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 Tus escritos: Las 43 chicas argentinas.- Antonio Moya Somolinos

077. Numerarias auxiliares
Antonio Moya :


Las 43 chicas argentinas

Antonio Moya Somolinos, 9/06/2021

 

En mi anterior colaboración prometí tocar este tema. Es uno más de los múltiples jardines a que ha llevado al Opus Dei la extravagancia de Escrivá, perturbado e ignorante donde los haya, y el fanatismo de los del Opus, a imagen y semejanza de Álvaro del Portillo y de Javier Echevarría, que gracias a Dios, ya nos preceden en el Reino de los Cielos por la misericordia infinita de Dios, que si no...

Cualquiera que oiga o lea con serenidad el montaje de las numerarias auxiliares o lea la Regula Interna pro Administrationes (que yo creo que la tiene descargada todo el mundo y que da vueltas por todo el espacio sideral de Internet) pensará que un tornillo, por lo menos, no le funcionaba a san Josemaría. Por no pensar cosas peores...



En qué cabeza cabe plantear que por vocación divina una persona va a dedicarse al servicio doméstico de unos señoritos, hijos espirituales del marqués emérito de Peralta, trabajando hasta la extenuación, sin un minuto libre, sin sueldo, sin seguridad social, sin una normal promoción profesional. Y que las que cobran algo de dinero, se lo retienen porque como el Opus es su familia, pues al talego la pasta.

La vocación divina es igual para todos, es la vocación universal a la santidad, que nos ha recordado el concilio Vaticano II y que viene suficientemente explicitada en las cartas de san Pablo. Todo lo que se salga de esto no merece llamarse vocación, y menos un modo de vida en el que injustamente no se le paga al trabajador/a su salario y so capa de vocación se le tiene poco menos que esclavizado/a, como es el caso de las numerarias auxiliares.

A los numerarios siempre se nos decía que a las numerarias auxiliares ni se las ve ni se las oye, y que eran como nuestras madres y nuestras hermanas y que son como ángeles.

Yo no he tenido hermanas, pero sí madre, y siempre que he podido le he manifestado mi cariño y mi afecto. Siempre me extrañaron unas madres como las que nos planteaban en el Opus. En cuanto a lo de que son como ángeles, alguna vez hice alguna prueba para ver si eso era verdad y, en las comidas, alguna vez hice comentarios divertidos o jocosos sobre lo que se estaba hablando en ese momento. Vaya, comentarios que podríamos calificar de surrealistas o disparatados, de esos que provocan que se te atragante la comida por la carcajada. Pude darme cuenta en varias de estas ocasiones de que, además de los numerarios que ocupábamos el comedor, la numeraria auxiliar que nos servía la comida tampoco podía reprimir la risa y se metía corriendo en el ofice. O sea, que era una chica normal, de carne y hueso, nada de ángel. Ya me parecía a mí, porque yo, que además de espiritual, soy material, debo reconocer que no conozco tan bien el mundo angélico como Antonio Royo Marín, pero estaba convencido de que las numerarias auxiliares eran seres humanos, como yo, por más que los directores o los curas numerarios entendieran que pertenecen a alguno de los nueve órdenes de la jerarquía celestial de los que sabiamente habla el doctor angélico.

Hace algunos años hablaba yo por teléfono con una prima mía numeraria auxiliar, lo que me sirvió de primera mano para conocer un poco cómo son. Ella me resumía su vida diciendo que esta era un verdadero "terremoto", o sea, ni un segundo libre y todo corriendo. Pero me lo decía contenta, como quien ama la vida trepidante. Debo decir que mi prima era todavía joven. No sé si actualmente seguirá entusiasmada con su vida trepidante. No lo sé porque desde que dejé el Opus no he vuelto a tener noticia de ella.

De todas formas, ese ritmo trepidante de 15 horas diarias de trabajo a toda mecha sí me ha recordado la mili, que la hice, en la fase de instrucción, en Armilla, en el IMEC de Aviación. Los tenientes formadores nos decían que siempre que fuéramos por la plaza de armas de una parte a otra, debíamos ir corriendo. Por otra parte, el horario del periodo de instrucción era extenuantemente apretado. ¿Por qué?

