¡Malos tiempos para el Opus Dei!

La publicación de la constitución apostólica "Praedicate evangelium" sobre la reforma de la Curia romana, publicada el pasado 19 de marzo, acaba de borrar setenta años de esfuerzo de la Prelatura del Opus Dei, que soñaba con ser reconocida como parte integrante del sistema jerárquico estructura de la Iglesia Católica (del mismo modo, por ejemplo, que las diócesis). El Papa Francisco ha decidido lo contrario: el Opus Dei estará bajo la Congregación del Clero y no de los obispos. La Prelatura se ve relegada a la condición de asociación de clérigos, no sin dejar actualmente a sus laicos en una “tierra de nadie” jurídica bastante confusa. Tenemos derecho a preguntar cómo los laicos, que representan alrededor del 98% de la Prelatura, pueden depender de una Congregación para el Clero...

También es significativo que Fernando Ocariz, el actual prelado del Opus Dei, no haya sido nombrado obispo, a diferencia de sus dos predecesores, aunque ocupa este cargo desde 2017. El Papa Francisco confirma que la Prelatura no es el equivalente a un obispado, ni mucho menos, y no requiere un obispo a la cabeza. No es un secreto que el Opus Dei no goza de la misma benevolencia del actual pontífice que en su tiempo le otorgó Juan Pablo II... Este último, que mantuvo relaciones más que cordiales con Álvaro del Portillo (sucesor de Escrivà de Balaguer, fundador del Opus Dei), vio en la Obra la punta de lanza de su nueva evangelización. Como los Legionarios de Cristo, al menos hasta que se descubrieron las bajezas de su fundador,

También habremos notado, en la exhortación apostólica "Gaudete et exsultate" de 2018 (dedicada a la llamada universal a la santidad y a la santificación de la vida cotidiana), que el Papa Francisco no hace la menor referencia al fundador del Opus Dei. Este último, sin embargo, afirmó haberse anticipado al Concilio Vaticano II sobre este tema, presentándolo como la esencia misma de su fundación. Por parte del Papa jesuita que fácilmente admite ser “a po furbo”, será difícil atribuir esta omisión a una simple distracción. Pero esta no es la noticia más reciente relacionada con el Opus Dei. Lo que le da muchos motivos para preocuparse es la denuncia que recientemente llegó al Vaticano, firmada por unas cuarenta mujeres argentinas, ex numerarias auxiliares de la Obra. Son numerarias auxiliares dentro de la Prelatura aquellas personas -exclusivamente mujeres- que se ocupan a tiempo completo del mantenimiento de los centros y del servicio a sus miembros: recepción, limpieza, lavandería, restauración, etc. Describen una vida cotidiana cercana a una forma de esclavitud como la que hemos conocido en otros tiempos en Irlanda con las “Casas de la Magdalena”, de siniestra memoria.

Juzguen un poco: hasta quince horas de trabajo por día, en su mayor parte no remuneradas (y esto, seis días a la semana) ;salario pagado íntegramente al Opus Dei; ausencia de cobertura social o aporte a servicios estatales ad hoc; monitoreo permanente; relaciones familiares deterioradas (incluida la muerte o el matrimonio de uno de los padres); imposibilidad de reclamar una forma de desarrollo social o profesional. Pero aún así: obligación de confesión semanal con un sacerdote designado por la Prelatura; mortificaciones corporales (cilicio y disciplinas); múltiples prácticas de piedad sin dejar tiempo libre personal (misa diaria, rosario, varios tiempos de meditación, examen de conciencia, etc.)

Algunos no dudan en hablar de "tráfico de seres humanos": la mayoría de ellas de origen modesto o pobre, denuncian las visitas que realizan miembros del Opus Dei a sus familias para hacerles creer que las van a escolarizar pero que normalmente se reducirá a prácticas como empleadas domésticas -que no acredita ningún título oficial- dentro de los centros de la Obra. Captadas en su mayor parte a la edad de trece o catorce años, no sólo constituyen una fuerza de trabajo interesante, gratuita por supuesto, sino que son rápidamente convencidas por los ejecutivos o sacerdotes de la Obra de una "llamada", de una "vocación" a santificarse en estas tareas domésticas dentro del Opus Dei.

Lejos de sus hogares, a veces enviadas a otros países -donde generalmente no son declaradas- se encuentran como rehenes de una institución que las utiliza a su antojo. Su bajo nivel de instrucción las hace incapaces de impugnar el embargo al que están sujetas, sobre todo porque está terminantemente prohibido cualquier comunicación con otros sobre su estado, hasta el punto de ser objeto, si es necesario, de gravísimas amonestaciones. En cuanto a los que parecerían querer dejar la Obra, están amenazados, en sentido literal, con las penas del infierno por traicionar su vocación sobrenatural que otros les han “discernido”…

El bochorno de los responsables de Comunicación del Opus Dei salta a la vista: “Aquí y allá puede haber alguna carencia, ¡pero todo eso ya está regularizado! o: “Hemos aprendido de nuestros errores” o: “Estamos dispuestos a pedir perdón si alguna gente se sintió herida…”.

La realidad es que la práctica es antigua. Recordemos el episodio de Catherine Tissier, habiendo obtenido una sentencia en Francia a su favor contra la Ecole hôtelière Dosnon, directamente vinculada al Opus Dei: inscrita en esta escuela en 1985 a los catorce años, víctima de lo que ella llamó un “verdadero lavado de cerebro”, a los 29 años de edad sufre una severa depresión debido a su régimen de vida en la Obra. Con un peso de tan solo 39 kilos, su madre tendrá que amenazar a las autoridades del Opus Dei con presentar una denuncia por "no asistencia a personas en peligro" para poder descansar unos días con su familia y escapar así de la influencia de la institución.

En España, cuna del Opus Dei, varias auxiliares exnumerarias también tendrán que recurrir a la amenaza de denuncia a las Cortes por "trabajo encubierto" para obtener una compensación económica por los años de trabajo servil pasados dentro del 'Opus Dei.

Apostamos a que las autoridades del Vaticano, que nunca reaccionan demasiado rápido, tomarán en serio las acusaciones de estas mujeres que han sido explotadas, para algunas de ellas, durante muchos años.

Además, sería bueno que los cientos de denuncias que habían llegado a Roma por "aberraciones sectarias" en el seno del Opus Dei fueran finalmente objeto de una visita apostólica, como ha sido el caso de otras instituciones contrarias al derecho canónico y, más ampliamente, con lo que mandan la justicia y la caridad. Golias

Artículo completo en francés publicado en Golias