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 Correos: Más sobre juicio.- JuanchoR

090. Espiritualidad y ascética
JuanchoR :

Buenas tardes.

Uno de los temas fundamentales a los que he dedicado no poca reflexión y que he tenido siempre presente en mi vida debido a las implicaciones prácticas que conlleva de cara al conocimiento de uno mismo y a las relaciones con los demás, es el del "juicio".

Un juicio, en sentido estricto, es adscribir un predicado a un sujeto.

Cuando un juicio versa sobre algo objetivamente contrastable, existen una serie de procedimientos empíricos para constatar su veracidad...



Cuando un juicio versa sobre un asunto lógico, existen una serie de procedimientos formales para constatar su calidad de verdadero o falso.

Pero cuando un juicio versa sobre algo subjetivo... bien, existen varios niveles de subjetividad. No entraré a analizarlos todos. Me detengo en el que más me importa: la conciencia de la persona. En concreto, los juicios de conciencia realizados por una segunda persona.

En una ocasión, un profesor universitario con el que tenía cierta amistad me ofreció su juicio sobre un asunto subjetivo que concernía a un tercero. Yo le dije que estaba en desacuerdo, y me contestó: "con los datos que yo tengo, a saber, A, B y C, solo puedo llegar a esa conclusión". Ante esa respuesta, le argumenté por qué mi desacuerdo era aún mayor:

1. Con datos insuficientes, es mejor no llegar a ninguna conclusión. No es obligatorio tener que llegar a ninguna conclusión sobre determinados asuntos.

2. Sin embargo, a veces buscamos la certeza con la misma terquedad con que lo intentó el mismo Descartes. Humano es tratar de encontrar certeza, sí (la incertidumbre no parece ser un sentimiento atractivo), del mismo modo que humano es errar. Pero más humano es buscar la verdad, y ello nos lleva a ser prudentes y no aventurar juicios sobre asuntos que, por su naturaleza, no podemos alcanzar certeza.

3. Al igual que, como nos dice la psicología, para llevar una vida medianamente equilibrada, las personas deben alcanzar -adquirir- determinados niveles de tolerancia a la frustración, es necesario también lograr una tolerancia a la icertidumbre. Es más, reconocer que debemos convivir con altos niveles de incertidumbre en muchos aspectos de la vida, es una meta necesaria para realizarnos verdaderamente como personas, porque si cuanto más sabemos, reconocemos que más nos queda por saber, cuanto más deseemos acercarnos a la verdad (a las verdades), debemos estar preparados para tolerar más altos grados de incertidumbre (no en vano, una de las frases "fundacionales" de la Filosofía es aquél "solo sé que no sé nada" que Platón ponía en boca de Sócrates).

4. Por tanto, ¿qué necesidad hay de tratar -unas veces con un afán "pseudocientífico-aséptico", las más, con un afán morboso movido por una curiosidad improcedente, por el conflicto de determinados intereses, o por el afán de controlar las vidas ajenas- de obtener certezas acerca de aquellas cosas sobre las que no podemos llegar a tenerla?

5. Se da una extrapolación del "método empírico" y de los "métodos formales" para aplicarlos sobre objetos que no les son propios, como son los contenidos de conciencia (es como intentar tomarse un caldo con un tenedor). Y además esta extrapolación se produce sin rigor, al modo de un "andar por casa", porque de ordinario se trata de cosas demasiado cotidianas que se acaban despachando de modo superfluo.

La psicología, como ciencia, nació en algunos autores con el propósito de acceder a través de métodos objetivos a los contenidos de conciencia. No a contenidos concretos, sino a categorías más o menos generales. Si todavía hay alguien que piensa que esto es posible, seguirá alargando un debate que no acaba de dar frutos concretos, útiles de cara al progreso de la ciencia y, sobre todo, de la intervención. Los modelos que han ido surgiendo de esa corriente siguen sin ser concluyentes a falta de un método adecuado para falsarlos, método que, por otro lado, no creo que exista (es como tratar de encontrar un método para oír los colores). Otras corrientes psicológicas se mostraron más fructíferas al sustituir ese objeto de "estudio propio" por otros más accesibles (por ejemplo, las conductas observables, caso del conductismo), pero no entraré en estas cuestiones porque son ajenas a la finalidad de este escrito.

Solo resaltar: si a nivel genérico, ni el método empírico ni el formal (llámese kantiano o derivados) han conseguido llegar a un consenso, ¿qué legitimidad tiene una persona concreta para juzgar sobre los contenidos concretos (en muchos casos, "intenciones") presentes en la conciencia de otra persona?

Y un paso más allá: incluso en el caso de que alguien trate de elaborar lingüísticamente sus propias intenciones para confiarlas a un segundo, en muchos casos no hay garantía de:

A. Que la elaboración lingüística sea la más adecuada.

B. Que la comprensión o interpretación del que oye se corresponda realmente con un conocimiento de las verdaderas intenciones del protagonista.

Ante esta disyuntiva, pueden aparecer dos posturas:

I. Siendo consciente de estas limitaciones, usar la virtud de la prudencia para evitar llegar más allá de donde realmente podemos. Incluso en el caso de que el protagonista pida consejo y el que le escucha esté dispuesto a darlo, debe ser un consejo condicional (condicionado y supeditado a posibles elementos que se nos escapan), que además debe ser tomado y, en caso de que lo vea oportuno, aplicado de modo prudencial, no necesario, y acorde a posibles cambios en la situación.

II. Tratar de suplantar al otro en cuanto a sus contenidos de conciencia y sustituirlos por "recomendaciones generales" preestablecidas, formularias. Esto, obviamente, violenta la naturaleza tanto de la conciencia como del ser humano, su libertad y su capacidad de razonar.

Toda esta reflexión viene con ocasión de un pasaje de la traducción del libro "pro manuscrito" de Dom Dysmas de LASSUS "Los riesgos de la vida religiosa":

"la apertura del corazón puede ser utilizada por el superior para saber todo lo que sucede. Si nada escapa a sus ojos, se siente seguro porque todo permanece bajo control."

Este tipo de "seguridad" y de afán de control (que no es otra cosa que un espejismo ilusorio), es al que me refiero cuando he hablado de "certeza", de esa certeza subjetiva que, si bien puede ser alcanzada sobre muchos asuntos de otro orden, no así sobre el amplio océano de las relaciones humanas que se establecen en una comunidad y que acaban aventurando juicios de conciencia e intenciones para controlar de modo arbitrario a un grupo de personas.

Ahí, certezas pocas, prudencia mucha, humildad de la inteligencia que se reconoce limitada... y no tratar de conquistar cumbres para las que no hemos sido llamados.

La misión del discípulo de Cristo es dar testimonio de su Amor, y no la de tratar de controlar lo que Él mismo, en su infinita sabiduría, dejó como puerta abierta.

Creo que al "no juzguéis sin tamizar vuestro juicio en la oración" de SJM, habría que oponer el "no juzguéis y no seréis juzgados" de nuestro Señor Jesucristo... o al menos, llegar a esta última conclusión si verdaderamente tamizamos nuestro juicio inicial (nuestro PREJUICIO contra esta o aquella persona) en la oración. Los juicios (se entiende a cuáles me refiero), están de más.

Un saludo,

JuanchoR




Publicado el Wednesday, 26 June 2019



 
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