La razón me la dio un día un teniente que en tono amenazador, no sé a cuento de qué, me preguntó en una ocasión para qué tenía yo la cabeza. Al responderle yo que para pensar, me rectificó a voces diciéndome: "No, señor Moya, la cabeza está para llevar la gorra".

En el mundo militar más estricto no hay tiempo para pensar, sino para obedecer ciegamente. En toda organización en donde no convenga pararse a pensar, lo mejor es imprimir velocidad, estrés, trajín, hasta la extenuación, de modo que cuando paras es para dormir sin dar lugar a pensar ni un minuto en la cama antes de conciliar el sueño.

No sé por qué, pero ese "terremoto" continuo también lo percibí en mis últimos años en el Opus, en Córdoba (no la de Argentina, sino la sultana y mora), concretamente en la Peña del Águila, una casa de retiros situada en el término municipal de Almodóvar del Río. Como Córdoba tiene solo 300.000 habitantes, es en el fondo un pueblo en el que todo se sabe, y yo sabía que las numerarias auxiliares de la Peña llevaban un ritmo de trabajo agotador que trascendía de los muros de dicha finca. Curiosamente, siempre que iba ahí de curso de retiro o de curso anual o para atender alguna actividad de supernumerarios, me fijaba que las que salían a atender el comedor tenían cara como de tristeza o de susto. Como si tuvieran un problema o sencillamente no fueran felices. Igual es una apreciación mía subjetiva, pero es algo que me llamaba la atención.

Yo, ante las numerarias auxiliares siempre me he sentido incómodo porque ante ellas tenía que adoptar el papel de señorito, distante, que se deja servir. Desde siempre, cuando voy a un bar o a un restaurante, me gusta enrollarme con los camareros o las camareras y gastarles bromas que les hagan reír o iniciar con ellos una conversación. Sobre todo me gusta que me tuteen. Es decir, todo lo que pueda contribuir a que quede claro que ellos cumplen su trabajo y yo el mío, iguales en dignidad, todo lo contrario a que dé la impresión de que ellos me sirven a mí. En general no suelo dar propina para que no se sientan humillados con lo que pudiera tener apariencia de limosna.

Siempre he querido hacer lo mismo con las numerarias auxiliares, pero eso es algo prohibidísimo, pues estábamos a 5.000 kilómetros de distancia y siempre se nos dijo que "entre santa y santo, pared de cal y canto", afirmación que no me consta que la haya dicho nuestro Señor, al que acompañaba una pandilla de chicos y chicas, a quienes la tradición piadosa de la Iglesia ha denominado "los discípulos y las santas mujeres", aunque en realidad era una pandilla que se lo pasaban bomba con el Señor.

Lo único que me cabreaba de las numerarias auxiliares eran los turnos de limpieza. En mis 42 años en el Opus Dei nunca logré enterarme de por dónde pasaba primero y por dónde pasaba después la Administración en su plan diario de limpieza. El resultado es que yo me veía siempre corriendo de una parte a otra del centro sin saber por dónde tenía que ir para que no me pillase la Administración, que no sé cómo se las apañaba, pero siempre me iba pisando los talones mientras yo huía y huía por el interior del edificio.

No me extraña que a la vuelta de los años la bola haya explotado. Sabemos que son ya pocas las que pitan de numerarias auxiliares. Sabemos que son una especie a extinguir. El rollo anacrónico de Javier Echevarría en el que nos decía que hoy día las numerarias auxiliares son universitarias, sabemos que, salvo alguna excepción, es una milonga todavía más anacrónica que lo que siempre han sido, chicas medio engañadas con un espejismo de promoción profesional que a la vuelta de los años solo se traduce en un exceso de trabajo, un mundo reducido, una soberana comedura de tarro medio mística, ni una peseta en el bolsillo, ni seguridad social, ni sueldo justo y ni jubilación. La única salida de las numerarias auxiliares que hay en España mayores de cierta edad, por no decir ancianas, es la de "para lo que me queda en el convento, me cago dentro", pues por no tener, no tienen ya ni familiares que les acojan, y viven recluidas como monjas ancianas en casas de retiros esperando una muerte cercana tras una vida engañadas.

