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 Tus escritos: La siesta, Escrivá y el espíritu del Opus Dei.- CRNUMEROBAJO

070. Costumbres y Praxis
CRNUMEROBAJO :

Una prueba (más) -que parece anedótica pero no lo es- de cómo es el espíritu del Opus dei y de cómo fue construido en torno a las personales peculiaridades de Escrivá es la siesta. Otro es la merienda, pero la podemos dejar para otro momento.

Se podrá pensar ¿Cómo? ¿De verdad? ¿La siesta? Sí, así es. La siesta es una prueba de muchas cosas: de cómo es el espíritu en su conjunto y de cómo se hace la praxis de ese espíritu, de cómo debe obedecerse a pies juntillas, de cómo se debe imponer a todos y todas, de cómo ése y solo ése es el modo correcto de hacer las cosas, de cómo, de no hacerlo así, se atenta a la unidad, aunque sea en algo “menor”. También es prueba de algo muy “interno”: cómo una nimiedad, e incluso una necesidad vital, hace de ese concreto aspecto, una categoría. Y lo hace de un modo solapado, discreto, no “oficial”; de manera que de puertas afuera no es algo importante, de puertas adentro en cambio, sí lo es.

Es, además, un hecho elevado a categoría sublimada por otros motivos: el ser algo querido y predicado por “Nuestro Padre” se transforma en una cuestión casi de espíritu (primigenio) y, por tanto, en cosa divina. Al serlo así, su incumplimiento es falta de espíritu y, por tanto, deviene en algo grave (sobrenaturalmente grave). A lo que se une, también, que las ganas de hacerla la convierte en gusto placentero que, como tal, debe ser sacrificado en el altar de la mortificación constante, en ofrecible para mostrar la rectitud. Añádase que como es una (particular) cuestión de San Josemaría, es no seguir su ejemplo y, por tanto, no es “camino reglamentario”, es falta de finura en el espíritu y es, en consecuencia, mostrar que se “está en mal plan”.

Por lo bajo te dirán que da lo mismo, que menganito o menganita la hizo siempre o que es una cuestión menor, o que no merece la pena discutir en este tema, o lo que sea. Si estabas enfermo la entonces permisible siesta era alivio, pero también síntoma y resultado. Estoy seguro que en el camino a los altares de muchos numerarias o numerarios de a pie este aspecto se revisa como indiciario de si merece la pena iniciar el expediente interno a favor o no…

Para quienes vimos, durante toda nuestra vida, a nuestros abuelos, padres y tías/tíos dormir la siesta con gozo y alborozo, con total tranquilidad, sin ningún recato ni sensación obscena, esto podría habernos chocado. Cómo ¿Qué San Josemaría era tan heroico que no la dormía porque era “perder tiempo de Dios”? Pero, en seguida, nos enseñaron que ese era el camino y que, por tanto, a luchar.

Ahora viene la realidad, la humana y natural realidad. Siempre me pareció absurdo e imposible. Para mí y para los demás. No digo que tuviera que ser obligatoria, pero desde luego, totalmente libre.

Como subdirector de grupo en el centro de estudios me tocaba ir buscando, en sus pasillos y habitaciones, a los numerarios que se dormían un rato tras la comida, tertulia rosario y antes de estudiar o ir a clase. Lógico, algunos no podían más. Se escondían para dormir hasta debajo de las camas. Otros, los que no dormían, se pasaban toda la tarde dormitando a ratos mientras trataban de estudiar, dañándose las cervicales en su vano intento de evitar los cabezazos sobre los apuntes de estudio. Quienes aguantaban, luego llegaban al rato de oración y se iban por esos mundos de Morfeo con gran serenidad, a pesar de las reconvenciones “cariñosas”. La cantidad de correcciones fraternas era grande sobre ese tema. Me tocaba decir que sí o que no. Absurdo.

En mi caso, la realidad es que nunca pude soportarlo. Me dormí en las teóricas de las milicias y me cayeron bastantes arrestos por ello. Me dormí en las clases de la tarde de la carrera, pese a que el aula no estaba cálida y el tema era interesante. Me dormí en todos los lugares donde estuve. Solo durmiendo una corta, pero suficiente, siesta era capaz de soportar las tardes con dignidad y aprovechamiento (y hasta alegría). Hubo convivencias de verano en que me dormí en todas y cada una de las tertulias de la tarde, al menos durante unos largos y plácidos minutos. Ni café ni nada podía evitarlo. Me cayeron correcciones todos los años (en esto hice callo). Cuando podía, me retiraba discretamente para, so capa de leer un rato, echarme una siesta real, de cama (pues los sofás estaban demasiado a la vista por la casa y siempre había un pelma dando vueltas). El rosario, tras la tertulia de la tarde, es un somnífero sólido, así que el paseo devenía en silla-sillón y ahí volvía Morfeo. Los cursos de retiro, al ser más pacíficos, permitían una siesta de una hora ya en la habitación, sin molestias intempestivas.

Pero tenían razón: la siesta es una cuestión de espíritu. Puede ser absurdo el empecinamiento escrivariano en que los numerarios no tienen tiempo para sestear y que, por tanto, no se contemple en el plan de vida o, al menos, se acepte sin esa negativa. Pero ese es el camino, el único camino. O aceptas eso o no aceptas nada. Por eso en cuanto casi parte de la luz, del espíritu fundacional, no tiene sentido ni lo uno ni lo otro. Así lo señalo como un síntoma profundo de la incompatibilidad vocacional y, más aún, de la inexistencia de lo “vocacional” en ese empeño voluntarista e impuesto de vivir el mandamiento del Amor en ese lugar y de esa forma. Pues la realidad es que cuando todo lucha contra la naturaleza no se puede consentir y aceptar, ni siquiera lograr.

CRNUMEROBAJO




Publicado el Friday, 07 May 2021



 
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