Antes que nada quiero enviar un afectuoso saludo a quienes participan en este foro. Llevo mucho tiempo leyendo Opuslibros y la verdad es que me han prestado una gran ayuda siempre. Mi historia es similar a la de muchos aquí: hijo de supernumerarios, fichado antes de los 15, muchos años como numerario en los que he sufrido un gran abuso de autoridad por parte de varios directores y ahora, afortunádamente ya fuera de esa secta.

Luego de leer el testimonio de mis 43 compatriotas ha brotado en mí un sentimiento de profunda indignación por la injusticia a la que han sido y siguen siendo sometidas. Es una verdadera trata de personas que merece una condena sin atenuantes. Repasando mi vida como "señorito" en centros de Argentina, no dejo de reprocharme mi ceguera y candidez. ¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta de la explotación a la que eran sonmetidas? ¿Cómo podía parecerme normal que me sirvieran la comida y la cena vestidas de uniforme y cofia? No era nada sencilla nuestra vida: no faltaban las vajillas de porcelana, los finos manteles almidonados y los cubiertos de plata. Ni hablar de los deliciosos manjares que se nos ofrecían. Con la perspectiva que dan los años, solo quiero pedirles sinceras disculpas a cada una. Como atenuante puedo decir que solo fuí un director local y no sabía-como sé ahora-la aberración que estaba sucediendo en mis narices. Por otro lado, no tenía potestad de cambiar nada, allí yo era también una víctima.

He conocido de cerca a los Sres. Fazio y Urrestarazu, su actuación en relación a la dramática muerte del P. Danilo Eterovic fué patética y habla por sí misma del tipo de personas que son. Muchas veces me he preguntado cómo este tipo de individuos tan averiados puede hacer carrera y llegar a puestos tan importantes y la verdad es que sigo sin entenderlo. He escuchado la entrevista a Sebastián Sal que ha compartido Agustina. Quiero felicitarle por su magnífica exposición. No es de extrañar que el Sr.Urrestarazu no haya querido recibirle. Es seguro que tendría actividades más importantes como tomar el té con tetera de plata, jugar al tenis o reunirse con grandes empresarios para buscar obtener lo que realmente le importa: el poder y el dinero.

Creo que la Iglesia debe dar un corte radical a estos abusos y obligar al Opus a pefir perdón y reparar el daño causado. Dinero para hacerlo no les falta.

Bonaerense