(Chicos del Apostolado de la Opinión Pública, no os molestéis en mirar en los ficheros)

Leyendo el breve comunicado que Fernando Ocáriz envió a sus seguidores hace días, a mi modo de ver, la frase que explica todo es: “Habréis tenido noticia de que el Papa Francisco ha aprobado esta mañana la Constitución Apostólica Prædicate Evangelium, con la que se procede a una reorganización de la curia romana, por la que os invito a rezar”. No es menor esta frase, y como nunca dan puntada sin hilo, está bien claro que les ha incomodado muy mucho esta nueva reubicación. Porque si no, no tendría sentido escribirla si les hubiesen dado todo lo que piden. Algo deberían sospechar cuando a Fernando Ocáriz no le hacían Obispo.

Produce cierta agonía ver como tras 94 años de andadura de esta organización religiosa, todavía no hayan encontrado su lugar bajo el sol. No deja de ser esto un claro síntoma que no saben ellos mismos ni quienes son ni adonde van. Si verdaderamente fuese todo de inspiración divina no cambiarían tanto, basta ver su historia para darse cuenta. El problema es que la soberbia, la manipulación, la mentira y el marketing impregnan desde siempre su modo de proceder para esconder estos continuos cambios de estructura y justificar sus actuaciones.

Y no encuentran su lugar bajo el sol, porqué también la Iglesia no sabe bien dónde ubicarlos. Si fueran sinceros sabríamos qué son verdaderamente y adonde van. No están centrados. Dicen ser laicos, pero hacen vida religiosa. Dicen hacer apostolado de la inteligencia, pero en la práctica hacen proselitismo agresivo fundamentalmente en capas sociales influyentes y bienestantes y sobre todo a adolescentes y sus familias. Les gusta mucho el dinero, porque saben que el dinero es poder. Si los comparamos con otros movimientos, como los Focolares -por cierto, dirigidos siempre por una laica-, la Comunidad de San Egidio, etc., éstos no se han movido desde donde nacieron, son claros sus objetivos y encajan bien en el ordenamiento de la Iglesia. Por otro lado, estas deficiencias se ven también en los colegios que son pero no son (otro ejemplo de falta de centrarse: ¿por qué no dicen claramente que los dirigen ellos?); colegios, por otro lado que se preocupan más del proselitismo que en dar buena educación. Por todo ello, no es extraño que al final el Papa los coloque donde crea más conveniente, aunque no les guste. Pero claro, después dirán que el problema es que no se les entiende…

Tampoco ayudan nada los escándalos que van floreciendo, fruto de esta falta de centrarse, estructura fundacional y definición del movimiento. A la gran injusticia de las nax que al final les han denunciado en Latinoamérica -y Francia, donde fueron condenados-, hay que sumar los escándalos de los políticos, por lo menos españoles, que proclamaron a los cuatro vientos su pertenencia a esta organización religiosa y que han acabado en los tribunales: Trillo y el escándalo del Yak42 y los escándalos cuando era embajador en el Reino Unido (como las famosas paellas del señorito o la denuncia de una Secretaria de la Embajada por acoso laboral donde el Sr Embajador fue absuelto); Fernández Diaz imputado por espionaje, a pesar de Marcelo; Cotino (epd) imputado por corrupción y malversación en tres ocasiones; Pedroche y su tarjeta black que usó sin rubor en pastelerías de élite en Madrid y para comprar arte sacro para sus Centros, y además imputado por la emisión de participaciones preferentes para tapar, presuntamente, la insolvencia de una entidad bancaria. Todo ello muy sintomático que el Opus Dei tal como fue pensado, no funciona. Todo ello, a mi parecer, porque no saben lo que son ni lo que quieren en el campo religioso. En el campo social, saben muy bien lo que son y lo que quieren.

No deja de ser llamativo que ahora dependerán, al menos en la Curia, de un Dicasterio presidido por un Obispo focolarini, coreano.

Ya se ha dicho de todos modos y maneras, pero por mucho que se repita nunca se banalizará: el Opus Dei ha hecho un daño grandísimo, gravísimo, escandaloso e irreparable a miles de familias, patrimonios, vidas, personas. Que Dios les perdone.

Matías Herrera