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 Correos: El grano de arena (V).- Ponciopilatos

010. Testimonios
ponciopilatos :

El grano de arena (V)

Después de pasar una mala noche, amanecí más que desperté, casi inmóvil. Colapsada, sin voz, sin palabras, sin poder moverme de la cama. Mi esposo y mi hijo me llevaron a urgencias donde el médico me diagnosticó un serio ataque de ansiedad y de fatiga y me recomendó reposo. A la vuelta hacia el hotel mi hijo mayor intentó jugar una última carta en nuestra estancia, y sin decirnos nada se fue al colegio mayor a visitar a su hermano numerario. Como si de una fortaleza medieval se tratara, varios numerarios se personaron en la portería e impidieron la entrada a nuestro hijo que ni tan sólo pudo acceder al recinto. Recuerda que alguien le dijo: “no eres persona grata”. Se volvió triste y sin entender demasiado que significaba todo aquello...



Se acercaba la hora de la partida del tren y tuvimos que marcharnos. Ya en nuestra ciudad, visitamos a nuestro médico de confianza y le mostramos los análisis de nuestro hijo numerario. No dudó ni un instante en diagnosticar una enfermedad congénita, no muy grave pero que hacía necesario un tratamiento, el cual consistía en no poner el cuerpo al límite en cuanto a esfuerzo y falta de descanso. Se trataba de una enfermedad metabólica que impide una correcta oxigenación de los tejidos y que se manifiesta sólo cuando la persona carece de un descanso correcto o hace esfuerzos físicos prolongados. De ahí procedía aquel color amarillento de su piel. Curiosamente durante la vida de nuestro hijo bajo nuestro techo, jamás se había manifestado, pero al ir al centro de estudios y posteriormente al colegio mayor se rompió el orden de vida que llevaba y aparecieron estos síntomas.

Intentamos llamarle para avisar de la tenencia de esta enfermedad, pero fue tarea complicada pues o bien no se descolgaba el teléfono del colegio, o bien no se sabía donde estaba nuestro hijo. Cuando pasado casi un mes pudimos comunicarnos con él y le relatamos lo sucedido se limitó a no creernos, a decirnos que le estábamos engañando con alguna segunda intención.

Consultamos a personas jurídicamente expertas en situaciones semejantes y se nos aconsejó que enviáramos burofax con la documentación médica acumulada tanto en diagnóstico como en tratamiento y seguimiento. La razón de ser de este envío obedecía a la posibilidad de una posterior denuncia y juicio al colegio mayor por negligencia.

El seguimiento médico consistía en realizar analíticas cada dos o tres meses y, en función de los resultados, aconsejar un ritmo vital u otro. De aquel entonces han pasado más de tres años y aún hoy no nos consta que se hayan repetido ningunos análisis.

Pasaron unos meses llenos de silencios, de teléfonos no descolgados, de “ignorar” donde se hallaba nuestro hijo por parte del colegio. Fueron meses de tensión familiar. Había silencios que dañaban más que las palabras hirientes. Eran silencios de menosprecio. Así llegamos a la primavera, en que el colegio nos invitó a la llamada fiesta de los padres.

Ponciopilatos
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Publicado el Monday, 07 January 2013



 
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