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SaturiaValentín :

 

 

DEPRE PARA MÍ, DEPRE PARA TI, MUCHA DEPRE VEO POR AQUÍ (7)

 

La deconstrucción de la persona

Me refiero a deteriorar la mente de una persona tanto, que su personalidad queda seriamente dañada, y en consecuencia es pasto de enfermedades mentales. Me explico. Supongamos que fuera el cuerpo, por agentes externos se puede deteriorar el cuerpo tanto que luego ciertas enfermedades se asientan allí muy fácilmente. Por ejemplo, si como venga de dulces y dulces, llega un momento en que el páncreas ya no puede más, y la diabetes 2 llama a la puerta. Si mi cuerpo serrano está a la intemperie desabrigadamente durante una buena ventisca, caso de sobrevivir a la hipotermia, queda muy apetecible para la entrada de una neumonía. Si me cortan una pierna, está claro que lo de andar va quedar un poco disfuncional. A eso me refiero. Del mismo modo se puede causar una situación en la mente que es la base óptima para una enfermedad mental. Y consecuentemente, un deterioro de la persona que, según lo gordo que sea, puede llegar a destruirla, o casi...



Hay varios elementos causantes de este deterioro mental. Uno de ellos, el peor con diferencia, a través de la charla fraterna y la obligada sinceridad salvaje. Yo esto no sé si será deliberado. Bueno no, sí que lo sé. Se hace deliberadamente, lo que no sé es si son, o eran, conscientes del daño psicológico que se hace a la persona con esto. Creo que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (exigencia de sinceridad para una mejor dirección espiritual), se pretendía llegar a cierto punto conveniente (control absoluto de los miembros de la Prela), pero lo que se consiguió, de rebote y como efecto secundario, es un deterioro importante de las personas, ya que lo que se emplea como medio para este control es una especie de sometimiento contra-natura que voy a explicar a continuación, a mi modo (esto es, como buenamente Dios me da a entender). Quiero pensar que, aunque era deliberado, no se dieron cuenta de que tendría consecuencias tan terribles.

Es importante recordar, como ya dije en mi primer escrito para Opuslibros “Es nulo y no reculo”, que a los efectos lo mismo da que lo hayan hecho con la mejor de las intenciones. Lo que es dañino, es dañino. Porque hayas hecho con intención de ayudar, no deja de dañar. Y si encima, con el paso de los años, eso va a peor, los deterioros son generalizados, ruge la marabunta, y la debacle es épica, y aun así no te planteas que estás haciendo algo mal, pues entonces ya ni siquiera se te puede suponer buena intención. Ya no. Eso ya no es creíble.

Me refiero a aquello que ya se ha analizado aquí por varias personas, la sinceridad salvaje estilo Opus Dei. En el Opus Dei no se buscaba una sinceridad para ayudar a la vida espiritual, una sinceridad sincera, sino una sinceridad humillante. Una sinceridad que te degrade. Lo más importante en la charla no era decir el pecado más gordo, sino la cosa, pecado o no, que más vergüenza te da. Rebuscar en lo que más vergüenza te da y entregárselo en una bandeja de plata. Se consideraba más importante decir que tenías el defecto de hurgarte la nariz que decir que habías faltado al cuarto mandamiento insultando a tu madre. Lo que por nada del mundo querrías que nadie supiera (que te oliste un pedo, que te gusta la nocilla con vinagre, que te dan miedo los perros), eso es lo primero y más importante que tiene que saber tu directora. Es perverso. Es muy dañino. Es un sometimiento chungo autoinfligido. No digamos ya con cosas que serían importantes (dudas de vocación, cosas del Opus Dei que las ves incoherentes, que te parece que no confían en ti, que te sientes sola, que no puedes sentir lo que tienes que sentir y pensar lo que tienes que pensar). Es como obligarte a que les des las llaves de tu conciencia (creo que esta expresión la leí en OpusLibros). Las llaves, sí, y la palanca para reventarla. Y una bomba de tubo para hacerla saltar en pedazos. Y lo emplean, vaya que sí. Y eso lo tienes que hacer tú, les tienes que dar tú los medios. En bandeja. Tienes que querer dárselos. Tienes que dárselos y, a continuación, sentirte libre y contento. 

