Abundando en los síntomas de decadencia insisto en el hecho histórico capital de que el acceso de Juan Pablo II no fue fruto del azar. Decir que en el segundo cónclave de 1978 salió Juan Pablo II como podía haber salido otro no responde a lo que realmente pasó, porque en medios bien informados sobre la vida de la iglesia ya se sabía quién era el candidato preparado por el Opus. No necesitan estar presentes en un lugar con un numerario u otro tipo de fiel, asociado, miembro, actúan por personas interpuestas, manejando intereses, despistes, inocencias. Se dedican a eso, no lo olvidemos. El resto de la humanidad tenemos otras interesantes tareas que no es la conspiración ni el llegar a cimas, pero ellos desde sus primeros pasos en la historia de España, casualmente en el régimen de Franco se han caracterizado por apuntar muy alto. Ya cité mis fuentes y no me voy a repetir. Entre los testigos de que Wojtyla era el candidato del Opus y la propia experiencia personal corroborada por los testimonios de antiguos directores que aquí se recogen, es suficiente...

Baggio no era del Opus, pero fue un cardenal que en la célebre controversia de si la Prelatura personal pertenecía o no a la estructura jerárquica defendió acaloradamente la postura opus frente a Ratzinger.

Tenemos el ejemplo del postulador de la causa de beatificación de Escrivá un anciano sacerdote el padre Rafael Pérez. En el debate de la Clave de 1992 Benito Badrinas intenta convencernos de que el Opus Dei no tuvo nada que ver con la formación de ese tribunal eclesiástico. Pero el tribunal vino constituido desde Roma, lo asegura Carandell y no lo desmiente Badrinas.

El Opus Dei, ellos sabrán cómo, excluyó a todos los testigos incómodos de la vida de Escrivá (María Angustias, Fisac, ¿Carmen Tapia?, Carlos Albás) y se quedaron tan panchos. Diciendo que fue el tribunal "independiente" quien excluyó. Son modos de actuar todo un clásico opusdeístico de los que no nos vamos a sorprender a estas alturas.

Suma y sigue de ocasiones en que personas que oficialmente no pertenecen pero, ellos sabrán por qué, les hacen el favor. Podría contar modestamente experiencias personales en que esto ha sido así, en asuntos mucho menos trascendentes que los que ya he mencionado.

Muy bien traída y explicada la comparación con la Cienciología: fenomenología de las sectas. La cienciología un Opus norteamericano, como a la inversa, el Opus una Cienciología a la española. Apasionantes comparaciones que dicen mucho sobre las diferencias y semejanzas entre dos culturas diferentes, dos países distintos del mundo occidental, dos patologías de la religión que deberán de hacer reflexionar a todo tipo de pensadores, pues ambos Opus y Cienciología son una muestra de que el progreso económico y la firma de tratados internacionales no bastan para que se atropellen derechos elementales en países que en principio "tienen garantías constitucionales". Me interesa especialmente el punto que afirma Vega de que las leyes estadounidenses son mucho más severas que las españolas con la mala práctica médica. Me recuerda el caso de Isabel Caballero que pese a todo lo que ha luchado en los tribunales no le ha servido para nada. En España como se compinche juez amigo de Opus con psiquiatra Opus ya te puedes despedir de tus derechos como ser humano. Es muy impresionante y doloroso.

En lo que a mí respecta que pasen atrocidades así en el país de uno no lo arregla ninguna Eurocopa ni Copa del Mundo.

Para Juan Pablo II el Opus Dei no era un movimiento laical más. Eran sus consejeros y asesores. Se hicieron muchas cosas en ese pontificado porque el Opus quiso y que les beneficiaban. La regresión a tiempos preconciliares del catolicismo hay que ponerla en relación estrecha con el ascenso del Opus durante ese pontificado en la burocracia vaticana. No olvidemos que se empezaron a nombrar obispos Opus por el mundo entero, en especial en los países de habla hispana, que se creó la "pontificia universidad de la Santa Cruz" en Roma, que se concedió la prelatura y se hizo obispo al "padre" del Opus, que se otorgó en un mismo pontificado beatificación y canonización del fundador, que se nombraron los primeros cardenales pertenecientes al clero del Opus, que se eliminaron adversarios incómodos para el Opus a lo largo y ancho de la iglesia (teología de la liberación entre otros). El ascenso del Opus ha sido imparable. Y si al principio Ratzinger no era "amigo" ni cooperador como bien demuestra la oposición que les hizo en 1981, hoy ya nadie discute que se apoya en ellos como lo hizo su predecesor. Ha puesto en el asunto del mayordomo a Julián Herranz de investigador principal. Siguen los nombramientos de Opus dentro del Vaticano y en las sedes episcopales, en el asunto pontificia universidad católica del Perú también Roma ha hablado, incluso en la cuestión de los lefebvrianos parece que han salido ganando. Ya no se habla de su reincorporación a Roma tras la llamada de atención del que no debe ser nombrado en esta web desde las páginas del Osservatore romano. Me olvidé del lado oculto, las finanzas eclesiásticas saneadas en determinados momentos de necesidad gracias a banqueros Opus. ¿De dónde salieron los 200 millones de dólares que el Vaticano depositó en Suiza tras la quiebra del Ambrosiano? ¿De dónde la financiación al sindicato Solidarnosc?

