En el Opus Dei te tratan bien si saben que has testado a favor del Opus. Si no, te desprecian. Habida cuenta de que en España no es obligatorio acudir a un determinado notario, sino que se puede acudir libremente a cualquiera de los varios miles que hay en la geografía española, mi consejo es este para quienes seáis numerarios o agregados y no queráis testar a favor del Opus Dei o de alguna de las sociedades opacas interpuestas, pero que no queráis sufrir el ostracismo consiguiente a no testar a favor del Opus.

Esto es lo que os propongo: Sin decir nada a nadie, iros a otra ciudad o aprovechad un viaje a otra ciudad y testad a favor de quien queráis, sin decir nada a nadie. No hace falta que os quedéis con copia del testamento para evitar que os la pillen.

Cuando fallezcáis, quizá perteneciendo al Opus, porque a las alturas que estáis habéis visto que es tarde para irse, se pedirá certificado al Registro de Últimas Voluntades, situado en Madrid, el cual, en dos semanas, dirá cuál es el ÚLTIMO testamento otorgado, que anula a los anteriores. Entonces, determinados abogados del Opus especialistas, como aves carroñeras, en ir tras la pasta de vivos y difuntos, se llevarán la desagradable sorpresa de que, tras ese testamento que hicisteis a favor de alguno de sus bodrios, hay otro posterior que lo anula y en el que aparece como heredero o legatario un familiar vuestro o una institución benéfica o de la Iglesia o lo que sea.

Pero no habrá más remedio que cumplirlo.

Os recomiendo que nombréis al efecto un albacea que sea de vuestra total confianza.

Predico con el ejemplo: Yo, al día siguiente de irme del Opus Dei modifiqué mi testamento. Pero creo que lo debería haber modificado mucho antes. Es lo que os recomiendo.

Y si alguna vez os pide el director copia de vuestro testamento, decid que no la tenéis y que ya la tienen los directores (aludiendo a ese testamento que hicisteis al dictado cuando hicisteis la fidelidad). Sobre el nuevo, ni mención. No existe.

De esa manera os dejarán en paz y esperarán amablemente a que muráis para llevarse la pasta.

Antonio Moya Somolinos