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 Correos: Tics que perduran.- AnaG

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AnaG :

¿Conoces el vestido que llevaba tu madre el día que cumplió cinco años? ¿Estás informado sobre lo que pensaban de ella sus suegros y sobre los cotilleos de los vecinos sobre  la boda? Pues, si no lo sabes, aún en el caso de que la quieras y creas conocerla, eres un simple (o sea, simplón) y toca dudar de tu conocimiento y amor hacia ella.

 

Si no le he entendido mal, eso es lo que resultaría de aplicar el razonamiento que ofrece Ramana en su escrito sobre La magna obra, que centra la profundidad de la fe (al menos para los católicos) en los datos eruditos de la historia antigua de la Iglesia (el arrianismo) o los cotilleos que se trajeron los padres de la misma sobre el filioque...



El día 3, El Cid Campeador decía que una de las características específicas de la Obra es la convicción de su superioridad moral”. Bien, pues no he podido evitar esa sensación –que igual es equivocada- al leer el escrito de Ramana. En algunos ex perduran los tics propios de la Obra más allá de la salida de la misma, con  independencia del contenido material de tales tics. Es natural, por otro lado, porque es más fácil cambiar de grupo que dejar de lado una actitud inculcada durante años. Y es ese tic el que me parece olfatear aquí. Pido perdón a Ramana si no es así.

 

De todas formas, esa convicción acerca de la superioridad de cosmovisión no dual la he visto ya antes en otros autores y en bastantes seguidores del Advaita Vedanta, o sea que no es patrimonio exclusivo de la Obra. Sirva de ejemplo Ken Wilber, el autor más prolífico en el campo de la Psicología Transpersonal, que a lo largo de toda su obra se ha ido ocupando de colocar a las religiones duales teístas un escalón más abajo que las no duales. Eso sí, como si algo es típico de este autor es su constante evolución, en uno de sus últimos libros, Espiritualidad integral, reconoce que las religiones teístas tiene su sentido, pues las religiones no duales, en las que no se considera la existencia de un “Gran Tú” como “no me obligan a enfrentarme con algo más grande que yo, sino tal solo con niveles más elevados de mi propio yo” (p. 273), pueden fomentar la arrogancia y dejar al sujeto fijado y aprisionado en distintas versiones de su propio yo.

 

Por supuesto, no todos los que practican la no dualidad Advaita Vedanta son arrogantes en relación con su cosmovisión, ni mucho menos. El gran maestro hindú Sri Ramana Maharsi se caracterizaba por su humildad y su respeto a todas las creencias. 

 

Ciertamente, cada religión tiene el peligro de tomar el rábano por las hojas y dar como resultado aplicaciones insanas de la misma. La Obra puede ofrecer muchos ejemplos de cristianismo desde “un contradiós”, pero eso está bastante alejado de la vivencia –ni necia ni blasfema- de la inmensa mayoría de los cristianos católicos. Y sí, es verdad que en el cristianismo uno de los peligros es ser excesivamente confianzudos con Dios, achicarle demasiado. Por su parte, las religiones no duales tienen el peligro de endiosar a la persona. Como señala el psiquiatra Roberto Assagioli -creador del modelo de la Psicosíntesis y él mismo no dualista- en algunos casos de inflación del ego la persona puede llegar a confundirse con la Divinidad, en base a una falsa interpretación de algunos textos religiosos que se encuentran en diferentes tradiciones (cristiana, hindú, etc.) afirmativos de la identidad entre el espíritu humano y el Espíritu Supremo:

 

          Como fuera que se quiera concebir esta relación entre el espíritu individual y el universal, ya sea que se considere como una identidad o como una semejanza, como una participación o como una unión, es necesario reconocer con claridad y tener siempre presente, tanto en la teoría como en la práctica, la gran diferencia entre el espíritu individual en su naturaleza esencial –lo que ha sido denominado como el “fondo”, ”centro” o “ápice” del alma, el Yo Superior o el Sí Mismo real- y la pequeña personalidad ordinaria, el pequeño yo que habitualmente conocemos (Assagioli, Assagioli, R. ,1993a. Ser Transpersonal.  Psicosíntesis para el nacimiento de nuestro Ser real.  Fases, procesos y crisis de la emergencia espiritual.  Madrid: Gaia pp. 134s.).

 

El error fatal de los que caen víctimas de estas ilusiones es atribuir al yo personal las cualidades y los poderes del Yo transpersonal o Yo superior.  En términos filosóficos, existe un caso de confusión entre la verdad absoluta y la verdad relativa, entre los niveles empíricos y los niveles trascendentes de la realidad (Assagioli, 1993b. Autorrealización y perturbaciones psicológicas.  En S. & C. Grof (Eds.), El poder curativo de las crisis (pp. 58-86).  Barcelona: Kairós, p. 69).

 

Otro tic que perdura en algunos ex de la Obra es el sobredetallismo en la búsqueda del error en el razonamiento, o fijarse en la ausencia de erudición del que no piense igual que un@ para invalidar globalmente su pensamiento, introduciéndose en el terreno de lo que Raimon Pánikkar llamaba “la microdoxia”. Nuevamente tengo la impresión de que Ramana se mete en este tic, en la manera de referirse, no ya  a la manera de entender el cristianismo en la Obra, sino a “casi todos los cristianos”.