Es lo que hay. No creo que sea justo decir que el Opus es uno más en esta danza, llevan la batuta, por el hecho de que aún no hemos visto en la iglesia quien les haga frente con seriedad. Siempre consiguen eliminar a sus contrarios o contradictorios. La involución hacia posiciones anteriores a Vaticano II la han protagonizado ellos. Los campeones de la libertad.

La nueva evangelización es una quimera. Ya estábamos con la "recristianización de Europa" en 1985, cuando servidora empezaba el centro de estudios. Recuerdo una carta de Alvaro del Portillo de ¿diciembre de 1985? que fue comentada y recomentada hasta el infinito. Hablando de la recristianización de Europa, de las raíces cristianas de Occidente... como un mantra resonó en nuestros juveniles oídos durante meses. Era la nueva cruzada Opus de los ochenta.

Hoy sé que en realidad la "recristianización" no la inventaron entonces Juan Pablo II y el Opus Dei. El Opus Dei andaba con ese lema desde los tiempos de la segunda república española. ¿En que se materializó la "recristianización" española? en una guerra civil sangrienta que llevó a este país a la catástrofe, al exilio y la muerte a muchos españoles. La cuestión religiosa fue una gran baza que Franco supo utilizar para movilizar masas en su favor, durante y después de la guerra. Los historiadores Opus muy amigos de presentar esa guerra resaltando el factor religioso como el único, cuando había otros de tipo social, económico y político igualmente importantes. Tuvimos polémica en España protagonizada por Luis Suarez no hace mucho a propósito del diccionario biográfico español y sus afirmaciones sobre el dictador.

Sobre esa base de muerte y estigmatización de la mitad del país puso las bases la dictadura, desde la primera hora los chicos de Escrivá y el propio Escrivá formaron parte de las instituciones franquistas, ocuparon preferentemente todos los huecos que habían quedado en la universidad y otras altas instancias culturales. No en masa porque entonces eran pocos, pero todos tuvieron derecho a su "huequecillo". Hubo incluso alguno que se animó a participar en la depuración de profesores universitarios sospechosos de no adhesión. En una segunda fase de su "colocación" ascendieron a ministros a finales de los 50. Pervivieron con la democracia. Siempre hemos tenido Opus en nuestras instituciones españolas, hoy más que nunca.

¿Y qué? ¿Somos por ello un país más cristiano? ¿Más creyente? ¿Más compasivo? ¿Mejor que otros? ¿Dónde está esa influencia de la que nos hablaba el fundador? ¿Dónde ese bonus odor Christi? En España, cuna y lugar de su desarrollo cuando se pronuncia la palabra Opus mucha gente se echa a temblar. Otros echan pestes de la religión, de la fe y de la iglesia. No voy a hablar de cómo se está llevando la política ahora. Tampoco de las manifas "en favor de la familia" cuando gobernaba el socialismo.

El novedoso proyecto evangelización hemos comprobado en nuestra propia piel lo que da de sí. Evangelización es ocupar el poder. ¿Para desde allí predicar a Cristo? que se lo cuenten a otros. Hemos visto el resultado de estas evangelizaciones, tener el poder no es necesario para evangelizar, a lo mejor porque el mensaje del evangelio está totalmente distorsionado en ese planteamiento. No hace falta ser poderoso para ser creyente. Incluso es contraproducente en quien se dice seguidor del evangelio. A Jesús le seguían los excluidos del pueblo, excluido en sentido estricto no figurado: los más "pequeños". Y habló de demostrar compasión con todos, no de llegar al gobierno ni de sentarse en las cátedras. Más bien fustigó a los que se sentaban en la cátedra de Moisés y ponían pesadas cargas en los hombros de los demás. Haced lo que dicen no lo que hacen.

Es muy difícil en esta iglesia jerarquizada, ritualizada, que organiza juicios y condena a detención y a la cárcel, mientras no se preocupa de los niños de los que se ha abusado reconocer la predicación de Jesús de Nazaret. Muy difícil en esta jerarquía que da más importancia a la "imagen" que a la justicia o a la verdad ver el evangelio. Irreconocible. Y no digamos la visión y el papel de la mujer como mera comparsa. No me lo creo, no puedo pensar que Jesús de Nazaret era misógino, que tenía esa imagen medieval de la mujer pecadora y tentadora... indigna de muchas cosas, entre otras de acceder a responsabilidades. Aunque entre los seguidores primeros no había ese afán de dominio de la sociedad, anunciaban la buena nueva a los que lo tienen todo perdido.

