Hace unos años, pero en pleno siglo XXI, siendo yo numeraria, me dice una supernumeraria en la charla, que su esposo la había amenazado apuntándole con una escopeta adelante de sus hijos menores de edad. Entre ese llanto desesperado, me cuenta que la golpea hace años, pero no se animaba a decírselo a su familia por la reacción que podrían tener sus hermanos. Le dije que no se iría del centro sin hacer la denuncia, pero su temor era tan grande que no podía. Llamé inmediatamente a un supernumerario, Juez de Familia y lo anoticié de la situación y le pedí que actuara y pusiera a salvo a la supernumeraria y a sus hijos. Me responde que así lo haría y que iría a buscarla al centro.

En medio de todo esto, le aviso a la numeraria directora de San Gabriel de lo que sucedía y su repuesta fue... "el sacerdote director de la delegación nos dijo que lo primero es la familia".

Luego, la numeraria directora del centro, me dijo... "los varones no deben venir nunca a los centros de mujeres, ¿por qué le dijiste al juez que viniera?"

Una mujer, esposa, madre, estaba siendo golpeada por su marido, el cual traspasaba cada vez más límites y peligros y ¿había que pedirle que siguiera con su abusador, porque lo primero es la familia? ¿El que fuera amenazada con una escopeta, no era motivo para pedir la ayuda de quien sea, varón o mujer?

A los meses me pidieron que fuera a vivir a otra ciudad. En un curso anual, pregunté a una numeraria de su centro por ella y me respondió... "nunca debimos darle la admisión, esa mujer está enferma"

Claro, había entrado en una depresión profunda, de tanto soportar, física, psicológica y espiritualmente ese matrimonio.

Creo que este recuerdo,habla por sí solo de las barbaridades que se cargan sobre las espaldas de las supernumerarias.

Sinculpa