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 Correos: El ritual del comedor.- JasonJonas

030. Adolescentes y jóvenes
JasonJonas :

Durante mis años en el Opus uno de mis mayores distractores para ir sobreviviendo el ser numerario era el suceso “comedor”. Pudiera considerarse algo trivial, pero para mí el comedor era mucho más. Y la razón era muy sencilla: Al ser atendido por mujeres canalizaba allí mi atracción hacia el sexo opuesto como numerario (sin ser un comentario discriminatorio hacia cualquier pensamiento en función de géneros o cualquier otra manifestación que se considere al respecto).

Independientemente de los estándares que impone la sociedad sobre la belleza -la belleza clásica o las que surgen en tendencias de moda- todas las numerarias auxiliares para mí eran bellas. Y también, en el marco amplio de los gustos del ser humano, había numerarias auxiliares que me atraían particularmente.

Más allá de lo que nos indicaban acerca de no mirarlas -y aunque mis miradas francamente no eran descaradas- yo trataba de hacerlo en el comedor. Para mí era el contacto visual hacia las mujeres -sin ningún aspecto lascivo- dentro del único momento “permitido” que suponía yo tener para ello, que era al menos estar en el mismo espacio por cierto tiempo (lo mencionaba en algún otro correo).

Así pues, un evento tan ordinario como el mero acto de desayunar, comer o cenar, se volvía para mí todo un acontecimiento. Eran momentos en que podía sentirme “un tanto conectado” en mi juventud con el sexo opuesto, en esa estrecha y paupérrima visión Opusina de la realidad que tenía siendo numerario. Incluso me era lastimoso el vivir en alguna casa donde esto no se diera de forma recurrente (por ejemplo, donde no servían el desayuno o la cena).

Nuevamente me detengo un poco a la reflexión de que este tipo de consideraciones sobre algo que pareciera normal (trato entre hombres-mujeres, comedor, personas departiendo, personas sirviendo, etc.) me reflejan lo anormal que era yo como numerario, al buscar de esta única manera una cierta “relación” con las mujeres.

Claro que en la universidad o en el trabajo convivía con ellas, pero esa convivencia -siendo numerario- no era normal: Cada vez que hablaba con alguna compañera me sentía nervioso, comprometido y amenazado en esa inseparable obligación de “cuidar mi preciosa y eterna vocación al Opus” (y no era porque fuera penoso, simplemente el corazón me retumbaba al pensar todo el tiempo que no debía hacerlo). Por ello el ritual del comedor para mí era ese espacio “dentro de casa” que en muchos aspectos me ayudaba a equilibrar mis pensamientos, sentimientos, emociones e ilusiones que un joven a mi edad consideraría completamente normal acerca de lo que supone sobre la atracción, el amor, el romance, el enamoramiento, etc.

Así discurría un aspecto más de mis anormales días dentro del Opus. En donde me tocara vivir -pequeño o grande que fuera el comedor- yo vivía este ritual: La espera antes de entrar, la selección de la mesa en donde pensaba que atendería tal o cual numeraria, la expectativa en su salida, la sorpresa de ver caras nuevas, los tiempos entre platos, el postre que deseaba no acabara y la bendición final en la que ya no salían más… Todo ello para poder observar a las numerarias auxiliares que a veces -muy pocas ciertamente- recibía miradas recíprocas que humanamente también comprendía (me daban la impresión de tener el mismo sentimiento que yo tenía, ese que aprisiona el corazón al verse atrapado en aquellas circunstancias que realmente uno no deseaba). Y así, al término de cada ritual, esperaba las horas para el siguiente encuentro.

Y de ese ritual más de alguna ocasión quedé prendado de alguna numeraria auxiliar, más de alguna vez deseaba que saliera por la puerta o el pasillo por el que atendían, más de alguna vez hacia lo imposible en mi horario para acudir a comer “en casa” porque pensaba que me la encontraría nuevamente, más de alguna vez rezaba particularmente por ella y más de alguna vez fantaseaba inocentemente en que estaríamos juntos en el cielo, en aquel amor de juventud que para mí nunca sería realidad siendo del Opus… (esta misma conducta la veía reflejada en otros numerarios, pero para no generalizar, las refiero como algo única y meramente personal).

Hoy en día el ritual del comedor lo recuerdo con sentimientos encontrados: Por un lado admiro la encomiable labor de las numerarias auxiliares en esta triste maquinaria del engaño Opusino (aún más siendo discriminadas en todos los sentidos), y por otro lado -de lo que ellas no tiene absoluta responsabilidad- el suceso “comedor” es para mí un triste recordatorio de lo que un joven como yo vivía como única posibilidad de experiencia sentimental. Y es que, como tantas cosas más dentro del Opus, estos eran comportamientos hasta cierto grado patológicos (enfermedad de la consciencia al vivir manipulado sin realmente saberlo) y a su vez completamente patéticos por ser un numerario del Opus.

Hoy a ti amigo numerario, amiga numeraria, ¿te pasa lo mismo? Por más que escondas tu realidad dentro de los “convenientes enunciados vocacionales” que te machacan tus autonombrados “oráculos divinos”, ¡sal del Opus!, ¡sal! ¡No lo pienses dos veces! No te veas enclavado en estas lamentables formas de vivir tu juventud y cristianismo.

JasonJonas


Publicado el Wednesday, 08 September 2021



 
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