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 Correos: Sobre Kayak y Knecht.- Pepito

070. Costumbres y Praxis
pepito :

A mí me parece bien que este foro esté abierto a todas las opiniones, incluso a las que acaban resultando en auténticas paridas, como las enviadas por Kayak y Knetcht acerca del consumo del tabaco en el Opus Dei. Yo, que sí fui “miembro fundador”, en los términos definidos por Escrivá, puedo dar un testimonio aquilatado sobre el asunto.

Cuando yo entré en el asunto, el tabaco era simplemente cosa de mayores y especialmente de hombres (incluidos muchos curas, no así de ciertos frailes, al menos en público). Por entonces ya se empezaba a decir que el tabaco era mala cosa, pues a la vista estaban, al menos, los viejos fumadores con sus bronquitis a cuestas, aunque ejemplos como el de Churchill, que se fumó media cosecha de Vuelta Abajo y vivió 94 años, no apoyaba esa tesis. Con el tiempo progresó la investigación médica, y en particular la que identificó el tabaco como factor cancerígeno, lo que ya empezó a meterle miedo a alguna gente; pero, desde luego, el fumar se consideraba como cosa normal y hasta elegante, que practicaban muchas personas decentes y mentalmente equilibradas. Por otra parte –y también de los USA- surgió el movimiento de los no fumadores que exigían “espacios libres de humos”, razonable exigencia que logró la proscripción del tabaco en organismos público, en medios de transporte y, en fin, en bares y restaurantes, cosa esta ya muy discutible, porque podría haberlos de fumadores y no fumadores, e incluso mixtos, con espacios reservados (en España, siempre a las órdenes de los de siempre, se hizo gastar dinero a los hosteleros que los instalaron, y al poco tiempo la furia higiénico-sanitario-puritana se los hizo cerrar).

Por otra parte, y de una manera un tanto pueril, algunas películas de entonces nos presentaban sistemáticamente al chico cigarrillo en mano, e incluso a memorables chicas como Rita Hayworth. Andando el tiempo, sin embargo, el cigarrillo o dejó de aparecer en el cine, o aparece cuando se quiere subrayar o sugerir, en el pacato tono de ese Kayak, que el tipo que fuma no es buena gente; que aparte de ese vicio, tiene otros más graves; y al gesto de fumar acompañan otros: cuello desabrochado y corbata arriada, barba mal afeitada, pelo casposo y, por supuesto, mirada aviesa.

En fin aburre y da pena tener que recordarles a esos chicos el contexto en el que los miembros del Opus Dei fumábamos como la generalidad de los varones; pero no compulsivamente, como dice uno de ellos con mala leche notoria y puritana; y, desde luego, no se fumaba en absoluto durante el llamado silencio mayor. Eso es lo que había y menos rasgarse las vestiduras, que mayores motivos habría para ello.

Concluyo con una anécdota. Cuentan que el papa León XIII, tan estimable por tantos conceptos, era adicto (¿!) al rapé, unos polvos de tabaco o algo parecido que se esnifaban y se suponía que, al provocar el estornudo, aclaraban la cabeza. El pontífice tenía desde siempre estrecha amistad personal con un escultor o pintor agnóstico y con sus ribetes de libertino; y en cierta audiencia que le concedió, y como exigía la cortesía, le ofreció su cajita de rapé por si quería tomarse un polvo, que se decía; y el artista descreído, con gesto entre irónico y mojigato le dijo: “Gracias, Santidad, pero no tengo ese vicio”; a lo que León XIII le respondió: “Si fuera un vicio, lo tendrías”

Pepito




Publicado el Wednesday, 18 February 2015



 
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