 

Cuando el sabio Ramana Maharsi llegó a su convicción esencial tenía 17 años. Sus biógrafos señalan que, al tomar conciencia de que su cuerpo moriría, pero captar que “él” no (es decir, se desidentificó con su cuerpo) concluyó que eso era así porque formaba parte del único Ser. Llegó a una convicción razonable, entre las muchas posibles, pero no por erudición, puesto que todo lo que había leído sobre religión era un libro de vidas de santos shaivitas. 

 

Y sabía distinguir lo esencial y lo secundario a la hora de profundizar.  Transcribo un pequeño párrafo de uno de los diálogos con sus discípulos, correspondiente al 1 de enero de 1935:

 

D.: ¿Cuáles son las ayudas para la realización? M.: Las enseñanzas de las Escrituras y de las almas realizadas. D.: ¿Pueden ser esas enseñanzas debates, discusiones y meditaciones? M.: Sí, todas estas son sólo ayudas secundarias, mientras que lo esencial es la gracia del Maestro. (Conversaciones con Sri Ramana Maharsi tomo I, p. 7, www.bibliotecaespiritual.com).

 

En la Obra pienso que el sobredetallismo compulsivo es una de las marcas específicas: desde reglas, reglitas y reglititas para todo (incluyendo los centímetros que deben colgar los manteles del altar), que puede que sean ayudas, pero olvidando el cultivo de una auténtica experiencia de espiritualidad y la adhesión al Maestro Jesús de Nazaret.

 

Haría bien la Obra en utilizar un método parecido de autoindagación que Sri Ramana Maharsi propone y que huye precisamente de la indagación sobre cosas inútiles. 

 

Cuando Ramana (el que escribe en opuslibros, no el maestro hindú del siglo pasado) se pregunta en qué basan su fe los católicos, igual le puede servir esa afirmación transcrita de Sri Ramana Maharsi.  La fe no se basa en cotilleos de erudición histórica (filioque y compañía).  Dice Tomás de Aquino que la mística es cognitio Dei experimentalis. Conocimiento de Dios por la experiencia. Sin necesidad de llegar a las cumbres místicas, muchos cristianos y católicos creemos en Dios por propia convicción y experiencia del mismo en nuestro interior. Aunque podamos tener algunas formulaciones cognitivas que no hagamos con el lenguaje preciso que utilizan los teólogos más ortodoxos. Y aunque algunos hayamos estudiado teología, no hemos esperado a conocer los debates de los primeros siglos para creer (confiar) en Dios y captar lo básico del significado, la figura y el mensaje de Jesucristo. Dudar de esa fe porque la persona que la vive no conoce todos los vericuetos de la historia de la Iglesia, es como dudar de la existencia o la cualidad de nuestra madre por no conocer al dedillo todos los detalles de su vida, o porque alguna circunstancia acerca de ella pueda ser errónea si alguien no fue certero al trasladarnos alguna anécdota sobre la misma. 

 

Sí, hay mucha gente, católicos y no católicos que creen en lo que sea (ateísmo y vedantismo incluidos) por tradición familiar o social. Otros, no. Alguno, más bien pocos y seguramente dentro del marco de algunos movimientos de tipo conservador, como es la Obra- debe pensar en un Dios como un superego juzgador. Otros no. No es adecuado meterlos todos en el mismo saco, por el hecho de que tengan una convicción diferente a la propia.  Y todos, unos y otros, hacemos lo que podemos, sin más, y creo que no tenemos derecho a colocarnos por encima de los otros.

 

Que en la Obra se haya utilizado una idea de Dios que sirva para manipular a sus miembros a través del miedo, es una realidad que muchos de los que escribís aquí habéis vivido. Pero de ahí saltar a aceptar a pies juntillas en forma generalizada la idea de Feuerbach de Dios como proyección, hay un gran trecho. Pensar que Dios no existe, sino que es una sublimación de nuestros miedos y deseos, puede ser tan cierto como afirmar que la identidad del sujeto con Dios es una sublimación de su imagen narcisista. O que tu madre no haya existido porque te gustó tenerla. Eso no quita que puedas tener una dependencia neurótica de tu madre, aún siendo ella la mejor de las mujeres y haberte educado en la independencia.

 

En cuanto a la utilización a la ligera del nombre de Dios, recuerdo a Ramana que los cristianos no nos regimos por el decálogo mosaico, sino por el ejemplo y las enseñanzas de Jesús de Nazaret, que nos enseñó a dirigirnos al que llamamos “Padre” con respeto y confianza. Las dos cosas juntas. Por ejemplo, en el Padrenuestro. Y eso nada tiene que ver con pretender conocer sus inescrutables designios ni con cosificarle. A no ser que hablar con alguien a quien respetamos y queremos como un tú, se interprete como cosificarlo. Pero además, resulta que la autoindagación nos llevará a encontrar al Espíritu habita en nuestro interior y que es lo más íntimo de lo más íntimo, como decía San Agustín. Trascendente e inmanente.  Las dos cosas a la vez.

 

Pax et Bonum, Ramana.  Om shanti.

 

AnaG




Publicado el Wednesday, 12 June 2019



 
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