En ningún momento la intransigencia, la coacción, y la desvergüenza son santas.

Jesús, verdadero Hombre y verdadero Dios cura a los ciegos con el ejemplo del lodo. El lodo está hecho a nuestro entender de agua y tierra. El Amor gratuito de Dios Padre lo simboliza con el Agua, y cuando lo mezclas con otra cosa que no sea el mismo Amor de Dios, la tierra empieza a ocupar el lugar del agua.

El agua mas pura y sin minerales es ideal para lavarse la delicada cornea y el resto de nuestros ojos.

Así Jesús le dijo al ciego que si se ponía en los ojos el agua del cariño de Dios Padre, del que brotan la condescendencia, el respeto, el cariño y el orgullo (que no es lo mismo que soberbia) , sus ojos empezarían a curarse por gracia de Dios. El ciego entendió que debía dejarse ayudar por quien con verdadero Amor quisiera y tratar a sus ojos con delicadeza para permitir que Dios Padre, y nadie más lo curara. Y también entendió que para cambiar se necesita coraje para denunciar tanto los errores de los demás como los propios; y que, a diferencia del odio, dicho coraje es un meaculpa en comunidad ante un Dios Padre que todo lo perdona.

Porque para un verdadero Cristiano el que Dios nos cura es un hecho inminente e inmutable que a veces pretendemos definir erróneamente cuando decimos que tal o cual padecimiento se “curan solos”, y no es así, nos curamos con la atención del que nos ama, y con nuestro sistema inmunológico, endocrino, etc. a final de cuentas nos curamos por el gratuito Amor de Dios y nada más. Un Amor que nos parece cambiar, pero que en realidad es inmutable, porque, si Dios puede hacerlo todo, también puede salvarnos y permanecer inmutable.

Así es el Amor de Dios; Infinito, Eterno e Inmutable, y nosotros creemos y vivimos como si el Amor de Dios cambiara para justificar nuestra falta de Fe de Esperanza y de Caridad.

Nada, nunca y en ningún momento justifica la intransigencia, la coacción y el cinismo del que dice hacer el bien haciendo el mal. No seamos un estorbo para que Jesús alivie nuestra alma y nuestro cuerpo.

Ravelo