Leo a Salypimienta en su entrega historias de horror y terror y me estremezco.

¿Hasta donde podemos los seres humanos llegar a ser manipulados por nuestro fanatismo y falta de personalidad?.

Nos han presentado una institución "santa, santísima" y resulta que es muy, muy humana. Tan humana que no le importa que otros salgan lastimados porque lo importante es lo que dice la delegación, la directora o Roma.

La dependencia emocional que logran o lograron en nosotros es tal que, a pesar de ser supernumerarios, sentimos la obligación de consultarlo prácticamente todo. Cuando algo no nos entra, me pasó a mi: fui al confesor y le dije: "Yo no me veo haciendo esto". Me respondió: "¿y ya lo has dicho en la charla?". Claro que lo había dicho, pero como querían que diga que sí a pesar de mi primer rechazo, me pidieron que lo pensará. Claro, cuando me lo pidieron ya estaba en proceso de re estructuración, en mis conceptos de libertad y santificación. Había visto por mí misma que la Obra no era tan santa, ergo no podía seguir allí.

Reconozco que siempre me costaron las normas. Los primeros meses como escobita que barre bien las sacaba todas, luego fueron como 15 años de sentirme culpable por haber descuidado alguna de ellas. Depende de cada persona dentro o fuera de la institución el tomar decisiones que no le dañen y menos que dañen a los demás. Bien nos enseñaban en ética "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti".

Saludos a todos caminando en libertad creamos o no, siempre en presencia de Dios.

pasiva