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 Tus escritos: Mi abducción.- Yomerita

010. Testimonios
Yomerita :

MI ABDUCIÓN

Así veo los 15 años dentro de la Obra, porque así me sentí cuando salí (hace ya 21 años) e intenté encajar en la vida de las personas de las que el opus me había alejado durante esos años.

Analizando las cosas que me hacen re-enojarme con el opus creo que esa sensación de “ya regresé pero ya no vengo al caso” es la principal. Me salí de mis ciudad, mi casa, para ir a estudiar la carrera a los 18, regresé 15 años después y mi relación con mis hermanas estaba fría, ya no había de qué platicar. Había fallado a bodas, nacimientos, defunciones, bautizos, primeras comuniones, de familia y amigos. Mis amigas casadas y comadres entre sí. Fue como ir a una fiesta enorme y no conocer a nadie...



Recordar nombres era lo de menos, no tener de qué hablar con todo ellos era lo espantoso. Pienso que este es un problema propio de quienes salen de sus ciudades para estudiar, porque las numerarias con las que conviví en mis últimos años, eran de la ciudad y vivían tan cerca que veían a sus familiares todo el tiempo y continuaban con sus amistades como si nada. Yo sí dejé todo como en pausa el día que me hice numeraria, y cuando la pausa se quitó, no había sido así para los demás, todos siguieron sus vidas y yo no encajaba.

Fueron 15 años de ver la vida como se ve en la Obra, sin posibilidad de opinar o expresar discordancias. 15 años de negarme la posibilidad de tener mente propia, opiniones propias, ideas propias. De tener que descansar como te dicen que puedes y debes hacerlo, comer cuando ellos disponen que tienes que hacerlo y lo que sea que ellos dispongan. Horario para todo, dormir, despertar, descansar, rezar. Con quien te relacionas y con quién no. De quien eres amiga, de quien ya no. Con quien tienes que tener confianza brutal para confesarle tus más íntimos pensamientos, y con quién no.

Hace días terminé de ver la serie de HBO The Vow. Fue una especie de proceso en el cual iba comprendiendo cosas que a mí me habían pasado. Y no hablo de la parte sexual de esta secta y las depravaciones de su dirigente y las personas que actuaban como sus manos derechas. Hablo de todo el proceso por medio del cual captaban gente y lograban mantenerlas atadas. Me impresioné cuando apareció un cilicio en escena y la explicación de que la mujer ésta lo usara por voluntad propia. Pero lo que más impresionante me pareció es la forma de manipular. ¿Quién en su sano juicio haría lo que esas personas hacían?! ¿Por qué no salen corriendo? Los saludos especiales; los nombres especiales para los distintos rangos; las continuas clases donde el señor Reiniere les establecía el “deber ser” de sus vidas, hacia dónde debían dirigir sus existencias. Sus definiciones personales de lo que era el miedo, la vergüenza. Todo el proceso me transportó al Opus Dei.

A nosotros no nos marcaron la carne con las siglas del fundador JMEB, pero por alguna razón me da la impresión que durante todos los años allí dentro era como si lo hubieran hecho. Yo era un zombie cuando hacia todo lo que decían las normas y costumbres que debía hacer, pero esa vida me convirtió en uno real, y los últimos 5 o 6 años fui el personaje principal de mi película “Dead woman walking”, y viví para buscar mis pastillas e intentar dormir y separarme mentalmente de aquel lugar donde sólo existía.

Hay un momento en otra serie Seduced, sobre el mismo tema, la secta de Reiniere, pero contado por una jovencita que estuvo allí y llegó a ser marcada. Cuando ella está hablando con su terapeuta menciona que sentía algo así como una opresión en el pecho cuando le pedían que hiciera las cosas asquerosas que le pedían, y que sin embargo hacía a un lado esa sensación. Yo creo que esa opresión en el pecho fue la que a mí me llevó primero al estado de profunda depresión. Es como si mi cuerpo dijera, como no haces caso a tu cerebro y a tu corazón, vamos a “cerrar el changarro, nos ponemos en huelga hasta que entiendas que aquí, no puedes seguir”. Y literalmente me convertí en un muerto viviente, no podía comer ni dormir, tampoco podía salir de la cama, pensar, ni hacer absolutamente nada, los dolores de cabeza eran insoportables, pero la tristeza de mi alma era todavía peor, estaba en un lugar muy oscuro del cual no pude salir por mucho tiempo. La vida era insoportable. Y por un buen tiempo acepté lo que el neurólogo decía: depresión endógena, te enfermaste por cuestiones químicas que no tienen nada que ver con tu entorno. Y las directoras, confesores, directores espirituales cual coro entonaban el “ofrécelo”, y traían listas de nombres para que lo “ofreciera”.

