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010. Testimonios
Manzano :

No entiendo por qué ahora Roberto ya no quiere ir a las excursiones...

 

Así me excusaba ante el director del club juvenil del Opus Dei dónde yo impartía un taller cuando él me preguntaba por la falta de interés del chico, pues estaba asignado a mi lista de seguimiento para ver si -a su debido tiempo- se le podía invitar a que viniera a estudiar al centro dónde vivíamos los numerarios.

 

Todos sabemos que venir a "estudiar" era en realidad un eufemismo, ese concepto abarcaba y escondía un plan muy bien medido de acoso proselitista a través de acciones concretas. Ese venir a "estudiar" implicaba que a partir de los 14 años podían ser invitados (¡por ser ya "mayores"!) a continuar actividades extra escolares a nuestro piso residencial al no poder, por edad, seguir en el club juvenil.

 

Sabíamos que a Roberto le encantaba la montaña, había acudido ya a varias expediciones y campamentos que, con todavía mayor afición, organizaba y se ocupaba un numerario de mi centro, al que llamaremos Alfonso.

 

No debería alargarme con detalles ni escenarios que la mayoría ya se imagina. Efectivamente y en palabras textuales de un compañero y mejor amigo de Roberto -al que pregunté de si sabía la razón de esa negativa a las salidas de fin de semana- me respondió sin tapujos: ¿no lo sabes?, pues porque Alfonso nos mete mano por la noche.

 

No quise darle credibilidad, de hecho no estábamos preparados para aceptar según qué cosas, es más, estábamos adoctrinados para que si alguien decía algo en contra a los nuestros sería pura difamación. Y un chico de esa edad sólo tendría fantasías y por tanto lo suyo sería mentir.

 

No le di credibilidad ni lo conté a nadie, pero yo sabía en el fondo que era más que probable que así fuera. Era consciente -pero que mi formateo mental recibido por años me impedía exteriorizarlo- que Alfonso tenía tendencias homosexuales. Llevaba conviviendo con él 4 años y acumulaba bastantes evidencias. De hecho se confirmó con los años cuando supe de él, también de varios más que conocí cuando todos éramos numerarios.

 

Evidentemente es sólo un caso, pero es uno más de los que habrán pasado en el mundo y el más incómodo con el que me encontré en mis años de íntima órbita opusina. Demostrarlo siempre es difícil, quizás imposible. Pero que ocurriera algún episodio de este calibre en ocasiones propicias era perfectamente compatible.

 

Sin entrar ni salir pues de la ya famosa sentencia del caso Gaztelueta, debo decir que a mí no me ha dejado para nada perplejo. Lo que sí me produce estupor e incredulidad es que a estas alturas no seamos conscientes de la común realidad de la verdadera naturaleza humana, de sus debilidades y de la inmensa capacidad para ejercer la estupidez.

 

Y entre otras muchas e innumerables estupideces, pudiera ser que el padre Escriba hubiera creído que sus hijos, por el mero hecho de serlo, jamás podrían incurrir en según qué pecados. Eran hijos inmaculados que para manipular y estafar había que ser pillos, incluso angelicales, pero sin bragueta.

 

También dijo que confiaba más en la palabra de uno sólo de ellos que en la firma de cien notarios y la historia ha demostrado sobradamente que no se fiaba ni de propia su sombra.

 

No discutiré que en determinadas instituciones sea más difícil para sus miembros llegar a cometer determinados abusos. Pero también es verdad que en esos mismos ambientes el hermetismo y secretismo, junto al férreo control que ejercen sobre sus conciencias, es mucho mayor que en otros y los posibles escándalos, por pocos que sean, difícilmente vean la luz.

 

No vamos ahora a crear polémica sobre la homosexualidad ni podemos de ninguna forma criminizarla y así lo ha manifestado el Papa Francisco exhortando a respetar a todos sin prejuzgar a las personas por ello.

 

También hace pocos días recomendó evitar admitir en los seminarios a chicos con esa manifestación. Por algo será, algo sabe al respecto nuestro Papa y ninguna institución de la Iglesia, léase n-i-n-g-u-n-a, por muy santa que se crea, puede eludir la indicación. Si no somos capaces de admitir que todo puede pasar o haber pasado en cualquiera de ellas es vivir en el mundo de Alicia, la de las maravillas.

 

Manzano

 

P.D. Debido al caso Gaztelueta, en todos los centros educativos vinculados al Opus Dei se recibió la orden de que las tutorías deberían hacerse con la puerta de la sala abierta. ¿Gato escaldado?




Publicado el Friday, 14 December 2018



 
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