Una pequeña aclaración a Antonio Moya respecto de un párrafo de su escrito del viernes 25; decía él: «San Pablo VI descanonizó a varias decenas de santos que en aquel momento figuraban en el santoral. El obispo Ossio de Córdoba, que presidió el famoso concilio de Nicea en el año 324 hubo un tiempo en que estuvo en el santoral y luego fue descanonizado. Y no pasa nada.»

En realidad no es exactamente así, la Iglesia, de momento, no ha descanonizado a nadie.

La canonización es el procedimiento con el que la Iglesia dictamina, lo más objetivamente posible, si una determinada persona entra dentro de la imagen de los salvados en Cristo, y por tanto puede ser propuesto como modelo de santidad para todos los fieles. Nace en el siglo X (el primer procedimiento de canonización romano con pretensiones de ser para la iglesia universal es del 993: San Ulrico de Augsburgo, canonizado por el papa Juan XV), y se va perfeccionando hasta reemplazar en el siglo XVI (con la creación de la romana Congregación de Ritos, año 1588) a todos los métodos anteriores para proclamar la santidad, que eran métodos locales, ligados a la opinión de la pequeña comunidad diocesana, al obispo de turno y a la costumbre del culto.

¿Qué pasa con todos los santos que no han pasado por un procedimiento de canonización (es decir, los anteriores a 1588 o los que aparecieron en paralelo a la larga historia de la canonización, entre los siglos X y XVI)? Entre esta cantidad están los más importantes: los santos bíblicos (¡la Virgen, los apóstoles!), los mártires y santos de los primeros siglos, los padres de la Iglesia... ninguno de ellos ha sido canonizado nunca.

La Iglesia se ve en un brete: si los pretende "canonizar", carece de la documentación sobre ellos que el procedimiento requiere, y si se pone estricta con el culto solo a los santos canonizados, nos quedamos sin santoral...

Entonces la propia Iglesia admite la validez de las canonizaciones espontáneas y populares anteriores al siglo X y para los santos surgidos entre ese siglo y el 1588 tiene el procedimiento de la "confirmación de culto", que no es un proceso estricto de canonización sino, como se la suele llamar, una "canonización equivalente", es decir, se estudia lo estudiable de la vida del santo, y se llega a un juicio prudencial acerca de la autenticidad cristiana del culto al santo.

A los santos cuyo culto ha sido confirmado se los sigue llamando "santos" pero en realidad son beatos, es decir, el equivalente de una canonización de valor local.

Todos ellos, los santos de los 10 primeros siglos, los de culto confirmado y los de canonización regular, se inscriben en el "Martirologio Romano", cuya última gran edición (seguida por supuesto de revisiones) es del 2001.

Pablo VI, y no solo él sino ya desde el siglo XIX, lo que hizo fue quitar del catálogo (el Martirologio) aquellos santos antiguos cuyas hagiografías no cumplieran con unos mínimos criterios de historicidad, pero nunca descanonizó a nadie cuya canonización haya sido regular

Esa olla aun no se ha abierto, y no sabemos si huele mal o bien. Algunos en la Iglesia (¿interesadamente?) quieren que la canonización entre dentro del carisma de infalibilidad del Papa, y ciertamente lo parece a juzgar por la fórmula utilizada en la celebración.

Pero hay un punto central que hace imposible considerar infalible una canonización: la propia Iglesia ató el procedimiento a la investigación histórica, y por tanto no puede estar exento de la falibilidad propia de esa ciencia.

Pienso que la Iglesia puede perfectamente reconocer como viciada en origen, por la exclusión dolosa de testimonios, la canonización del Sr. Escrivá de Balaguer, y por tanto verdaderamente descanonizarlo... hay que ver el efecto dominó que se armaría, porque unos cuantos fundadores podrían ser sospechosos de investigación parcial y tendenciosa. Pero en fin, la verdad nos hará libres, y el día que nos veamos libres de santos inventados, lo seremos verdaderamente más.

Martys