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 Correos: Administración sí o administración no.- Claudia Carrero

077. Numerarias auxiliares
Claudia Carrero :

Me acaba de llegar un mail de un amigo ex-numerario y me cuenta, entre otras cosas, su experiencia como encargado de lavar la ropa en un centro y algunas anécdotas. Es su experiencia de hace años para que también nos sonriamos un poco.

“Yo no he tenido casi nunca una administración normalita, he pasado de la NADA a lo TOP.

De una administración extraordinaria (creo que decían así) a pasar a la admón de Cavabianca o Villatevere. “Dalle stale alle stelle”.

Hablando de lo top lo primero que se me ocurre es hablar del uniforme negro. Imagino que para muchas nax puede ser un símbolo de sumisión, una lata vestirse así, pero os puedo asegurar que cuando servían la mesa de uniforme negro yo las veía como lo máximo. Lo más elegante y lo más guapas. Lógicamente no las podía mirar demasiado, pero para mí, insisto, lo máximo.

Dentro de la situación de puedo añadir que conozco a dos nax (ex) que me han cuidado, una Tuces pues mientras viví en Villatevere alguna vez almorcé en Cavabianca. La otra MariPaz que estaba en la admon del colegio mayor Almonte el año en que viví en él y recuerdo que se les estropeó no sé qué máquina de lavar la ropa y un día regresando de la universidad, me encontré a dos chicas cargando un taxi con bolsas de ropa sucia (las nuestras) para llevarlas a una lavandería cercana. No sé qué cara pondrían en la lavandería, pero debería ser de absoluta sorpresa.

El colegio mayor eran dos casas unidad por un túnel y la residencia era (villa Pepita) y se encontraba en un estado bastante deplorable. Como en todos los casos, cuando se te hacía tarde para llegar a la oración y misa, tenías ocupada la zona de huida y a veces, todo se limitaba a que te dejaban pasar (colorado como tomate) o que no te atrevías y no desayunabas. Había una tercera solución que era salir de Villa Pepita desde la terraza del tercer piso, saltabas a la de segundo piso y luego podías caminar por el techo del “tunel” y llegar a la otra casa (la buena, donde estaba el oratorio, el comedor y la administración. La Blanca Paloma). Esta solución solamente la utilizábamos algunos, éramos minoría. Esa era la primera vez que tenía una administración que podía ser considerada como normal, era el centro de estudios, pero solo fue menos de un año. Antes de ese año en el CE, había vivido en otro centro donde la administración era una señora (con años y kilos) que venía a hacer la comida acompañada de otras chicas que rotaban con frecuencia. Ese centro tenía de particular que su nombre era el de un político (es la única vez que he visto eso) era un liberal que, siendo primer ministro, se lo apiolaron en 1912. Y antes de eso era un vulgar adscrito a un centro donde no vivía nadie (un apeadero lo llamaban). Lógicamente el paso de nada a super-extraordinaria a admon normal, fue un adelanto impresionante. Por eso, como me contabas el otro día, encontrar a un alguien que dice que prefería estar sin administración es… increíble, aunque ya veo que en esta vida todo es posible. Bueno, esto son mis dos encuentros cercanos del tercer tipo con la administración.

Mi breve estancia en el Centro de estudios dio paso a un centro bastante peculiar, mucho. Para empezar a hacerte idea te diré que viví en él unos cinco años y siempre en un pasillo. No tenía una habitación sino una cama plegable instalada en un lugar de paso, pero cuando uno es joven todo te da igual. En este centro la cosa administrativa hacía juego con el centro y era también de clasificación extra (pero que muy extra): el centro estaba en un primer piso y la administración y el comedor en el segundo. La admon era atendida por una agregada que contrataba chicas para que le ayudaran y dependiendo si conseguía contratar a alguien o no, las tareas de los residentes eran unas u otras. Por ejemplo, en una época de vacas flacas me tocó poner las lavadoras con resultados muy diversos o con aprendizaje a base de ensayo-error. Por ejemplo, descubrí que mejor lavar la ropa por colores (no toda junta) cuando conseguí dejar la ropa de todos (y toda la ropa) de un color gris rata del desierto. Todo, todo: pijamas, camisas, calcetines… fue el gris universal, el pan-gris.

Otra cosa que aprendí es que la lana, aunque quieras que quede muy limpia, mejor no lavarla con agua caliente. Este aprendizaje le costó un jersey (polerón, maglione, o como cada cual lo llame) a uno de los residentes ya que quedó limpísimo, pero de un tamaño que casi parecía un guante. Total, que mi paso por la sección lavadora acarreó bastantes problemas. 

La señora encargada de la admon siempre se encargó de la cocina (menos mal) por lo que mis conocimientos culinarios se limitan a huevo frito, tortilla francesa y abrir latas. Por cierto -cosas que solo pasan con ese tipo de admon-, uno de los residentes estaba bastante gordito y decidió hacer dieta, así que mientras todos comíamos alimentos humanos, él se alimentaba a base de verduritas y cosas así. Total, que pasaba más hambre que un perro chico y cuando le pasaban la fuente para que se sirviera … pues se la servía, hasta que un día la chica que servía le dijo “le acerco la fuente para que se ponga un poco, pero si se la pone entera no va a adelgazar jamás”. Mano de santo, el consejo hizo… que dejara la dieta.

Otro día sigo”.

Así termina su mail. Qué lindo también saber lo que pasaba del otro lado (a pesar de los 5000 km que nos separaba de nuestros hermanos numerarios), qué bárbaro ser una familia numerosa y vivir como extraños. Ahora podemos contarnos cómo era la vida de cada uno allí. Saludos desde el cono Sur

Claudia Carrero




Publicado el Wednesday, 18 October 2023



 
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