Me pregunto yo: ¿Cómo es posible que se pueda tener así a una serie de personas sin pagarles un salario justo y sin darles el derecho a una seguridad social y a una jubilación? Si no se procura facilitar estos derechos, en cierto modo se les está cercenando la libertad de poder irse libremente si lo desean. La independencia laboral y económica es esencial para quien se vincula a una organización de tipo religioso. ¿Tan difícil es entender esto? ¿No son estos, acaso, los más elementales Derechos Humanos y el más básico amor a la dignidad humana que todo cristiano debe respetar en los demás?

San Josemaría era miope, pero sobre todo era miope intelectualmente, sin la más mínima proyección de sus ocurrencias en el tiempo. Creyó que dejaba todo "atado y bien atado" y se las dio de místico diciendo que tenía "certeza" de que en el Opus Dei no ocurriría ningún terremoto cuando él muriera. Yo diría que más que miopía lo que tenía era falta de fe, pues se apoyaba en dos fanáticos para estar seguro de que sus ocurrencias permanecerían en el tiempo. No soñaba ni por asomo en Internet ni en las comunicaciones globales instantáneas. También pensaba que sus "hijas pequeñas" eran poco menos que sus hijas tontas. No imaginó que la mujer, afortunadamente, empezaría a lograr cotas de libertad que él nunca aceptó. Incluso prohibió a todas las numerarias y numerarias auxiliares que usaran pantalones, algo que hoy día vemos como de opereta.

Mira por donde, a la vuelta de los años, las personas más humildes, las que para él eran más inofensivas, son las que han plantado cara a todo el poderío del Opus.

Yo ya sabía que el Opus en Argentina iba muy mal. Desde unos 6 meses antes de irme del Opus Dei, un numerario argentino, Alejandro Uteda, a quien también habían hecho el vacío, como a mí, me empezó a enviar correos electrónicos desde Buenos Aires al enterarse de mi situación. El me abrió los ojos, él me contó el tipo de persona que es Mariano Fazio, él me habló de Danilo Eterovic, me contó la debacle de los centros del Opus Dei de Argentina, que se estaban quedando vacíos por momentos. Pude comprobar que todo lo que me decía era rigurosamente cierto.

Alejandro murió de un infarto el día de la Virgen del Pilar de 2016. Nunca le agradeceré bastante lo que ha hecho por mí. Sus correos los conservo como oro en paño. Las conversaciones por whatsapp cuando en España eran las 12 de la noche y en Buenos Aires unas 8 horas menos, las recuerdo con verdadero cariño. Alejandro sufrió mucho viendo el desmoronamiento de sus ilusiones a su alrededor, la poca caridad que había (y hay) en el Opus Dei. No me extraña nada que ahora haya explotado este escándalo con las 43 numerarias auxiliares. Podía haber explotado por cualquier otro lado, porque el Opus lleva metido en malos jardines desde hace muchos años.

El Opus Dei podría dedicarse felizmente a lo que es su carisma, a promover, en un ambiente de libertad y respeto, la búsqueda de la santidad en la vida ordinaria y en el ejercicio del trabajo profesional, viviendo y dejando vivir, como se diría en el Principito, sin promover colegios ni escuelas-hogar, ni creando sociedades anónimas o limitadas interpuestas a modo de sociedades fantasma, sin ambicionar herencias de viejecitas piadosas incautas y forradas, sin crear fundaciones de dudosa transparencia, sin obras corporativas, sin inmuebles, sin imponer el director espiritual de cada cual, sin correcciones fraternas que son controles, teniendo claro que primero son las personas y luego las instituciones, que primero es la caridad, en segundo lugar la caridad y en tercer lugar la caridad. El Opus Dei podría no ambicionar carrieras eclesiásticas (hasta el felizmente jubilado Ramón Herrando vestía el fajín de monseñor) ni dignidades temporales, etc.

