HISTORIAS DE TERROR Y DE DOLOR (XII)

Confieso que soy de corazón blando y las historias que me envían suelen conmoverme mucho pero no soy de lágrima fácil… esta historia me ha hecho llorar como pocas veces.

Helena

Conocí el Opus Dei cuando me casé. Una de mis cuñadas era cooperadora y me invitaba a los retiros mensuales. Poco a poco me fui acercando. Al mismo tiempo, el esposo de mi cuñada invitaba a mi marido a lo mismo, y pedimos la admisión como supernumerarios casi al mismo tiempo...  

Nuestra vida estaba completamente absorbida por la Obra, pero éramos muy felices así. En todo momento sentimos que estábamos haciendo verdaderamente la Obra de Dios y eso nos llenaba de felicidad. A los 15 años de casados me tuve que someter a una histerectomía porque me detectaron cáncer de útero. Lo superé gracias a Dios y todos los tratamientos y las incomodidades siempre los ofrecí por las vocaciones y por las intenciones del Padre.

A mi esposo le iba muy bien en su negocio por lo que yo me pude dedicar a cuidar de mi casa y de mi familia. Tuvimos 14 hijos de los cuales sobreviven 12. Mi esposo era muy generoso en sus aportaciones con la Obra y me animaba a ser igualmente generosa.

Con el tiempo, algunos de mis hijos pidieron la admisión como numerarios. Nuestra familia era un modelo para las demás familias en Casa. Aunque mi marido llegó a ser celador, a mí nunca me lo propusieron. Soy de personalidad muy tímida, quizá fue por eso.

Mi esposo murió de un infarto fulminante a los 48 años. Me tuve que hacer cargo del negocio yo sola porque mis hijos mayores aún estaban estudiando en la universidad. En la Obra me recomendaron poner un administrador, porque yo de negocios no entiendo, y me recomendaron poner un numerario. Yo confiada de que uno de Casa no podría hacer nada malo confié, y a los 10 años de que quedé viuda, resultó que la empresa estaba totalmente quebrada.

Yo recibía dinero puntualmente cada mes, nunca me faltó y por lo mismo, no supervisé nunca la marcha del negocio. Pocos meses antes de la quiebra, a mis hijos que eran numerarios los mandaron a vivir a otros países.

Cuando el numerario que era mi administrador me dijo que la empresa estaba quebrada yo me puse muy mal. Era todo el patrimonio que tenía junto con mi casa. Entonces, el hombre ese me dijo que debía vender mi casa para tratar de salvar la empresa y le dije que eso no lo haría. Que no me podía quedar sin casa. Entonces me dijo que él conocía unas personas interesadas en comprar la empresa así quebrada y acepté. Me dieron una bicoca de dinero por ella.

En una carta se lo conté a mi hijo mayor, numerario, y a los pocos días vino a casa. Se puso furioso cuando vio lo que había pasado. Hizo que todos sus hermanos se reunieran. Por lo visto, el hombre que era nuestro administrador nos estafó, pues la empresa nunca estuvo quebrada y la vendió por un dineral a un supernumerario y a mí me dio lo mínimo.

Mis hijos hicieron un escándalo. Los que eran numerarios pidieron la dispensa casi al mismo tiempo pero no me lo dijeron. Me decían que habían pedido permiso para vivir en la casa familiar y se los habían concedido.

Yo seguía yendo a mi círculo y a los medios de formación, hasta que a principios de marzo, en mi charla, la directora me dijo que era mejor que no renovara.

Yo no podía dar crédito a lo que escuchaba. Cuando pregunté ¿por qué? Me dijeron que porque así se había decidido en el consejo local y no me dijeron nada más.

Cuando llegué a casa llorando, el mayor de mis hijos se puso furioso cuando le conté lo que había pasado.

Llevamos varios años en un juicio por despojo, el acusado es el numerario administrador que está protegido por el Opus Dei. Nosotros no somos poderosos pero ellos sí. Gracias a Dios que el Espíritu Santo me iluminó y no vendí la casa. Con el poco dinero que recibí puse un negocio pequeño en un local adaptado en mi propia casa y todos mis hijos ayudan con el dinero que pueden para mantenernos a los pequeños y a mí.

Lo que nunca he podido entender es por qué me echaron. Yo nunca les di ningún problema y ellos a mí me quitaron la fuerza que me impulsaba a salir adelante.

Así las cosas en la caritativa obra del padre Escribá. ¡Que Dios nos cuide!

Nota aclaratoria: Los nombres de las personas y sus ciudades han sido cambiadas para su protección.

Besos cariñosos

Salypimienta (salypimientalaencomendada@hotmail.com)

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