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 Asociaciones, democracia, libertas y opus dei.- CRNUMEROBAJO

110. Aspectos jurídicos
CRNUMEROBAJO :

Una de las características esenciales de cualquier organización de tipo asociativo en el mundo occidental es el carácter libre y voluntario. Es libre la elección de su fin, de acuerdo con sus asociados-fundadores. Su pertenencia es, también, libre y voluntaria. Su entrada y su salida, por tanto, también lo es. Su estructura de dirección debe ser, con la forma que se quiera, establecida de modo libre y voluntario por acuerdo de todos. Así lo es, también, la vida de la asociación, conforme a lo que señalen sus artículos asociativos y bajo la dirección libremente y voluntariamente elegida por sus asociados. Es libre la determinación de sus estatutos de acuerdo con lo que establezcan sus asociados, siempre en el marco de la Constitución y las leyes. Es libre y voluntaria, también, la aportación económica para su sustento, según los límites que estatutariamente se establezcan y estén, también, libremente aceptados como parte de su pertenencia y permanencia. Es, por tanto, un sistema que, para conservar esa nota esencial de la libertad y voluntariedad asociativa, necesita estar dotado de procesos de tipo democrático, aunque puedan ser diversos: asamblearios, representativos, compromisarios (y estos por demarcaciones, por grupos, etc.)...



No existe en las asociaciones por lo general –es pura observación sociológica; de otro modo son podrían ser sectas encubiertas– una “llamada” específica para pertenecer y permanecer de ellas, más allá del impulso ‘libre y voluntario’ que tenga cada uno, según su conciencia. Tal impulso, más o menos ‘místico’ o más o menos ‘interesado’ –egoísta o altruísta–, de existir, se deriva del uso de la libertad de conciencia y sus derivadas… entre ellas la libertad religiosa y los valores. Así como del fin, misión y éthos de tal asociación, que nos dice algo que impulsa a acudir en ella. Y también del modo elegido –dentro de lo que tal institución establezca– de estar en ella; lo cual también debe ser libre, autónomo y voluntario.

Una asociación es democrática en el sentido de que su esencia y su existencia se basa en la continua valoración-evaluación por parte de sus miembros a su gobierno y estructura; de tal manera que debe prever un proceso regular de elección y/o reelección de sus miembros. Existiendo, en toda lógica, un sistema de ceses por censura, así como de vetos y prohibiciones que, en caso de no existir, se suelen regir subsidiariamente por las leyes nacionales de asociaciones o los códigos civiles u otras normas que establezcan un régimen asociativo supletorio.

Además, las Constituciones occidentales y los Derechos humanos recogidos –o no– en Tratados internacionales, incluyen otras notas. Especialmente que no se pueden traspasar determinados límites en su fin, medios y objetivos. Entre ellos y especialmente los de libertad ideológica y la democracia representativa dentro y fuera de ella (y el resto de deberes y derechos constitucionales).

En definitiva, tres notas definen sustancialmente las asociaciones, en cuanto formación humana son la libertad, la voluntariedad, la democracia. Como se ha estado hablando tanto de esto en el foro Ágora Quántica, resulta pertinente señalarlo. Por más que, como sabemos, las asociaciones canónicas privadas o públicas tengan diferencias con respecto a las civiles. Pero no me parece que se distingan en lo sustancial de estos factores radicales. Otra cosa son sus fines y medios de apoyo, así como, con matices, la supervisión de las llamadas ‘públicas’ por parte de la autoridad canónica directa; y la supervisión, de las ‘privadas’ de su fin en cuanto que es católico y debe seguir siéndolo.

