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 Tus escritos: Supernumerarios. El trasfondo de la labor de san Gabriel (I).- Robredal

078. Supernumerarios_as
Robredal :

 

Supernumerarios. El trasfondo de la labor de san Gabriel (I)

Robredal, 15/11/2023

 

A raíz del email de Victor “Y sobre los supernumerarios... ¿qué?”.

Te entiendo y supongo que te entendemos. Como no podría ser de otro modo en este lugar.

Muchas y muchos de nosotros estuvimos encargados por muchos años, como numerarias/os o agregados/as, de la labor de san Gabriel. A veces con cargos de gobierno. En mi caso encargos como oficial, cercano a los insiders de varias delegaciones. Me correspondía, sobre todo, revisar y hacer listas y resúmenes de la labor, por lo que sabía, muy bien, cuántas y qué (¿cómo?) se trataba a las personas que asistían a tal labor…



Los numerarios/as recibíamos, durante el centro de estudios y como formación previa y por tanto muy alejada de la realidad, una serie de charlas sobre la labor de san Gabriel, comentando las correspondientes glosas y experiencias. Charlas que recibíamos, en torno a los 19-20 años, con bastante asombro y algo de curiosidad. En mi caso nos las impartió, sin preguntas posibles, un personaje muy singular. Se trataba de un médico con aspecto del anterior régimen, que habitaba en la ciudad donde hice el centro de estudios, lugar en el cual nos concentrábamos un ciento de estudiantes de toda España que íbamos a la obra corporativa por antonomasia. Tal sujeto señalaba, con peculiar voz y entre otras cosas llamativas, cuál debía ser la media de hijos en parejas supernumerarias: 10 (de media).

Luego, cada dos o tres años recibías, en las convivencias de consejos locales, una o dos charlas y/o reuniones de trabajo –que no eran sino charlas encubiertas– acerca de la labor con supernumerarios y, de vez en cuando, una convivencia específica en la comisión para los oficiales y, eso sí, repasar y repasar los documentos internos de gobierno.

Con esos títulos, es obvio que ya eras capaz de llevar a cabo la labor de san Gabriel, convirtiéndote así en director de la vida interna y externa de las decenas de supernumerarios/as del centro donde vivieras y, por lo tanto, marcando el paso de sus respectivas familias y, en el fondo, el de muchas más cosas de sus vidas personales, familiares y laborales.

Paulatinamente, en algunas ciudades con pocos numerarios, algunos agregados/as se hacían cargo, cada vez con más frecuencia, de los grupos de supernumerarios dispersos. Especialmente en lugares alejados de los centros o en apeaderos, así como de grupos de mayores ya amortizados que los numerarios no atendían por los inconvenientes que, para la “vida en familia” del centro tenía ir a sus casas, en horarios complejos y ver su situación, a veces muy penosa. Pese a no tener tanta “formación”, los agregados/as sabían habitualmente algo más de lo que es un matrimonio y una familia que un numerario. Al fin y al cabo, muchos de ellos vivían o habían vivido con sus padres, acompañándolos en su vida matrimonial y en su vejez. Pero los numerarios/as mandaban, por lo que la voz de esos agregados era fácilmente silenciada.

Un numerario/a –salvo excepciones honrosas; fruto de su esfuerzo y carácter y no tanto de la supuesta formación recibida– y por muy director que sea, no tiene ni idea de las dinámicas propias de una pareja. Lo he visto y vivido cuando, tras dejar esos lugares y oficios, he formado con mi pareja una familia y, por tanto, he transitado vitalmente por la maternidad/paternidad, la crianza, el cuidado de los padres respectivos, mayores y enfermos, los sobrinos y los hermanos de cada cónyuge, las herencias, los tiempos y las formas de ser de cada uno. También la necesidad de compenetrarse en el día a día, incluso en las maneras opuestas de entender la Fe, la vida, la educación, etc. La necesidad de salvar el matrimonio en momentos complejos. Incluso las infidelidades y rupturas de parejas de amigos y las amenazas al propio. Las reconciliaciones, los perdones, los momentos amargos. Por supuesto las alegrías, gozos, sintonías profundas, caminos paralelos y construcción mutua, que son el 80 o el 90% de la vida en una pareja, por lo menos en la mía. También el precioso reencuentro de almas y cuerpos, ya decadentes, en la madurez cuando los hijos vuelan…

¿Qué puede saber de traer hijos al mundo el vocal de la comisión que ha sido previamente un vocal que ha ido de delegación en delegación y cuyo título no es ni el que consta en el escudo de su blazer? ¿Y qué de todo lo antes señalado? ¿de amar y vivir con otra persona y ayudarse y entenderse, perdonarse y vivirse, amarse y excitarse, conocerse y olerse? ¿Qué sabe de cuidar a los hijos un corredor bonaerense de ignoto currículum? ¿Qué sabe un director/a local o un oficial de comisión o delegación de las dinámicas internas de la propia pareja, de las derivadas de la crianza y educación de los hijos, las de las familias respectivas (padres-abuelos, sobrinos, hermanos-tíos, etc.)? ¿Y de las tensiones derivadas de sus posibles respectivos trabajos o la llevanza completa de la casa sin ayuda posible (limpieza, lavados, etc.)? ¿Sabe acaso algo quien lleva toda su vida siendo primero director de un centro de estudios, luego en delegaciones y finalmente en una comisión sobre la inflación en la compra diaria o semanal? ¿De las letras del piso o de su hipoteca, del alquiler, el agua, el teléfono, etc.? ¿Se entera algo, por supuesto, de la presión que, sin querer o queriendo, todos ellos pueden llegar a hacer sobre la vida de la propia pareja y su estabilidad emocional, afectiva y sexual?