Me olvido siempre del tema dinero que cuando se habla del Opus Dei es esencial. El dinero es la base de la influencia propia, no de Cristo, ¡por favor! y el quitárselo a los demás la base de dejarlos sin voz.

Y como este cuadro es más negro y sombrío que un pozo, copio unas palabras esperanzadas de un posible futuro para la iglesia católica no dominado por el Opus, son las esperanzas de Hans Küng, sacadas de su libro "Lo que yo creo":

“He sido y soy miembro fiel de la Iglesia. Creo en Dios y en su Cristo, pero no creo “en” la Iglesia. Rechazo toda equiparación de la Iglesia con Dios, todo infatuado triunfalismo y todo egoísta confesionalismo: permanezco abierto a la entera comunidad cristiana de fe, a todas las iglesias.

De este modo, mi propia visión se ha ido ampliando de continuo a lo largo de las décadas: de la unidad de las iglesias a la paz entre las religiones y, por último, a una verdadera comunidad de naciones. Pero cuando uno, después de 8 décadas de vida, ha alcanzado lo que probablemente será la última para él, tiene aún menos capacidad que antes para predecir qué expectativas se cumplirán. Por eso, en este capítulo conclusivo, expreso mis grandes deseos como un espero, “lo que espero”. La esperanza, mi triple visión esperanzada, compartida por muchos, sobrevivirá el lapso de mi existencia.

Durante toda una vida de teólogo me he comprometido a favor de la renovación de la Iglesia y la teología católicas, así como a favor del entendimiento entre las iglesias cristianas. He podido ser testigo de algunos éxitos, sobre todo bajo Juan XXIII y durante el concilio Vaticano II.

Pero también he tenido que encajar reveses, en especial bajo los papas posconciliares; ellos y su aparato curial de poder traicionaron el concilio reformista y pusieron de nuevo en pie, a fin de bloquear cualquier reforma el sistema romano, antirreformado y antimoderno, propio de la Edad Media, con un colegio episcopal por entero domesticado.

Pero aquí vale la advertencia: “La vida castiga a quien llega demasiado tarde”. Pues tras la deslumbrante fachada de la Iglesia papal cada vez resulta más patente el desmoronamiento de las estructuras pastorales: extinción del clero célibe y numerosos escándalos de pedofilia, miles de comunidades sin sacerdote y masiva venta de iglesias; fusión a la fuerza de parroquias en enormes unidades de pastoral; cada vez menos bautismos, menos asistentes a misa, menos matrimonios; éxodo de mujeres emancipadas; desinterés de los jóvenes… La creciente necesidad y los decrecientes ingresos ¿no obligarán a acometer reformas?

Mi esperanza no se dirige a una homogénea Iglesia unitaria; los perfiles confesionales, regionales, incluso nacionales, de las diversas iglesias cristianas no deben fundirse en uno solo. Mi esperanza apunta a una unidad ecuménica entre las Iglesias cristianas en una heterogeneidad reconciliada. Pero ¿No se trata de una esperanza necia y extravagante? No, es una visión realista, cuya realización en la base de las Iglesias comenzó hace ya tiempo.

Así, no renuncio a mi esperanza: ¡la ecumene de las distintas confesiones cristianas es posible, más aún, necesaria! Debe crecer desde abajo y ser arrancada a los dirigentes de las Iglesias. Esta es mi visión:

-Los dogmas de factura humana, que dividen a las Iglesias, pasarán a segundo plano detrás de la verdad de Dios y el mensaje de Jesús. Las estructuras medievales-premodernas, que tratan a las personas sobre todo a las mujeres, como seres desfavorecidos, se diluirán. Las altaneras autoridades eclesiásticas, que en el curso de los siglos se han ido procurando más y más poder, quedarán reducidas a una medida humana.

-Algún día se superarán los privilegios y pretensiones medievales-protomodernos de la Iglesia católica frente a las restantes iglesias cristianas, sus ministerios y celebraciones religiosas. El papismo infalibilista y la idolatría papal pseudocristiana cederán paso a un ministerio petrino que esté al servicio de todo el cristianismo y funcione en el marco de estructuras sinodales y conciliares.

-Pero también el fundamentalismo bíblico, las tendencias cismáticas y el provincialismo regional de cuño protestante serán contenidos en beneficio de una iglesia responsable ante el mundo, así como de la ilustrada “libertad del cristiano” que no manifiesta fatuidad moralizadora ni intolerancia dogmática.

-y entonces serán superados asimismo el tradicionalismo y el liturgismo oriental –ortodoxos. Se transformarán en un cristianismo más inspirado por sus orígenes y al mismo tiempo contemporáneo, capaz de actuar como levadura en la nueva conflagración de la política y la sociedad, incluso en los países del Este de Europa.

En conjunto, no un mundo eclesial paradisíaco, sino Iglesias que vuelven a guiarse en mayor medida por el Evangelio y están abiertas a las necesidades de sus contemporáneos. “

Ana Azanza