Pero, a la vista de lo expuesto ¿Creéis que, de verdad, el Opus dei como estructura de fieles laicos no prelaturizados se convertirán en una asociación, civil o canónica o mixta? (quizá puede analizarse, para corroborarlo, si, como pre-experiencia, la asociación de cooperadores es, de verdad, una asociación… me parece que nos daría muchas pistas). Son otras las preguntas que se derivan de esa cuestión esencial: ¿Será una o serán varias asociaciones? ¿serán iguales o no? ¿se asociarán confederalmente entre ellas? ¿será por países o por regiones canónicas (diócesis)? ¿Qué régimen de ‘asociación’ tendrán con una supuesta prelatura canónica de clérigos resultante? ¿Será el prelado el ‘Padre’ de todas ellas? ¿bajo qué fórmula? U otras: ¿será permanentes o temporales? ¿serán sexualmente mixtas o serán ‘segregadas’? ¿serán mixtas entre clérigos y laicos, o separadas? ¿se dirigirán por unos o por otros, o por directores mixtos? ¿Cómo se establecerá su gobierno? Ccuánto durará el mandato?

Hay varias cosas que considero que van a llevar a que el Opus Dei –se convierta o no en una Prelatura de clérigos con una asociación privada de laicos atada a ella; o varias confederadas– tergiverse, una vez más, todo lo que pueda producirse formal y exteriormente en tal sentido asociativo y, por tanto, bajo las notas que inicialmente mostraba.

Se dice mucho, desde fuera, que el Opus dei lo mandan los sacerdotes. Desde dentro se dice que por su espíritu laical esto no es cierto; por más que canónicamente esté establecido de esta manera y sea la realidad formal. Pues he aquí el primer cúmulo de grandes contradicciones organizativas. Como estructura jerárquica que es –o era–, en efecto, mandan clérigos; pero esto solo es relativamente cierto.

Formalmente y durante los últimos años todavía más, la figura del director (vicario) de las delegaciones y comisiones ha pasado a tener un peso cada vez mayor sobre la ‘estructura’ directiva. A la par que los sacerdotes numerarios –todos: los de las delegaciones y los de los centros– cada vez más tendían a estar en el ámbito clerical, separándose del laical de cada centro: más reuniones con clérigos diocesanos, más convivencias con obispos de un tipo u otro, más ‘labor’ con seminaristas, etc. De hecho tenías la sensación –hablo de tiempos muy recientes– de que los curas cada vez estaban menos en las cosas de la labor laical del centro. Por eso arriba mandaban los curas; abajo, casi ni aparecían. Desde luego poco decían, de modo general, en la vida ordinaria de los centros y sus labores (salvo sacerdotes muy caracterizados). ¿Abona todo esto que el mando era clerical?

No del todo. La realidad ineludible que no puede olvidarse es que todo el gobierno puro, administrativo, el día-a-día, lo realizan laicos: cómo hacíamos las cosas y cómo se dirigía nuestra vida, es llevado a cabo, dirigido, orientado, mandado, controlado, supervisado por laicos. En concreto por los diversos directores de las delegaciones de cada área; sin perjuicio de que ellos fueran la cadena transmisora que, desde Roma, venía del Consejo general (con muchos curas) y del Padre. Tampoco olvidemos que desde que pitamos, todo-todísimo-todo fue direccionado por el director o alguien del consejo local de nuestro centro; siempre un laico.

El Opus dei, quede como quede formalmente, seguirá siendo una cadena jerárquico-unitaria ostentada formalmente por los vicarios, pero gobernada realmente por laicos totalmente institucionalizados (¿inscritos?) y sus oficiales, desde las comisiones a las delegaciones y a los cls de los centros. Me parece que nada cambiará por dentro, aunque cambie por fuera. Buscarán una fórmula asociativa que permita mantener la cadena jerárquico-unitaria por dentro con igual forma que la actual, o al menos con una forma que permita el mismo resultado: el control unitario y a-crítico absoluto, la continuidad de los ‘escritos’ fundacionales y las praxis de todo tipo –incluyo experiencias, vademecums, etc. – para el ser y el actuar en los ‘nuevos’ centros; con las mismas normas y plan de normas; con los mismos requerimientos de charla (confidencia), horarios y planes.