Y un día, Dios decidió que suficiente es suficiente y el psiquiatra le atinó a la medicina, a la dosis, y desperté completamente. Y lo mejor, entendí que la depresión no era endógena, sino exógena: la vida en ese lugar me mataba lentamente. No, mis químicos cerebrales no se producían pero porque mi cuerpo estaba gritándome y yo no le había hecho caso. Y el día en que las pastillas funcionaron me di cuenta que todo a mi alrededor me provocaba depresión. Y decidí que ya no más. No más levantadas de madrugada para fingir que hacia oración. No más Misa. No más confesión. No más charla. No más entregar mi dinero. No más nada. Gracias a la nueva pastilla conseguí un trabajo, y gracias a la nueva pastilla me negué a “hacer apostolado”. Me dediqué a decirles lo que querían oir, mientras me organizaba para realizar mi GH (graciosa huida). Dos veces antes había regresado a mi casa por ese sentimiento opresor y confusión mental que no terminaba de entender, pero el sentimiento de “no encajar” y haber sido devuelta de la nave nodriza alienígena en un lugar en el que ya no sabía qué hacer, con quien hablar o de qué hablar, me habían hecho regresar fingiendo que todo había servido para estar segura de querer quedarme en la obra. Pero esta tercera vez fue distinto, ya lo único que me importaba era mi conciencia que me decía que saliera corriendo y lo demás es lo de menos.

Me dediqué a buscar un lugar donde quedarme. Mi sueldo no lo entregué y pagué el depósito para un cuarto. En cuanto fijé fecha, fui sacando mis cosas al estilo “robo hormiga”. Cuando me tocaba el carro, subía cosas mientras todas estaban en Misa y así me fui llevando todo, hasta el día en que sólo me fui sin decir nada, previa entrega en dirección de la dichosa carta que no me podría haber importado menos, pero por aquello de las formas la hice y la entregué. Y por supuesto que me llevé cosas de la casa, después de todo, años entregando la vida, literalmente, me dio el derecho de cargar con ellas. Como las frazadas que tenía en mi tabla… ya saben, esas que se usan para que no esté taaaaaan duro el asunto. Todavía las tengo, una en cada cama de mis hijos. No me pregunten por qué.

La vida no ha sido ni por equivocación lo que soñé. Por supuesto que no. Después de todo me abdujeron a los 18 y me liberaron a los 33. Y además uno no sale de “allí” libre. No me marcaron físicamente, pero el espíritu por supuesto que queda marcado de por vida. Allí es donde entran el “por algo suceden las cosas”, “Dios sabe por qué hace las cosas”…. Cuántas frases parecidas me repetí una vez afuera tratando de entender “por qué me había dejado engañar”. Darle respuesta a todos mis por qué ha sido un proceso largo. Gracias a esta página, el saber que no era la única que se sentía como se sentía, que no era la única que se encabronaba por lo que le había pasado, me sirvió bastante. Realmente al salir, decidí que lo haría en “buen plan”. Que de nada servían odios, rencores y demás. Simplemente agradecía estar afuera. Pero fue la lectura aquí lo que me llevó a cambiar mis procesos de sanación y comenzar a juzgarlos a ellos y dejarme de juzgar a mí.

Yo no he dejado de creer en Dios. Decidí que creería en El a pesar de quienes dicen ser sus intermediarios en la tierra. Decidí que ya no sirve de nada continuar con el “Y si…” Todas mis locas ideas de cómo pudiera haber sido mi vida si ese 14 de febrero no hubiera pitado, no tienen sentido. Lo hice, y ya está. Y como dice la joven en el documental, ahora gracias a eso aprendí cosas que otros no han tenido la oportunidad de aprender, sobre la naturaleza humana. No se aprende del pasado solo por haberlo vivido, es necesario que se analicen las cosas, se reflexione sobre el asunto. Y allí es donde estoy, a penas, pero voy, un día a la vez.

Yomerita




Publicado el Monday, 16 November 2020



 
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