En la tipología del poder se suele llamar autoritarias a las organizaciones que otorgan una primacía especial al mando y menosprecian el consenso.

El Opus tiene una regla fundacional que no figura en sus estatutos pero que constituye el fundamento de su poder interno: obedecer o marcharse.

Mediante esta norma recogida en “Camino” se prohíbe cualquier cuestionamiento a la autoridad a la vez que se produce una confiscación de la libertad tanto de los sacerdotes como de los cooperadores orgánicos.

Colateralmente la regla en cuestión requiere del aislamiento de las personas. El Opus prohíbe las conversaciones francas, abiertas y espontáneas entre los miembros, especialmente, sobre cuestiones relativas la institución. De allí la prohibición de las denominadas “amistades particulares” en fiel imitación a la regla creada por Santa Teresa.

El aislamiento produce consecuencias dolorosas. Quién no ha pensado o escuchado frente a prohibiciones o mandatos irracionales de los directores ¿“me estaré volviendo loco”? El aislamiento opusino puede llevar a esos extremos.

Finalmente, el Opus ha establecido un peligroso control sobre las conciencias, completamente contrario al derecho y a la costumbre de la Iglesia, que ha sido reiteradamente denunciado en esta web.

En pocas palabras, la regla “obedecer o marcharse” establece un complejo poder piramidal riguroso y aislante siendo la estructura de la pirámide esencialmente un instrumento de control de las personas.

Esta estructura tiene su origen en el carácter controlador de Escrivá y como muestra basta un botón. Si se miran las elecciones de los sucesores de Escrivá las mismas quedaron organizadas por el propio fundador.

Escrivá previó que el régimen mantuviera una continuidad post - mortem a través de dos individuos con una lealtad a prueba de misiles. Para Escrivá quienes fueron sus colaboradores más cercanos durante varios años quedaban investidos, modestia aparte, de una especial sabiduría en el arte de gobernar.

Del Portillo fue votado por la totalidad de los electores excepto su propio voto. Lo mismo ocurrió con Echevarría que fue “señalado” por Del Portillo y finalmente, lo tenemos como Prelado a Mons. Ocariz quien, a su turno, fue “señalado” por Echevarría.

Si se consolida la costumbre descrita el Prelado actual “señalará” a Mons. Fazzio quien, por razón de su cargo ostentará, el título de Protonotario Apostólico Supernumerario con el tratamiento de Reverendo Monseñor. De este modo el Opus continuará consolidándose como un lugar inhóspito para la libertad y el disenso.

Los sucesores de Escrivá han gobernado con una firme fidelidad al fundador, pero por una finísima ironía de la historia dirigieron al Opus a un choque frontal primero con “Iuvenescit Ecclesia” (14.06.2016) luego con “Praedicate Evangelium” (19.03.2022) y, finalmente, con “Ad charisma tuendum” (22.07.2022) dejando a la institución al borde de una cirugía mayor.

El principal artífice de este curioso derrotero fue Mons. Del Portillo quien, olvidando su profesión de ingeniero, se percibió como un fino jurista encajando al Opus en una estructura jurídica exclusiva para sacerdotes. Luego vino la etapa del relato. Había que demostrar que Napoleón ganó en Waterloo.

Siendo estos los hechos, el poder en el Opus es el propio de un sistema autoritario; más aún, demostrar lo contrario resulta un ejercicio intelectual condenado al fracaso. El pensamiento crítico sobre la institución se encuentra rigurosamente tutelado – no así sobre la Iglesia, los Papas y los Obispos - mientras que el pensamiento libre y crítico es expulsado como si se tratara de una repulsiva herejía.

Hay un ejemplo reciente particularmente claro; Luis Felipe Navarro, rector de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, un versado canonista, realiza una interpretación del Motu Proprio papal tan insólita como escuchar a Rafael cantar “My way” cuando uno esperaba oír a Sinatra. ¿Habrá pensado el ilustre rector que si no se alineaba con el criterio oficial le aplicarían la regla fundamental?

Los efectos de este particular régimen de gobierno del Opus fueron destacados por Ruiz Retegui: “Una de las consecuencias más extrañas de esta situación es que los criterios morales cambian. Ya no es sobre todo la persona la que debe ser respetada. Ahora la institución se alza como referencia absoluta y suprema. Cualquier opinión sobre las limitaciones o defectos de la institución es considerada como falta grave, merecedora de los más severos castigos. Se renueva al viejo delito de "lesa majestad" del antiguo régimen que era considerado gravemente disolvente de la comunidad humana”.

Ocariz acaba de exigir docilidad en la reciente tertulia celebrada en Barcelona; es decir, hay que aceptar hacer lo que se manda y dejarse educar de modo que todos en posición firme, con pensamiento único y siguiendo instrucciones. ¡Qué facilidad para gobernar tiene el Protonotario Apostólico Supernumerario!

Gracias a la aplicación rigurosa de la regla “obedecer o marcharse” ni los sacerdotes ni los cooperadores orgánicos que revisten como numerarios o numerarias, numerarias auxiliares, agregados o agregadas y supernumerarios o supernumerarias tienen la preparación intelectual mínima para ejercer un juicio crítico sobre los defectos más evidentes de la institución incluso aquellos que van abiertamente contra la ley de la Iglesia. Lo más agudo que dirán será: hay que hacer lo que dijo nuestro santo fundador. En realidad, no saben ni pueden hacer otra cosa porque sencillamente están inmersos en una subcultura religiosa aislada y aislante.

Entonces, se llega al nudo de la cuestión: la Santa Sede se enfrenta con el dilema que plantean los regímenes autoritarios: o se los permite o bien se los derrumba. No caben medias tintas, no hay lugar para “liftings”.

Las medidas tomadas por el Papa Francisco constituyen un avance extraordinario en la clarificación de la Prelatura como un ente refinadamente clerical que se encuentra bajo la competencia del Dicasterio para el Clero al que son ajenos los laicos desmantelando así las disparatadas construcciones internas. A lo que se suma que años antes el Cardenal. Muller había fulminado las ensoñaciones episcopales de Escrivá y sus sucesores en “Iuvenescit Ecclesia”.

La última línea de defensa que tiene el Opus es conservar la regla “obedecer o marcharse” y sus complementos: aislamiento y abuso de poder sobre las conciencias. En esta materia, si la reforma va en serio, el choque con la Santa Sede es inevitable.

Thelonius Monk