No es que les des las llaves de tu conciencia, es que les das las llaves de tu psique, el modo mejor y más efectivo de manipularte. Les das la herramienta específica y más eficaz para hacerte fosfatina la cabeza, la autoestima, todo. Aunque luego no lo utilizasen, el hecho de subyugarse de modo tan antinatural a otra persona, ya es profundamente dañoso y perjudicial. Ah, ¿que no es a una persona sino al Opus Dei? Pues a varias personas, peor me lo pones. No me vengas con que es a Dios. Con Dios ya hablo yo, que para eso hago una hora de oración al día. Es más. Si quieres creer que es a Dios, pues venga, aceptamos barco como animal acuático. Es a Dios, pero empleando a varias personas. Por lo que el efecto adverso es el exactamente el mismo.

No os tengo que decir lo nefasto que es esto cuando el sujeto que lo padece es adolescente y/o muy joven y todavía se está formando su personalidad.

Había veces, y doy fe de ello, que hacían pruebas para verificar tu grado de sometimiento. Obediencia, como lo quieras llamar, pero si estás testando la obediencia ciega, estás testando el sometimiento y lo demás son tonterías. Te forzaban a hacer cosas sin sentido para doblegar tu voluntad y tu juicio. A mí que no me vengan con que los encargos y recados que mandaban eran todos normales, porque se veía a la legua que muchos eran de relleno (bueno, no descartemos que la ineficacia estuviera establecida en las altas esferas, y que no se les ocurriese otro modo mejor de hacer las cosas). Otras veces consultabas planes y te decían que no sólo para ver si obedecías, y cómo obedecías. Y para que practicases la obediencia ciega, cosa que, cuanto más la practicas, mejor te sale. Por desgracia entonces no me daba cuenta. Ahora entiendo que muchas de las cosas que se exigen, grandes y pequeñas, son para someterte, someter tu juicio, tu iniciativa. Para que pierdas la iniciativa. "Darte en la cresta" lo llamaba la directora del centro donde fui adscrita, y decía que nos venía muy bien. Cuanto más lista fuera una persona, más necesitaba la medicina de “dar en la cresta” (se ve que eso de la inteligencia es protervo a efectos del sometimiento). Se trataba, además, de que lo pasaras mal, y a ser posible que te sintieras humillada. Si no, no lo consideraba un “dar en la cresta” completo. Creo que esta expresión es muy ilustrativa.

Luego estaba la exigencia desmedida e irracional. En el Opus Dei no se nos pedía el 100%. Se nos pedía el 500%. Sabiendo que no íbamos a dar el 500%, pero que lo íbamos a intentar con todas nuestras fuerzas. Y así acabaríamos dando el 150%. Eso sí, desilusionados, agotados, exprimidos como el limón resequío de las narices. Que nunca sintieras que era suficiente, eso es fundamental. Que nunca te sintieras satisfecho. Claro, claro, todo muy sano mentalmente.

Por exigir cosas absurdas, vamos a exigir que tus amigas, todas ellas de instituto público y con menos fe que un higo seco (cuando no hostiles a la idea religiosa), todas ellas con vidas que están muy, muy lejos de las que van por el centro, vengan en tropel a la charla del viernes y a la meditación del sábado. Vamos, que hubiera tenido más posibilidades con los famosos pavos de Manolo. Yo me agobiaba muchísimo. En mi cabeza pensaba que mis dires no se daban cuenta. (¡pecado! ¡pecado! ¡no tengo que pensar eso!) Que al ser ellas, mis dires, creyentes y practicantes, exalumnas de colegios del mundillo e imbuidas de rectos pensamientos, no se daban cuenta de que había que recorrer un trecho no pequeño hasta llegar a la meditación del sábado (¡anatema! ¡shame on me!). Pero ahora pienso que sí se daban cuenta, pero que apretaban porque pensaban que tenían que apretar. Porque era el apostolado modo Opus Dei, ese era el estilo. Y yo tenía que ser entrenada en él. Qué evangelizar, qué dar doctrina a como cada uno pudiera absorber, qué acercar a la gente a Dios. ¡proselitismo o muerte! Sólo se contemplaba el estilo “entrar a matar”, coacción a tope. Y yo no podía entrar a matar, es ilógico y además no va con mi carácter. Con lo del apostolado postizo y por la fuerza, yo lo pasaba faltal. No vomitaba porque yo no soy de vomitar con facilidad, nunca en mi vida he vomitado sin tener fiebre (lo que entra no sale, soy de la cofradía del puño cerrado), pero me ponía físicamente mala. Estaba siempre en tensión. En tensión apostólica. En tensión con el cumplimiento de las normas. En tensión con los estudios. Tensión porque de repente una de mis compis adscritas desaparece, y hay que hacer como si nada. Tensión porque todo es de una exigencia máxima. Siempre en tensión porque me pedían imposibles.

