Se cumple el vigésimo aniversario de Opuslibros, como nos recordaba Agustina y, más recientemente, Ottokar. 20 años, ahí es nada. Esta circunstancia, me ha hecho recordar cómo llegué a dar con esta web de una forma ciertamente curiosa y, sin mérito alguno por mi parte, a ser de los primeros conocedores de su existencia. Os quiero compartir esta experiencia:

Durante los últimos meses de 2002 y husmeando en los buscadores de internet información sobre el Opus Dei me tropecé con un foro de Folosoft (o algo así). Curiosamente y a pesar de no existir una moderación exhaustiva de los textos, la mayoría de los post, críticos o a favor de la Obra, que de todo había, estaban redactados en esos primeros tiempos con argumentaciones bastante coherentes…

Entre los participantes había de todo, como digo. En su mayoría éramos ex, y a grandes rasgos se evidenciaban tres grandes grupos: los muy críticos con la Obra, los relativamente en contra pero que rescataban aspectos positivos de la institución (yo me adscribía en aquel entonces a este segundo grupo) y los intervinientes ex para los que el Opus Dei era la esencia de todo lo bueno. Recuerdo a un tal Evaristo (así firmaba y me parece que era un exnumerario de Madrid) siempre incondicionalmente a favor de la Prelatura y con el que tuve algunos rifirrafes dialécticos. Un saludo para él si me lee. Evaristo podría figurar perfectamente como el precursor de José Carlos, que tantas iras levantó y tantas respuestas más o menos airadas desató durante meses).

El buen tono del foro de Folosoft se fue degradando paulatinamente. Algunos merluzos se dedicaron a postear estupideces y groserías salpicadas con cientos de emoticonos que nada tenían que ver con el tema. Intentaban sabotear las intervenciones, claro. En estas apareció por ahí una tal Lucy. Después de 20 años no juraría que ese fuera exactamente su nickname, pero si no era “Lucy” era bastante parecido. Esta mujer (entiendo que era femenina) era terriblemente crítica con la Obra. Como el foro permitía dar la dirección de correo electrónico y Lucy aportaba su cuenta de Hotmail, le escribí un mail por la curiosidad que me despertaban sus demoledores escritos. Tras algunos cruces de correos cortos, Lucy vino a decirme lo siguiente (no es literal, pero el sentido es correcto): olvídate de este foro. En unas semanas va a aparecer en internet una iniciativa mucho más interesante. Y en un siguiente mail, simplemente me enviaba el enlace de una página web todavía en pañales donde se estaban colgando a diario algunos de los libros críticos con la Obra. Era el alumbramiento de Opuslibros. Tan en ciernes estaba el portal, que había que esperar cada día -porque se actualizaba a diario, sin descansar los fines de semana, creo recordar- a que se subieran nuevos párrafos de dichos volúmenes. Más tarde supe que Agustina, en lugar de escanear los libros y convertir el texto digitalmente mediante programas informáticos que ya existían por entonces, transcribía tecleando “de su puño y letra” -porque desconocía que existían dichos programas, según ha explicado en alguna ocasión- cada palabra de esos volúmenes. Ingente trabajo que indicaba ya el tesón y la fe que puso en el proyecto.

Aunque siempre me mantuve en el otro lado de la pantalla, la andadura de estos primeros pasos entiendo que respondieron, como casi todo, al mecanismo prueba-error. Al inicio se cometieron algunas imprudencias: por ejemplo, que en los primeros correos de la sección Correspondencia se añadía debajo del nickname la dirección del mail del remitente. Claro, eso podía propiciar que un buen numerario avezado en informática y llevado por el celo que le consume se dedicara a enviar virus a todos los correos que participaban en dicha sección. También recuerdo la primera pelea legal, que saltó muy temprano, por el nombre del dominio del portal. De Opusdeilibros, que era el inicial, tras la correspondiente demanda de la Obra, tuvo que migrar al actual Opuslibros.

Agustina ha explicado en numerosas ocasiones que su intención inicial fue colgar exclusivamente los libros, semiocultos cuando no desaparecidos en tiendas y bibliotecas, que exponían una visión crítica de la Obra: Alberto Moncada, María Angustias Moreno y María del Carmen Tapia serían algunos de los autores de referencia. Creo -y si no que me corrija la propia coordinadora- que pronto esta idea se vio totalmente desbordada ante el aluvión de testimonios y análisis que comenzaron a llegar de todas las partes del mundo. Durante estos años en la web ha habido testimonios dramáticos, buen humor, experiencias, gestos de solidaridad, anécdotas, sesudos estudios y comentarios para todos los gustos, incluidos los de miembros de la Obra (recuerdo a alguna con nombre de pájara que nos sacaba de quicio) que se muestran favorables a la institución. Hemos discrepado entre nosotros, se han abierto debates y, que yo sepa, jamás se nos ha censurado, porque aunque la mayoría tenemos el lazo común de haber pertenecido unos o muchos años a esa institución, el pensamiento no es unívoco.

También están los que ya se fueron de este mundo. Nacho Fernández, un exgregado de los primeros tiempos que aportó datos valiosísimos sobre la labor de los agregados – y de la obra misma- en el Madrid de los años 50-60, o Alberto Moncada, un sociólogo que tuvo el valor (igual que María Angustias Moreno) de discrepar públicamente de la Obra cuando eso era bastante peligroso con el franquismo todavía vigente. Son dos nombres que me vienen así de pronto a la memoria, pero seguro que hay alguno más.

Y hablando ya desde mi personal experiencia, Opuslibros me ha ayudado a entender la naturaleza de la institución de la que formé parte por unos años. En mi caso la web me sirvió para recomponer un puzzle del que sólo contaba con unas piezas demasiado sesgadas e incompletas, inservibles para dar una explicación cabal de algo tan complejo como el Opus Dei que -como se ha visto recientemente con el Motu Proprio de Francisco- no logra encontrar todavía un encaje adecuado dentro de la Iglesia cuando faltan apenas 6 años para que cumpla su centenario.

Por todo ello y por lo que ha ayudado a tantos, muchas gracias por todo, Agustina, y felicidades en estos 20 años de vida.

Jimenez

PD: Nunca supe la verdadera identidad de la tal “Lucy” que me encaminó a la web. En alguna ocasión pregunté a Agustina por mail acerca de ese misterioso personaje, pero ella siempre me dijo que no, que no era ella y que no sabía de quién se trataba. Si alguien puede dar razón, se le gratificará ��