Esta es la conclusión de un viejo conocido, una de las miles de personas que dejamos de ser del Opus Dei que, ante el profundo desengaño por haber sido sometido a una constante violación de su conciencia, quiso seguir en la senda de la Iglesia Católica pero descartó para siempre el sacramento de la confesión. 

Lamentablemente no es un caso singular, los hay en cantidad, tampoco significa que todos los ex hayan concluido su etapa opusina con esta decisión. Pero es evidente que estamos ante una de las más nefastas consecuencias de la prohibida por inmoral praxis de esta institución.

Violentan y manipulan eficazmente el sigilo sacramental en un claro ejemplo de fraude de ley canónica. La información es poder y control, algo imposible de desvincular con el Opus Dei. Esa ha sido una de las mayores herramientas que han usado y usan para alcanzar sus objetivos de toda índole.

Se entiende talmente como las personas que han sido violadas física y sexualmente, sobre todo en edades tempranas, que desarrollan alguna aversión a este tipo de relaciones posteriormente. El temor a revivir situaciones que han quebrantado su dignidad como persona en su espacio más íntimo, hace que tengan verdaderos problemas para normalizar -si es que alguna vez lo consiguen- su vida, cuanto menos en lo referente a estos ámbitos.

Es comprensible y frecuente este tipo de decisiones, no sólo eso, a menudo yo mismo he desaconsejado firmemente a otros conocidos que frecuentaban ambientes afines a la Prelatura en el sentido de que no se les ocurriera jamás confesarse con los sacerdotes de allí, por más facilidades que les dieran. La mayoría lo han entendido a la primera, saben que lo que ahí cuenten no será neutro, saben bien que tendrá alguna secuela si a ellos les conviene.

Por tanto, cuando las prácticas de una organización llevan precisamente a prostituir la misma religión de la que simbióticamente se aprovechan, no deberían tener la más mínima aprobación y ser intervenida sin dilación para la propia salubridad y credibilidad del catolicismo.

En este caso se cargan literalmente un sacramento, aprovechándose del mismo para beneficio propio. Y en nombre de Dios, eso es lo peor.

Manzano