Ah, y en tensión porque soy un bicho raro, siendo mi obligación pasar por normal. Yo me daba cuenta de que no llevaba una vida normal en medio del mundo, que no “era los demás” Era superseglara·(¿Tan normal como cualquiera que pase por la calle ahora mismo? ¿Tan normal como cualquiera de mis compañeras de instituto y de universidad?) Superseglara estaba de capa caída (¡eeeeh!, eso ha estado bien traído). Superseglara estaba en tensión porque tenía que disimular. Que no puedo ir al cine con mis amigas, pero no les puedo decir que no puedo. Ni a tomar una caña, ni a comer fuera, ni a pasar un día en su chalé, ni a nada que implique saltarme el horario del centro de estudios. Que no puedo ir a visitar a mi familia, pero tengo que vender que soy yo la que no quiero. Que no puedo quedarme con lo que me han regalado mis compis de la uni, pero tengo que disimular como que sí. Que no puedo hacer el trabajo de clase con un compañero. Y así infinidad de cosas, ocultando en mi vida social (si, esa que se desarrolla “en el mundo”) las obligaciones que conllevaba mi condición de numeraria. Pero todo muy normal, ¿eh? Supernormal.

(Supernormal, el nuevo superhéroe. El que aparenta ser tan normal como los demás. Ahora le vemos explicando a su madre que no puede pasar a verla el día de su cumpleaños porque llegaría tarde a cenar en su propia casa ¡sin descomponer el gesto lo más mínimo!, ahora despacha a una compañera de trabajo que le está preguntando por la contabilidad de la empresa, dejándola con la palabra en la boca ¡qué rapidez en la huida! ¡No se ha notado nada! En una ocasión consiguió despistar a la oficina entera y zafarse de lo del amigo invisible, proeza sin par. ¿Y qué me decís de aquella vez que no fue a la boda de su mejor amigo de la universidad, empleando una falsa excusa? ¡Qué maestría! ¡Nadie conseguirá conocer la verdadera identidad de Supernormal! ¡Ese es su superpoder!)

Luego están otras cositas (claro que, comparado con la manipulación de la conciencia y de la psique deconstructora de la persona, todo son cositas de poca monta), que también contribuyen eficazmente a dejarte hecha unos zorros. Yo aquí tengo dos ejemplos personales.

Ejemplo 1. Quitarte los agarraderos emocionales. Dime qué es lo que más te ayuda, que te lo quito. Y si no me lo dices, pues no pasa nada, te quito cosas a voleo que con algo acertaré.

Cuando yo llegué al ce, hubo quien pasó por mi habitación y me quitó lo que le pareció oportuno. Sin avisar. Como un ladrón en la noche. Fue a la basura. No lo volví a ver. Para que me entendáis, es como si a otra persona le quitaran las fotos de su familia y amigos. No soy yo de fotos (nada, ni un poco), pero sí soy de conservar detalles u objetos sin importancia ni valor intrínseco que me hacen tener presente el cariño, o recordar una situación entrañable: una broma de Reyes que me gustó, una pegatina firmada, tonterías así. Las típicas cosas que pones encima de la mesita o en la estantería, delante de los libros. Fue un pequeño shock. Dolió. Me dejó sin agarraderos emocionales (ya escasos) en un momento en que eran necesarios, un momento de adaptación a un nuevo ambiente y a una nueva vida. Claro, necesarios para sentirme arraigada y querida y estable y todas esas cosas sin importancia. Si lo que pretendes es el desarraigo de las personas y que se sientan desangeladas, entonces fenomenal lo de arrasar con todo.

