Comencé a leer opuslibros en 2012 de casualidad, y de todos los autores me llamaron mucho la atención por su agudeza y profundidad crítica Gervasio, Heraldo, Dionisio, Ebe, Marcus Tank y Josef Knecht. Gervasio es toda una autoridad al ser un numerario de la época de Escrivá que vivió en el Colegio Romano en los años sesenta. En muchos temas la opinión de estos autores es coincidente, pero respecto el trabajo de las numerarias auxiliares la opinión de Gervasio es la más especial y polémica. Pero en esto siempre fue muy claro y muy racional, como expuso en un magistral escrito de 2007 respecto de la definición del Opus Dei como familia: un concepto analógico y artificial de familia cuyo origen fue una pensión familiar de la familia del fundador que acabó en una Prelatura muy personal...

Hay un apartado en ese escrito de 2007, pulimento tres, donde se cuestiona el sentido de la vocación de numeraria auxiliar, cuyo origen es dar un toque maternal a los centros y evitar el ambiente cuartelero, solucionando así el servicio doméstico de los centros de varones tras el fracaso de otros intentos con agregados que no funcionaron. Explica que la administración lo sabe todo: cuándo hay que servir café y cuándo no, cuándo es fiesta de la Obra y cuándo no. Con un gran sentido del humor en el pulimento cuatro, dice que lo peor es cuando tienes que dar tu opinión sobre la Administración: digas lo que digas, te cae un chorreo de ¡agárrate que vienen curvas! La última vez que le preguntaron algo al respecto, —más quemado que las benditas ánimas del purgatorio— esquivó la cuestión, y la respuesta del superior fue: “no sabemos el chollo que tenemos al tener unas hermanas que cuidan de nosotros.” Quienes fueron numerarios en sus escritos repiten los agradecimientos a las numerarias auxiliares, reconociendo la dureza de su trabajo y su dedicación.

Se cuestiona Gervasio ¿Por qué no dejar a las numerarias colocarse profesionalmente donde quieran o puedan, fuera de los tingladillos de la Obra? ¿Por qué gastar energías en el apostolado de apostolados, cuando personas sin vocación pueden efectuar esa tarea? El mismo responde que no se hace así por una razón: la desconfianza. Pues, ¿y si uno pide un whisky sin venir a cuento? “Detrás de ese apostolado de apostolados hecho por hermanas nuestras veo una desconfianza hacia lo que los numerarios puedan hacer por sí mismos. Nuestras hermanas nos controlan. Hacen no lo que nosotros podamos pedirles, sino lo que el Padre les manda.”

No se explica Gervasio el tinglado que el fundador montó con las administraciones, que se monta con la excusa de que somos una familia. A Gervasio la administración le hace sentir como estar en una pensión, pues un numerario nunca elige la casa, ni los muebles, ni las personas con las que convive, ni el servicio doméstico, ni los menús. Por eso hay que echar mano del concepto de educación para convivir más que del de fraternidad.

Concluye Gervasio que el Fundador tenía una capacidad increíble de complicar las cosas más sencillas, en su afán de controlarlo todo, de ahí la inmensa burocracia que requiere la Obra y las administraciones de los centros están en esa línea. Por tanto no es por ingratitud por lo que Gervasio no las echa para nada de menos, sino por estos motivos.

Hay dos textos de 2012 en el que Gervasio puntualiza algunas de estas cuestiones. En el primero centra su crítica en dos cuestiones sobre la tarea de las numerarias auxiliares como servicio doméstico de los centros de hombres: la falta de libertad que supone para ellos al no poder decidir nada, así como la “explotación” del servicio doméstico, cuando se les hacía trabajar un número excesivo de horas y cuando por tal supuesta vocación no se les promociona profesionalmente con la excusa de no sacarlas de su sitio. Pero dice Gervasio que no es algo peculiar de las numerarias auxiliares, sino que en realidad se trata de que el Opus Dei tiende a explotar a las personas en beneficio de la institución, haciéndoles creer que así alcanzan la santidad. Respecto de la falta de libertad, expone que en las familias no basadas en un vínculo sobrenatural, no hay ninguna Manolita que decida qué se come porque los menús los eligen los comensales. Y esto ocurre no solo en las familias de sangre, sino también a quienes viven en pisos de estudiantes o de amigos que comparten un mismo piso por motivos económicos.

El segundo escrito de 2012 es una respuesta a ciertas críticas, por lo que aprovecha Gervasio para dar la puntilla a la cuestión. Afirma que en los centros se da una situación parecida a la de las cárceles o a los conventos, donde los internos no eligen los menús ni pueden invitar a sus parientes y amigos a comer en el comedor, ni tampoco salir fuera a un restaurante, no tienen acceso a la cocina ni a las neveras, ni pueden hacer la compra ni lavan ellos su propia ropa.

Gervasio dice que casi todos los ex numerarios excluyen a las numerarias auxiliares de sus críticas al Opus Dei, pues tienen a la Administración como institución idealizada, que como la Iglesia, se le ve sin mancha o arruga, sine macula neque ruga: “La Administración nunca hace nada mal y se adelanta a todo. Todo lo prevé. Es el dedo de la Divina Providencia.” 

Para tan docto autor es una maravilla carecer de Administración, de puerta de comunicación, de telefonillo, no padecer la intervención para las decisiones domésticas más nimias: “soy mi propia doña Manolita. Soy el amo de mi casa. No me gusta la Administración. La considero un invento desagradable y nefasto. Es cómodo llegar a “casa” y tener la comida hecha, pero es más bonito poder comprar los alimentos que a ti te gustan, elaborarlos y comerlos con quien quieres y cómo quieres.”

Gervasio se defiende de sus detractores afirmando que son aquellos que tras abandonar la Obra, hablan de la Administración como de un paraíso perdido, pero ello es porque interpretan mal los propios sentimientos, pues en verdad echan de menos que alguien que les lave y les planche la ropa, les haga la compra y les cocine. Yo he de confesar que soy menos racional que Gervasio, más sentimental, por lo que soy de los de este segundo grupo, como le expuse a mi querida Mari Paz, cuando le agradecía sus desvelos de madre en sus años en la administración del centro de estudios de Sevilla, por dejar allí sus mejores años, por volcar en jóvenes estudiantes su capacidad de amar e ilusiones de juventud. Ella y muchas como ella, con su entrega y buen hacer, con ese amor desinteresado, me hicisteis sentir mucho mejor cuidado que en mi casa paterna, pues en su tarea superaron ampliamente a mi madre en los fogones. Le decía también a Mari Paz, que su labor diaria a veces no era valorada en su justa medida por muchachotes un poco atolondrados e inconscientes. Por eso concluyo, que siendo muy acertada y muy racional la crítica al sistema de Gervasio (crítica a la raíz),el cariño y la entrega de estas mujeres nunca cayeron en saco roto, se hicieron un hueco en el corazón de muchos como yo, que lo que más reprochamos al peregrinar por los fríos centros de la obra, es la falta de afecto verdadero que sí encontramos en los brillantes ojos de muchas numerarias auxiliares.

Pinsapo