Cuando empecé a escribir en OpusLibros adopté el pseudónimo Noob, que era como llamaban a los nuevos en online gaming. No fue hace mucho, pero aún no me sentía cómodo identificándome. Hoy pienso que puedo tranquilamente identificarme, aunque un cierto no-sé-qué de las historias de persecución recogidas aquí en Opuslibros me rasca un poco esa tranquilidad. En todo caso he estado participando activamente en las conversaciones online de Antonio Moya, con mi nombre, apellidos, y cámara. No mucho ha cambiado, pero mi indignación ante el abuso de la obra a las nax, y la presente continuada terquedad en no reconocer los hechos y la consecuente responsabilidad, ha crecido mucho. No soy alguien de quién los directores/as de la obra necesiten preocuparse. No soy famoso, ni tengo una gran horda de seguidores en redes sociales. Vivo, desde el punto de vista de las actividades de la obra, en la quinta porra.

Para mí escribir, hablar, describir mi experiencia, contrastarla con otros y otras, es parte de seguir mi propia llamada, mi verdadera vocación, mi verdadera fe. El idealismo con que entregué mi vida a la obra surgió de la misma raíz de bondad, profundamente enterrada, de donde hoy salen estas palabras. Mis limitaciones humanas son parte de mí, de mi único ser, no una especie de diabólica peste que debo erradicar. A quienes en la obra siguen siendo mis amigos les quiero de veras, como les consta. Tal vez les resulte difícil entender cómo puedo estar activamente participando en estos foros, con tan fuertes expresiones. Quizá lo que les pasa a algunos es que, de los que se han ido, sólo les contactan los pocos que conservan la percepción de la realidad y de sí mismos que la obra promueve. Y por ello los de la obra creen que los menos somos los ‘desilusionados’. Y como esa narrativa es la misma que dan los directores/as, pues no tienen forma de ver la realidad. No les cabe en la cabeza que los que se han ido sean decenas de miles. No pueden ver el abuso cometido a los menores de edad, a las numerarias auxiliares, a tantos matrimonios.

Los director@s de la obra, por otro lado, tienen TODA la información de cada uno y cada una: cuando, y donde pitó, a que edad, cuando hizo la admisión, la oblación, la fidelidad. En que centro vivió cuando, en que administración trabajó desde cuando hasta cuándo. También tienen la fecha en que se fue, y muchísima otra información. Por lo tanto, son ell@s, l@s director@s, quienes tienen conocimiento de las personas que se han ido, de su salud mental, de su lucha y su vida. Es verdaderamente cínico que armen oficinas de escucha y demás artilugios de distracción. Se ha dicho y se sigue escribiendo en esta página, en todos los tonos.

Amigo, amiga, de la obra, que me lees y que te das cuenta de lo fuerte de los testimonios: sinceramente no sé qué debes hacer tú con estas realidades, sin duda dolorosas para ti. Has dado todo, por muchos años a la obra, y estas contradicciones tal vez te resulten muy desalentadoras. No lo sé. Me encantaría poder charlar contigo de viva voz, para aprender, para comprender, para compartir, si sirve, alguna experiencia. Sabes bien que como yo, somos muchísimos quienes en esta página tenemos la misma disposición. Y mucho más allá de eso, son muchísimas y muchísimos los que ayudan activamente a los de dentro, o los que salen. Con ese cariño y dedicación que frecuentemente no encuentras en la obra. Hay mucha luz, comprensión, y posibilidades, cuando encuentras personas con genuino amor fraterno.

Yo, mientras tanto, como dice el cantor de Fonseca, “doy mi apellido y nombre de pila”, para quien le interese, en mi perfil de Opuslibros.

Con todo cariño, Noob