El Opus Dei como suma de mitos

E.B.E. – 11 de enero de 2023

Tal vez se pueda entender mejor al Opus Dei si se lo interpreta como una suma de mitos, desde su fundación divina (cfr. Instrucción acerca del espíritu sobrenatural de la Obra de Dios), pasando por la afirmación del mismo Escrivá que dijo que su maestro fue nada menos que el mismo Espíritu Santo, hasta la designación divina -también por parte del Espíritu Santo- de Portillo como roca y como sucesor de Escrivá. A lo cual habría que sumarle todas las diversas divinizaciones institucionales.

Se suele asociar la idea de mito a las "falsas" acusaciones contra el Opus Dei: "es un mito que el Opus Dei posea grandes riquezas", etc...  

En realidad, los verdaderos mitos del Opus Dei no tienen que ver con acusaciones sino con afirmaciones que el mismo Opus Dei hace. Afirmaciones rotundas que no tienen otro respaldo que la palabra de Escrivá. El mito no es lo vacío sino lo que le da contenido al Opus Dei.

Los mitos le dan vida al Opus Dei y de ellos se alimenta y sostiene, en la medida en que se cree en ellos, por cierto.

Lo interesante, además, es que no sólo el Opus Dei no tiene que demostrar nada sino que tampoco requieren de la aprobación de la Iglesia.

Los mitos del Opus Dei –fundamentales para su funcionamiento- circulan en una especie de vacío jurídico, con su propia autonomía. No han "interferido" con las diversas formas jurídicas que ha tenido el Opus Dei, porque justamente el Opus Dei no ha querido jamás que la Iglesia interfiriera en ellos. Y hasta ahora lo ha logrado. Los mitos y la forma jurídica están perfectamente disociados.

De todas formas habría que ver hasta qué punto la Iglesia no debería intervenir (justo ahora, que se están modificando los Estatutos), porque los mitos del Opus Dei no son inofensivos.

Pero no es tan fácil el asunto, porque la transgresión de esos mitos no es tan clara. Mientras sea algo bueno, ¿qué problema hay con que alguien diga que se siente inspirado por Dios?

El problema es cuando se torna dogmático el asunto y cuando la fuerza de las afirmaciones dan pie a un poder y forma de gobernar, como sucede en el Opus Dei (cfr. La figura de El Padre en las constituciones de 1950). Entonces los mitos dejan de ser adjetivos y se transforman en la sustancia de la organización.

El Opus Dei no sólo debería adaptar sus Estatutos sino además debería ser des-mitificado, es decir, quitados todos sus mitos.

Más importante aún que impedir que el prelado sea obispo, es impedir que el prelado siga siendo "El Padre" (con todo lo que ello significa), pero no sé hasta qué punto esto es percibido por la Santa Sede. Esta es la batalla de fondo, para que el Opus Dei deje de hacer daño y para que nunca más vuelva a intentar legitimar sus mitos dentro la Iglesia.

Es posible que detrás de la búsqueda de hacer del Opus Dei estructura jerárquica de la Iglesia, estuviera el caballo de Troya de legitimar toda su mitología (el primer intento de legitimar sus mitos fuera tal vez en 1950, al introducir la figura de «El Padre» en unas Constituciones aprobadas y respaldadas por la misma Santa Sede). Si hacer de "El Padre" un obispo sería como hacer obispo al jefe de cualquier secta, pensemos lo que sería que esa secta formara parte de la estructura de la Iglesia y nos daremos cuenta qué estaba en juego antes de que el Motu Proprio degradara al Opus Dei. El cambio de dicasterio acabó con el troyano, al bajar al Opus Dei de la jerarquía de los obispos, para finalmente rematarlo mediante el Motu Propio. Pero mientras exista la figura de «El Padre» -de quien proceden todos los mitos-, la amenaza para la Iglesia seguirá latente.

Los mitos son todas aquellas afirmaciones del fundador que él no podría sostener de otra forma que no fuera recurriendo a lo divino. De hecho el Opus Dei es intocable, inmodificable, porque en él todo lo esencial es divino.

Mientras son inofensivos, los mitos pueden durar indefinidamente e incluso ser fundamentales para sostener toda una vida. De hecho son los que sostienen muchas de las vidas de aquellos que permanecen en el Opus Dei.

El problema es cuando esos mitos provocan daño. Cuando lo que se pensaba que protegía se vuelve en contra y daña. No es que el mito dañe directamente, sino el poder y la forma de gobierno que ese mito sostiene y fundamenta. Pero sin tales mitos, el daño sería imposible, porque los que dañan –los superiores- no tendrían poder para hacerlo.

A partir del momento en que son causa de daño, los mitos dejan de ser creíbles –no todos a la vez sino de manera gradual- y el Opus Dei como tal se viene abajo –dentro de cada uno-, porque se hace insostenible. Y otros empiezan a ser motivo de risa, cuando no de burla, como el mito del rejalgar, siendo que en el pasado eran razones para perseverar.

Se pierde el respeto a esos mitos y empieza toda una labor de crítica, de la cual Opuslibros es tal vez el mejor ejemplo colectivo.

¿Qué queda del Opus Dei sin sus mitos? Una empresa meramente humana (cfr. Instrucción acerca del espíritu sobrenatural de la Obra de Dios, n. 17), que además es causa de mucho daño.

E.B.E.