EPISODIO SEGUNDO. IMBRICACIÓN CON LA REGIÓN Y LA CIUDAD

Escena primera. La navarridad de la navarrensis.

Por más que no se pueda hablar de Navarra con identidad personal, la Universidad de Navarra no ha sido percibida por la primera como "su" Universidad. Quizá así fuera al principio… pero no duró mucho. Si así fue, lo fue por razones más de conexión geofísica y porque gran parte de su personal fue local. También por ser útil por su fin y porque, además, está hecho con gusto y hace bien las cosas. Pero ese clima de posible connivencia social, no muy construido, se fue resquebrajando paulatinamente desde los años 70 y se rompió del todo en torno a los años 90. Ahora los más conscientes la ven como un foco de desarrollo, los medianamente conscientes como un “bien” menor y una aportación al PIB y otros. Ahora lo veremos...

La pretenda o no, la imagen de “navarridad” y, con ella, el carnet de foralidad de la navarrensis está muy lastrado por varios factores. Por su origen promotor, extraño a Navarra. Por las personas de su dirección, también ajena a los círculos de poder local (más ajena incluso de lo que pueda pensarse y sea conocido por la mayor parte de los navarros). Por su dirección en términos de gobierno, estrategia, etc. Por sus fuentes de financiación también foráneas. Tampoco es percibida como navarra en su política de empleo laboral. Ni en su propia participación en la vida urbana, pese a lo que luego diré. Realmente lo que más justifica su unión a Navarra, como tierra, además del lugar que ocupa en sí, es su contribución tributaria (no pequeña) y su aportación total al PIB de Navarra.

El socialismo, el abertzalismo y otros sectores anejos a ambos, al menos en su configuración desde la llegada de la Democracia a España, la dejaron pronto de admitir bien (en realidad en la transición política local...). Bien en su propia existencia (caso de HB-Bildu, etc.), bien en la visión que cada uno de ellos pretende tener para la Navarra "moderna", bien como parte de la Navarra esencial.

Esta, y no otra, fue la causa motriz, aunque no única, por la que nació la Universidad Pública de Navarra y por la que, sin demasiados regañadientes ni siquiera de la derecha foral, fue aceptada por todos y se consolidó en poco tiempo. Es por eso, también, que esta se ha ido abriendo paso como la auténtica “Universidad de Navarra” en términos existenciales. Contribuyendo, aunque sin una intención clara de hacerlo así, a ese alejamiento de la navarrensis de su posible identificación con la tierra que la acoge físicamente.

Esta fue también la causa, remota o cercana, real o imaginada, de otra escena concatenada: la batalla por el nombre.

El testimonio personal de varias personas que ocuparon altos cargos en sendas Universidades y de gentes que entonces estaban en la “delegación” dejó entrever que la Universidad aunque luchó, con las armas poco afiladas y con cierto pesimismo, por ese tema estuvo preparando ya el camino hacia un cambio de nombre. Finalmente, como era lógico desde el punto de vista social y legal, el tema se apaciguó y se llegó a una cierta entente de “paz por territorios”. Se dejaron los nombres en paz. Pero ese fue un nuevo episodio en esa falla ciudad/región y universidad.

No sé cuál se barajó. Se admiten bromas: ¿Universidad de Pamplona? ¿Universidad del Sadar? ¿Universidad Atlántico-pirenaica? ¿Universidad europea del país vasco-navarro-francés? ¿Osasun-Universitatea? ¿Universidad Excelsa de San Miguel?... (esto último hubiera estado bien para vincularla mejor a su status jurídico real, como Universidad de la Iglesia que es).

La Universidad ha intentado de diversos modos congraciarse con la Navarra oficial. Actos, medallas, Museo, agentes diplomáticos a modo de “conectores” con la Navarra subterránea. No lo ha conseguido. Al menos no del todo. Su excesiva vinculación a la derecha ha sido muy claro en las últimas décadas. Primero por la derecha percibida en Navarra como “madrileña (en los años 80-90 fue el espacio casi único de políticos de AP y luego PP, así como de las exiguas ventas del ABC en Navarra). Después con UPN, aunque con sus idas y venidas (sus relaciones iniciales no fueron buenas, luego eso cambió). Un reciente video de la ETB sobre el opus dei y esta universidad arroja algunas luces, breves y fugaces, pero luces del panorama descrito.

La realidad es que la mayor parte de la gente la ignora. Simplemente no le incumbe. Es algo extrínseco. Es bonita, elegante, vistosa incluso. Aporta económica y socialmente y no poco. Pero eso no llega a la “gente”. A muchos les resulta cómoda, aunque cara. Hace mucho tiempo que el porcentaje de familias navarras que la eligen como la Universidad para sus hijos es muy bajo (en algunos sectores sociales, y ya desde los años 80, es casi inexistente). Se podrá debatir por qué y si esta visión es razonable. Pero es.

Un tercio proclive, un tercio pasivo, a otro tercio le repugna. Como los “quesitos” –que algún político local dijo- que forman los grupos parlamentarios. Hay cruces curiosos. Pero cada uno de esos grupos elige su sector y mira hacia su lado: unos a la UPV-EHU. Otros a Zaragoza y otras regiones. El tercero a la UPNA y, secundariamente a la navarrensis (salvo medicina, claro… y hasta que llegue a la UPNA). En Navarra, además, hay poco público para mucha oferta académica. De ahí que haya que buscar nueva demanda fuera. No está mal. Es bueno para ellos y posiblemente para Navarra (al menos para los propietarios de pisos en Iturrama y aledaños)… pero no refuerza sus lazos comunales.

Cualquier operación que intente ahora la navarrensis choca con las tendencias políticas del gobierno autonómico actual (como lo fue del anterior) y con la vuelta de marea que supone un percibido "manto protector" que tuvo en las últimas décadas. Visto por muchos como un régimen privilegiado (es cierto que lo mismo podría decirse de VW Navarra, pero ahí hay más pana). Las mejoras “sanitarias” de sus empleados en la CUN en vez de estar en el Servicio público de sanidad y la desigualdad con respecto al sistema público-privado de otras empresas. Los beneficios académicos de sus familias y otras cuestiones fiscales derivadas, los problemas puntuales de edificabilidad, etc.

Las peculiaridades socio-políticas de Navarra, con una separación tan feroz entre sectores y donde la Universidad ha quedado, por cosas antes apuntadas, en un lado, la pone en un terreno muy complejo. Las bombas que ETA puso ahí no fueron casuales (desde su mente torcida y asesina, claro; en ningún modo son “justificables” ni “excusables”). El sector, no pequeño, de navarros las aplaudieron (por alto o por bajo). Son quienes arrasarían con todo lo que no generan ellos, normalmente pedradas nearthentales que los vinculen a ese edén feliz y fantástico de la Vasconia primigenia. No quieren autovías con Madrid, ni TAVs con el mundo, ni querrían un aeropuerto mayor, ni tampoco un puerto si necesario fuera. Viven en la caverna autocomplaciente deseando que todos los demás vivieran bajo su estaca. Ante ellos no importa todo lo anterior, ni para bien ni para mal. Pero han favorecido ese clima de enajenamiento de la Universidad con respecto a Navarra.

Claro que todo ello nos lleva a otras consideraciones sobre cómo es Navarra y por qué ha respondido así a ese “regalo” de tener un foco de desarrollo cultural y social mucho antes de que otros territorios lo tuvieran. Sin haber tenido la Universidad, ahora Navarra seguramente sería un lugar del estilo de La Rioja, Burgos (quizá)… Pero esto lo dejaré para otra ocasión.

Robredal

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