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 Tus escritos: No se va de mi memoria (I).- Dax

030. Adolescentes y jóvenes
Dax :

Tenía yo catorce o quince años. E. M. me invitó a Torreciudad. E. M. era mi amigo, y yo me fiaba (y me fío) de los amigos, con lo que, a pesar de las dificultades de mi casa (que también eran económicas), entendí que debía ir a las Jornadas Técnicas de Torreciudad. Año del Señor 1997 o 1998, no lo recuerdo bien. La cosa es que me gané las perras haciendo nosequé (algún trabajo de esos que ofrece el opus para que los chavales se puedan ir a estas cosas, creo que vendí bombones en La Basílica de San Miguel). Y allá que marché…



Torreciudad, fascinante. El Cristo que no es de oro, sino de bronce. El lago. La EFA el Poblado, con su iglesia en el medio y sus casitas. Un mundo nuevo, un mundo ideal. E.M. me sugiere que hable con L.C., el director de la convivencia o L.C. me llama él mismo a un aparte, no lo sé. Solo me acuerdo de su habitación, de leer con él Cuadernos 7. Pasan los días. Tertulia de sobremesa. Un agregado majo, portero de Torreciudad, nos cuenta su vocación. Toda la presión, la búsqueda de una respuesta sobre mi "vocación" explota en ese momento, en el que "veo" que soy llamado a entregarme como agregado del Opus Dei.

Ya en el Santuario, se lo cuento al cura. De vuelta al Poblado se lo cuento a E.M. Él, como si le diera igual, responde:

 - Bueno, si es lo que tú quieres, lo que el Señor te pide, habla con L.C.

- Vale, gracias E.M. Encomiéndame.

Me voy a hablar con L.C. Este se alegra, y me dice que mañana escribiré la carta. Por aquel entonces mi presencia por el centro había sido testimonial, nada más. Da igual. Vas a ser burro de noria, borrico siempre serás. Me cuenta algunas historias más, de generosidad, me imagino. Salgo. Deambulo por el Poblado, como abducido, como ausente. Como teniéndome que alegrar por cojones de algo que no sé por qué, pero que me ha tocado. Nos ha tocado la lotería, que decía aquel. Por la noche, muerto de temor, reconsiderando mi posición, analizando mi ímpetu, tan imprudentemente impulsivo, me dirijo a E.M., que dormita en la litera de al lado.

- E.M., ¿duermes?

- Hmmmm... No, ya no. ¿Qué te pasa?

- Es que... Tengo miedo. Creo que no quiero pitar mañana.

- Nada, duerme. Mañana se lo cuentas a L.C. y ya está. No te preocupes.

Pasó la noche, bastante toledana. Tras el desayuno, me dirijo a L.C., en su cuarto.

 - Tengo que hablar contigo.

- Sí - responde, con una sonrisa ancha. Pasa, pasa, te estaba esperando.

- Es que... Creo que no quiero pitar.

- ¿Cómo? Pero bueno, mira, ¿qué te crees que es esto? ¿Un juego? La vocación es divina y eterna, es una cosa muy seria, y no se puede manosear.

Y hasta aquí recuerdo. Debe de ser que ahí mi cerebro se apagó, y no registró más palabras, sino solo los aspavientos de L.C. hecho un basilisco. Me invadieron la culpa y la vergüenza. Pero el desasosiego fue mayor. No pité ese día.

Un rato después, ya en la explanada del santuario (en el párking, para ser más precisos), recuerdo el acoso argumentativo a que fui sometido por el cura de la convivencia (que era el de mi centro, y al que tenía entonces un inmenso cariño) tratándome de convencer de mil maneras de que debía pitar ese mismo día. Huelga decir que se trata de un señor abogado (y varias cosas más, una verdadera lumbrera retórica). No sé cómo, pero conseguí resistirme. No se va de mi memoria.

Hace de eso veinte años. Hace poco, tomándome unas cervezas con E.M., con el que conservo la amistad, llegamos a hablar de aquel episodio.

- Yo le dije a L.C. cómo estabas, le hablé de tus dudas. Y él me dijo: "Que pite y que pruebe".

No podía creer mis oídos. Que pite y que pruebe. Quedan para Dios y para mí los improperios que llenaron mi cabeza, referidos a ese sujeto. Que pite y que pruebe, después de lo que me dijo. Después del sentimiento de culpa que me generó. Después de montar en cólera. Dios lo perdone.

Dax

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Publicado el Monday, 04 June 2018



 
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