Ya que ha salido lo de las bromas de Reyes, no me resisto a contar una cosa. Yo tuve una broma de Reyes en el ce que ya había advertido expresa y previamente que no me molaba nada. “No me hagáis bromas con tal tema. No me hacen ninguna gracia. Más bien me hacen sufrir”. ¿Adivináis de qué fue la broma? Exactamente. Pero no quedó ahí la cosa. Fue con recochineo. No contentas con ello, les pareció que mi broma había quedado un poco inadvertida entre la marea. Ese mismo día, en la tertulia, me hicieron ir a por ella para que todas la admirasen. Recuerdo como si hubiera sido esta misma mañana la sensación exacta. Exacta. Subí llorando. Di un portazo. La saqué de la papelera, porque la había tirado de la rabia que me dio. La llevé a la tertulia y aguanté el tipo como buenamente pude durante su exposición pública, hasta que me tuve que ir, porque no pude más, a llorar al baño. Todo buenísimo para la depresión que me estaba asolando en ese momento. Después lo dije en la charla, lo mucho que me había dolido. No se le dio importancia. Nadie me pidió perdón (aunque solo sea por educación le pides perdón a alguien a quien has hecho daño, pero aquí no debía operar ni siquiera la buena educación o la cortesía). Nadie admitió que se equivocó.

No sé lo que me molestó más: que no me hicieran caso, cuando yo lo había advertido (es como tener una prueba de que no importa lo que tú sientas, lo que tú pienses y lo que tú dices. Prevalece el criterio superior); o que se rieran de mis penosas circunstancias (así fue, era una penalidad que yo estaba sufriendo, yo lo viví como una penalidad, pero a ellas les pareció divertido, ¡vamos a reírnos de ello! Casi parece bulling).

Se me puede decir que las dires no tenían por qué “tener psicología” ni conocer los mecanismos de la depresión. Pero nada te excusa de ser educada. Nada te excusa de no respetar. Nada te excusa de no usar la lógica y el sentido común. Y además, si no tienes rudimento alguno de psicología (ni de cortesía básica, ni de sentido común, ni de respeto por tus dirigidos), y tampoco sabes ver el mecanismo de un trastorno, ¿por qué te metes a dirigir a jóvenes y adolescentes? ¿Por qué te metes a dirigir mente alguna? ¿Qué carajos haces escarbando en las mentes de los demás? ¿Qué haces organizándoles la vida?

Ejemplo 2. Rendir el juicio. Ya el concepto de “rendir el juicio” en sí, no lo considero una cosa buena. Es nocivo. Pero es que además no saben ni lo que es, lo aplican al tuntún, algo así como humillarse, en general. Yo tengo la experiencia de una ocasión en la que una directora me indicó que debía rendir el juicio, en el ce. Era una situación en la que estábamos intercambiando información, pero no sobre algo, por así decir, difuso, opinable, indemostrable, sino sobre algo que era uno de mis objetos de estudio. Algo que prácticamente no es opinable (cualquier ciencia es mejorable, eso no lo discuto, pero todas están en un estado en el que lo que se conoce sobre el asunto que sea, es lo que se conoce, no es una opinión random). Algo sobre lo que yo, bueno, no es que fuera experta la verdad, pero mucho más experta que otra persona que no lo ha estudiado jamás y que repite lugares comunes superados desde hace decenas de años, pues sí. Mucho más experta. Bueno, pues se me indicó que rindiera el juicio. ¿Perdonaaaaa? ¿Rendir el juicio es ceder el paso a la ignorancia? ¿Rendir el juicio es renunciar a lo que he aprendido a través de mi estudio? ¿Quieres decir que ese estudio que es tan importante para nosotros, ese saber que he adquirido, tengo que mandarlo a tomar viento y hacerme un nudo en las neuronas? Mi no entender. Pero tú no entender tampoco.

Es ya tanta la costumbre de doblegar a la peña y hacer que la gente se humille voluntariamente que ya ni siquiera empleamos la lógica. 

Así que, entre una cosa y otra, toda la santa vida a contrapelo. Ni un gracias. Ni un perdón. Ni una amistad. Ni un objeto que me recuerde algo bueno. Siempre en tensión y siempre sabiendo que no lo hago bien, porque no llego a lo que me piden. Siempre doblegada. Y lo que tengo que pensar y sentir es: caramba, pero qué bello es vivir. Y con eso llegamos al punto siguiente.

 

Capítulos

1. Introducción

2. Part One: muy mal debieron verme

3. La incoherencia de ser libre a la fuerza. A) Agotamiento

      B. La esquizofrenia de la razón

      C. La falta de cariño

      D. La deconstrucción de la persona 

      E. La simulación

 

 




Publicado el Friday, 22 December 2023



 
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