no sé de quién es? Pues rula, rula, rula, me invento una historia, y menganito anda todo mohíno, eso debe ser porque le han dado una mala noticia, yo creo que la que le gustaba le ha dado calabazas, pobre menganito. Qué más da que menganito me haya contado a mí que la carta era de su hermana, que le contaba que ha entrado en la Escuela de Bellas Artes. No, no me entero de nada, menganito está hecho polvo por lo de su chica.

Bueno, pues en el Opus Dei es lo mismo. El club de costura del consejo local crea realidades. Lo que habla el consejo local sobre una persona, a fuer de repetirlo, se convierte en verdad revelada, y se escribe en los informes, y se habla repetidamente de los problemas de esa persona, por qué serán, cuál es su defecto dominante, si habrá dicho toda la verdad, yo creo que no nos cuenta tal y cual cosa, etc. Y la tal persona en la inopia, pensando “yo sé más de lo que pasa dentro de mí”. “Yo sé más de lo que tengo en mi propia cabeza”. Qué atrevimiento y qué osadía por mi parte. Qué equivocada estoy, mi error dominante es lo que pone en mi informe. Yo pienso exactamente todo lo que ahí se dice. ¿Cómo me encuentro? Me encuentro como allí está escrito, como está hablado y se ha establecido en el consejo local que me encuentro. Mi evolución es tal como ahí se dice.

Y con esas verdades masticadas se hace la dirección espiritual. ¿Qué podría salir mal?

Y así pasa lo que pasa, que la dirección pierde la noción de la realidad, y luego se extrañan de que la gente se les quede mirando con la cara torcida cuando sueltan cualquier incongruencia creada en el club de costura. Pero te tienes que tragar el sapo, claro. También es muy frecuente que la persona no caiga en qué es eso tan gordísimo que tiene que cambiar (a no ser que haya leído su propio informe, claro. Ay, Sarnoso, pillín).

Otro aspecto. La simulación suele estar muy imbuida de un cierto estilo. Cuando hablo de estilo, es estilo, modos, características particulares, que son así pero podrían ser de mil maneras distintas. Por supuesto el estilo Opus Dei. Su espiritualidad tiene un estilo propio, que es el único válido para alcanzar la salvación. (No será cierto que me pongo a hacer oración con la letra de una canción de 1976 de, pongamos, Kansas. O que quiero hacer la lectura con la vida de Santa Rita de Casia. No no no *visualización de la seño con las gafas caídas y moviendo el índice de un lado a otro*). Se ha hablado extensamente, (y doy fe del proceso en la parte que yo pude presenciar), de que originalmente en el Opus Dei había cierta amplitud espiritual, pero pasando los años sólo se llevaban a la oración y a la lectura los textos propios (una de las chorrocientas biografías del fundador, las cartas del prelado, etc.) La doctrina cristiana procedía de los escritos controlados, y los modos de creer, sentir, pensar, argumentar y actuar procedían de modo muy estricto de documentos internos. Así que te planteabas que por qué no voy a poder yo tener devoción a Santa Francisca del correveidile, a San Ictícola de los peces o a Santa Lola de los lactantes. O, mejor dicho, no te lo planteabas, ya sabías que estaba “mal”. Sin razón alguna, por lo que te causaba un disaggio que no podías explicar, ya que planteárselo, verbalizarlo, ponerlo en palabras, también estaba mal. No hay que minimizar el efecto de estar rumiando constantemente el disaggio.

Estilo Opus Dei también para el resto de las cosas: vestirse estilo nume (vamos por Dios, que se nos veía venir desde tres lomas atrás, llevábamos una red flag estampada en nuestras faldas de amplios vuelos), en la decoración de las casas, hasta existía un estilo conversacional. Pero es que voy más allá. En cada centro había una sutil intervención estilística procedente, normalmente, de la directora. En el mío, cuando era adscrita, era una auténtica exageración. Yo no sé si la gente era consciente. A esta persona se la tenía por una tía estilosa. Que lo sería, pero era estilosa de su propio estilo, no del de las demás. Lo que le gustaba a ella no tiene por qué gustarme a mí, y, mucho más grave, no tiene por qué quedarme bien a mí. No se me puede olvidar lo del corte de pelo. Esa se la tengo guardada. Resulta que la dire encontró una peluquería que le gustó, y le hicieron un corte de pelo muy de los 80, ella se encontraba bien. Estaba entusiasmada. Cuando ella se entusiasmaba con algo, eso se convertía en parte del estilo del centro. Que le gustaba cierto tipo de zapatos, pues poco a poco todas las del centro con los mismos zapatos (esa ola no nos tocó a las adscritas, laus Deo). Que de repente descubría la importancia de las coles de Bruselas para las colas de los burros, pues no se hablaba de otra cosa en la tertulia. Que le gustaba una peluquería y un corte de pelo, pues nos recomendaba a todas que fuéramos allí a cortarnos el pelo, que estáis muy sosas y muy poco estilosas, chicas, hay que ponerse más modernas. Eso era más que una recomendación, todas iban pasando por allí. Recuerdo haber ido en pareja, dos adscritas a cortarnos el pelo. En esa peluquería sólo sabían hacer un corte de pelo. Nos hizo el mismo corte a las dos, con resultados muy diferentes de cuando se lo hizo a la directora. Ninguna estábamos bien, pero la otra tenía un pase. Sobre todo, que se lo podía disimular peinándolo de otra manera. Lo mío fue épico. No sólo era horroroso el corte en sí llevado a mi pelo, es que me quedaba que parecía la hija de Chucky el muñeco diabólico. Por problemas de domesticación, yo siempre llevaba el pelo como mínimo a media melena, y allí se habían cortado capas que tenían tres o cuatro centímetros de longitud. Aquello no se podía arreglar con el peinado, ni haciendo otro corte (hubiera tenido que cortarlo al uno). Tardé años en arreglar aquel desaguisado. Se la tengo guardadísima, claro que sí. Maldito seas, Perry el ornitorrinco.

Todo esto te constriñe. Es que no hace falta que seas una persona de las que se expresa con el modo de vestir, o con la música, o con lo que sea (si lo eres, ya ni te cuento). Como no concuerdes con la corriente estilística oficial, pa ti tienes. Puede no parecer importante, pero es un runrún muy molesto en el día a día, que te coarten estas cosas externas, que no tienen nada que ver con la salvación de tu alma. No sólo es molesto, es que en esto se pone de relieve fácilmente el sinsentido, y por no estar tan directamente ligadas a la dirección espiritual te planteas más fácilmente la “rebelión”, o te deprime más fácilmente el sinsentido.

La simulación es sutil. La simulación es constante. Hace que te preguntes cosas. Y lo que más te preguntas es si no estarás viviendo en Matrix.

 

Capítulos

1. Introducción

2. Part One: muy mal debieron verme

3. La incoherencia de ser libre a la fuerza. A) Agotamiento

      B. La esquizofrenia de la razón

      C. La falta de cariño

      D. La deconstrucción de la persona

      E. La simulación

      F. Cómo se trata la depresión en el Opus Dei

 




Publicado el Friday, 29 December 2023



 
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