¿Es más generoso dar a luz once retoños que, en cuanto se puede, se manda al club o no poder asumir emocionalmente el segundo niño porque las familias respectivas no apoyan a la familia o porque se está en paro? ¿Es mejor ir a la convivencia o acompañar a la esposa/o en un momento emocionalmente complejo para él o ella (que puede durar días, semanas o meses)? ¿Se atreve alguien, como ocurre con ellos, a hacer un juicio severo de conciencia según el dogma opusdeista, de todas las situaciones afectivas, económicas y vitales que vive una pareja?

¿Se escucha y organiza la labor de sangabriel oyendo, a calzón quitado, a muchos supernumerarios diversos -no solo a los más comprometidos "pata negra"-, en convivencias de gobierno con ellos? ¿en reuniones con grupos y en libertad? ¿en coloquios abiertos y críticos? (ni penséis que tiene respuesta...).

Se nos decía que éramos y teníamos que comportarnos como padres de una familia numerosa y pobre; pero no teníamos ni idea de qué era eso. Salvo en los casos –pocos y limitados en su experiencia- de hijos múltiples, pitables y luego pitados, de supernumerarios…

La tensión emocional, la coerción existencial y vocacional que se hace sobre un supernumerario/a  la hora de imponerle la convivencia, el retiro, las obligaciones semanales y diarias derivadas del plan de vida, la aportación y, por supuesto, la más o menos sibilina influencia sobre su vida afectivo-sexual… son elementos de presión que difícilmente puede intuir el numerario/a, al menos en su afección a la convivencia marital. Ni lo sabe, ni, por tanto, lo valora… ni le importaba demasiado, porque, de hecho, ese era el plan y a ese plan había de acomodarse “como un guante a la mano” la vida del supernumerario. Allá se las compusiera para hacerlo.

No fueron pocas las veces que había que “rescatar” a supernumerarios deprimidos, hundidos, agotados y, así, que apenas cumplían con las mínimas obligaciones que marcaba el maldito plano inclinado que la obra impone como plan de vida. Normalmente solo vivían la Misa. Entonces se les hacía un supuesto plan a medida. Pero siempre bajo la idea de que fuera algo provisional, temporal y vitalmente limitado, al menos hasta que el tiempo escampara y se doblegara su actitud renuente o la de su pareja, al tenerlo también que sufrir. A veces se trataba de salvar la “vocación” mediante una terapia de suavidad… haciéndolo precisamente de las obligaciones establecidas por y desde esa vocación, impuesta a machamartillo.

Esa era y es el panorama de entre un 10 y un 20% de los supernumerarios. Otro 40-50% hacían lo que podían, más bien poco y de manera algo formal y rígida, que, así pasaba más o menos desapercibida. Un 30-40% estaban más comprometidos, normalmente supernumerarios “pata negra” con parejas que también lo eran; más o menos jóvenes y quizá, así, guiados más cercanamente en un grupo bandera que concentraba la labor principal de cada lugar.

En esos años dentro de esa labor, tratando a supernumerarios de diversas ciudades, incluso países, me correspondió acompañar a esos directores regionales y zonales, incluso a los del consejo general romano. Pero ellos, lejos de conocer, intuir o ser conscientes de todo lo antes preguntado solo planifican, imponen, animan, persiguen, controlan. Eso sí, con los datos fríos que suministraban los centros y los oficiales procesábamos. Perdón, de todo corazón, pido por ello.

Sus reuniones con los directores zonales, con los consejos locales, son bromas de mal gusto. Sacan papeles y papelitos con los números que puntualmente se envían por los centros a esos lugares: cuántas familias se tratan, cuántos cooperadores/as hay, cuántas participan, cuántos van los retiros mensuales, cuántas direcciones espirituales se llevan a cabo, cuántas charlas y círculos de formación de cooperadores, etc., etc., etc. Se saben muy bien los números y se predeterminan los “caladeros” donde tratan de impulsar la labor: colegios, instituciones que son labores personales u obras corporativas, etc.

Esto, por presión de arriba, se replica en los consejos locales y las innumerables reuniones con los encargados de grupo y, menos frecuentemente, con los celadores supernumerarios (entrenados para hacer tal seguidismo). Ver y volver a ver, planes personales con nombres y apellidos y situaciones personales a considerar de esos cooperadores y “amigos” cuyas filiaciones son ventiladas en las reuniones del consejo local y los correspondientes encargados.

Lo que tenga que hacer el supernumerario/a para tratar de cumplir el plan de vida diario (lo que supone alrededor de 2 horas), el círculo de estudios semanal (1 hora), otro círculo o charla de cooperadores, la charla bisemanal, el retiro mensual (3 horas), el curso de retiro anual (3 días y colas) y la convivencia –cada vez más “abierta”-; las negociaciones con su esposa/o, las cuentas para hacer la aportación, etc… allá ellos. Ellos y quien lleva su charla y debe ver la manera de engancharlo y que no decaiga.

Ese es su “juego divino de la entrega”. Aplicar el plan quinquenal caiga-quien-caiga. Lo importante es seguir y perseguir, vigilar y supervisar, presionar y rendir cuentas. De las cien almas que están dentro interesan sus datos (y su aportación); no pero no tanto sus Almas y, por tanto, su paz interior y exterior y, por eso, su vida en pareja. Eso que se apañe cada uno.

Robredal

 




Publicado el Wednesday, 15 November 2023



 
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