Pero ha preferido meterse en jardines mundanizándose y apartándose de su carisma. En los tiempos de la globalización y del Internet, lo de las chicas argentinas que le han plantado cara al Opus no va a ser una mera anécdota para echar tierra por medio una vez pase el nublado. Ya lo de la logia mafiosa P2, en tiempos de Álvaro del Portillo les dio algún disgusto, como años atrás el caso Matesa o el caso Rumasa. Pero ahora la cosa está más jodida por el dichoso Internet y porque hay un Papa a quien se le han ocurrido dos cosas: PRIMERA: Carta de 20 de agosto de 2018 en la que el Papa habla de que no son admisibles en la Iglesia los abusos de tres tipos: los sexuales, los de poder y los psicológicos. En cuanto a los primeros ya hay una norma promulgada, de 5 de mayo de 2019: Vos estis lux mundi. Sobre los otros dos, solo hay que esperar, pero sabemos que la política de encubrimiento de Juan Pablo II se ha terminado. El último caso es el de un obispo polaco más, emérito, destituido por el Papa hace poco menos de diez días. SEGUNDA: Es importante prestar atención a la carta Patris corde, del Papa Francisco, en donde habla de la castidad en un sentido global, mucho más amplio que el de la mera sexualidad. El Papa entiende la castidad como el afan de poseer a los demás. Es decir, el abuso, en términos globales, que incluiría el abuso sexual, pero también el de poder y el psicológico. El Papa va estrechando el cerco y fundamentando doctrinalmente sus decisiones. Parece decidido a meterle mano a todo lo que suponga ataque a la dignidad humana.

En los tiempos que corren, cuando todavía no se han recuperado del caso McCluskey, del caso Cociña o del caso Gaztelueta o de los casos de abusos en Chile o de las herencias en Argentina, les aparece ahora el caso de las 43 exnumerarias auxiliares.

Lo peor es que no quieren ver aunque tengan ojos en la cara. Y no quieren reconocer que como mejor se duerme es teniendo la conciencia tranquila en vez de negando la evidencia por defender a una institución corrupta en donde la persona nunca ha valido ni vale nada.

Irán de oca en oca y tiro porque me toca. Hasta que no den el frenazo y se decidan a cortar con todo esto no van a dejar de tener problemas. Basta ver la cara de amargado que tiene Ocáriz o la cara de falsa sonrisa que pone (cuando sonríe) para darse cuenta de que es lo más parecido al bombero torero: todo el día apagando fuegos y todo el día toreando. Eso no es vida, y menos si se sostiene, contra toda evidencia, que se está sirviendo a Dios, algo que cada vez menos gente cree, puesto que el mejor argumento del cristiano es el propio testimonio, como decía Pablo VI en Evangelii nuntiandi.

Enhorabuena a las 43 chicas argentinas que habéis tenido ese coraje. Dios os lo premiará. Os lo está ya premiando aunque solo sea porque desde todo el mundo os respetamos y os queremos por vuestra valentía y vuestra coherencia en defender vuestra dignidad. Estáis dando un ejemplo maravilloso de lo que es la doctrina social de la Iglesia en el plano de lo práctico. Las teorías que se las metan quienes todos sabemos por donde todos sabemos, si les cabe. Enhorabuena por ser mujeres de carne y hueso, no ángeles, con corazón, con sentido de vuestros derechos. La vida no es pérdida cuando todavía se pueden hacer cosas importantes. Y lo que habéis hecho es importante. Estáis ayudando a la Iglesia en sus necesidades, pues la Iglesia no necesita herencias ni limosnas, sino gente honrada que ponga coto a los hipócritas y sepulcros blanqueados y haga amable y creíble el mensaje de Jesucristo.

Bueno, lo dejo aquí. Otro día hablaré de José María Martínez Doral y de Bernado Robledo, que no se me olvida que lo tengo pendiente.

Antonio Moya Somolinos




Publicado el Wednesday, 09 June 2021



 
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