¿Es posible que cambie el status canónico del oratorio de cada centro y, por tanto, la presencia del Santísimo y, por tanto, la función del sacerdote? Está claro que van a buscar una fórmula para que tampoco cambie nada. En todo caso siempre pueden poner una sala de oración con imágenes, velas y adornos varios –de hecho, las que ya están en los centros; pero sin sagrario– en la cual se harán las normas colectivas y se leerán los mismos libros, habrá meditaciones, etc. Se seguirá confesando en los centros y llevando a cabo la dirección espiritual. Se trasladarán –como de hecho ha ocurrido mucho por economía de medios, sacerdotes y esfuerzos– los retiros mensuales, meditaciones especiales, bendiciones y otros actos litúrgicos a ‘oratorios’ –capillas– públicas en colegios labor-personal u obra corporativa. Se seguirá como se hace, aunque quizá con alguna alteración de movimiento y de manera algo más compleja.

¿Cómo serán los centros? Ojo: nadie nunca ha sabido qué eran jurídico-civilmente los centros; de hecho durante tiempo circuló un cr –no sé si número alto o bajo–, escrito por un abogado numerario que vivía entre Pamplona y Madrid, en que el que no se decía nada definitivo: era un hogar de una familia, una residencia libre, una suerte de casa-pensión… Así que seguirán como hasta ahora. En todo caso, los centros ‘normales’ tipo casa-hogar nunca han cumplido las normas contra-incendios, cocinas, y otras muchas propias de hoteles, residencias, etc., cuaderno-libro de huéspedes, sistemas formales de alquiler de habitaciones, libre elección, etc. (dejo de lado, en algunos de estos aspectos y lógicamente, las residencias universitarias y colegios mayores, o los clubes…). En todo caso, no sabiendo lo que son, seguirán como están y seguirán viviendo ahí un buen grupo de numerarios y, en su caso, con un grupo de apoyo de agregados volantes. Buscarán el modo de asociar a un sacerdote a esa ‘asociación’ libre y autónoma de personas –grupo de personas preocupadas por la formación de sí mismos–; pero, lógicamente, será la delegación (o comisión) quien diga quién vive en cada lado y quién es el cl. Como este conjunto de miembros ‘asociados’ no son nada claro e inidentificable… por ese intersticio todo seguirá igual: una Iglesia paralela a la oficial.

En definitiva, yo no creo que nada cambie. Porque para que cambie tendría que haber democracia de verdad, asociación libre –de verdad–, posibilidad de pensar críticamente sobre el modo de ser y existir del NOD, cosa que está abolida por los principios (sacrosantos) de unidad y fidelidad al espíritu de casa; y por el control del fuero interno a través de la charla y, así, el control del ‘espíritu crítico’, denostado como parte del condenado ‘espíritu de chinchorrería. Todo lo que se ve como absurdo, ilógico, injusto, impropio, invasivo, intolerable… solo se ve cuando te estás yendo y cuando estás ido. Dentro es invisibilizado por la estructura controladora de todo y la apabullante invasividad del espíritu de Escrivá. Eso es el OD y nunca dejará de serlo.

Podemos elucubrar y alucinar ad nauseam. Es interesante. Es instructivo. Es sanador. Es divertido. Pero no va a ningún lado. Más aún: a mí personalmente no me interesa cambiarlos ni que se-cambien. Allá ellos. Porque, además y en todo caso, me parece, con algunos ligeros retoques, un numerario/a vivirá en un centro y atenderá la labor de sm, sg o agds, como lo ha hecho desde los años 60, 70, 80 y 90 y las dos décadas de este siglo. Todo igual para que todo no-cambie. No ceder, sin conceder, con ánimo de encubrir, sin necesidad de recuperar.

CRNUMEROBAJO




Publicado el Monday, 10 July 2023



 
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