Es un placer contar con un lugar como este. Es de los pocos sitios donde se puede colaborar con aportaciones que dan luz sobre distintos aspectos de una prelatura. Y a esa liberalidad apelo.

Hay una cuestión que no quiero dejar pasar. La reducción ideológica que realiza la prelatura en favor de corrientes totalitarias clasistas y teocráticas, no se formaliza de cualquier forma.

Como en otras ideologías, nacen, en el periodo de Entre Guerras y alrededor de Viena, (lo que nos llevaría a estudiar como afectan las casas pequeñas y frías en el compartir el calor de los bares, que lugares) todos los precipitados, en forma de partidos, sobre como hacer vencer la utopía presente en cada ideología. Nace el militante, horrenda palabra, sin duda, que era un adjetivo que se llevaba con orgullo no hace poco y por el que podía asesinarse sin ningún problema moral, según parece....

Ese profesional de la ideología tiene la pretensión, siempre soberbia y paranoica, de poder abandonar cualquier responsabilidad sobre su vida y sacrificarse, por los demás, dice, para que venza una idea sobre otras.

Un profesional de la ideología, un militante, sometido a una ascesis apropiada, al training moral y político, que hace posible la creación del partido. Un partido como organización jerarquizada, disciplinada, cuyos centros de dirección son autónomos, y, en caso necesario, secretos. Los militantes aparecen cualificados con formación práctica y teórica, política, doctrinal y militar. El partido es el portado de la promesa de consumación de la historia, es el lugar de la salvación o de la perdición, único generador de valores, guardián de la verdad. Y sin que nadie se lo haya pedido, gratuitamente, por amor a la Humanidad.

El caos de cientos de carismas, de docenas de religiosos y sacerdotes intentando realizar el Reino de Dios en medio del mundo, todo era el caos de un populismo mojigato y lleno de buenas intenciones, para el fundador de la cosa que nos entretiene.

Como el Partido Comunista para el socialismo, la prelatura creo un sistema sectario basado en las mismas premisas: ser el grupo católico mundial, universal, que lleve a Cristo, a la cumbre de todas las actividades, a todo, por que la Iglesia, una máquina anquilosada, y más tras el Vaticano II. Se junta la paranoia totalitaria clasista teocrática con la crisis de la Iglesia que parecía hacer un hueco, sencillamente, llevar a la crisis total, para poner al frente a la prelatura como metacarisma. A la vuelta de pocos años, todo sería para la prelatura, ese es el designio como pretendían los comunistas con el socialismo.

El magisterio de la Iglesia, en la parte que se alineaba con la prelatura, en su interpretación totalitaria, clasista y teocrática, le servía de justificación y esa legitimación hacía que el poder más arbitrario, la nauseabunda forma de explotar a las personas, desde la minoría de edad hasta la ancianidad, parece obedecer a decretos eternos que llegan hasta el mismo Evangelio, retocado y con las páginas arrancadas, previamente, claro, que contradicen esa interpretación.

Esa unión entre ese reduccionismo totalitario, clasista y teocrático con una organización tiene un poder infinito. No se trata del uso burdo del maquiavelismo y la toma del poder por el poder. Se toma el poder no por el poder, sino bajo la capa de una ideología coherente en su delirio y cada acto contingente, circunstancial siempre encuentra una sublimación de salvación terrena, del paraíso anticipado por visiones del líder de líderes, caudillo de caudillos, con clase de tropa y visión teocrática.

Y entonces todo se politiza, se mide y se cifra en función de esa ideología que emana en grado sumo en la actividad del partido sectario. Cualquier problema tiene solución y además tiene una solución natural, que han de aceptar todos porque proviene de los elegidos, de los que tiene criterio, los únicos que tienen ese criterio. Cualquier cosa se tamiza por los criterios morales de unos pocos, bien formados pero como militantes, esto es, como puros políticas políticos al servicio de una verdad y un fin que supera a la misma Iglesia.

Y estas son las razones por las que se despersonaliza, se manipula, se viola las conciencias, se aísla a las personas de su entorno, por el que se escriben cientos de libros insoportables, infumables y llenos de citas al líder de líderes, porque se tiene la clave hermenéutica para desentrañar cualquier problema, situación o idea.

Por eso aparecen empresarios que no tienen que seguir ni la moral, ni las leyes, nada, porque son interpretes de un nuevo orden donde los mandatos jerárquicos lo son todo. No se puede someter al imperio de la ley, no se le puede llamar arbitrariedad a quien usa el poder en su beneficio, no, es un elegido por los sacerdotes de la prelatura para llevar a los demás al Reino de Dios, clasista, totalitario y teocrático, quieran o no quieran. La visión de victoria final ya se tiene, así que es cuestión sólo de tiempo.

Por eso, toda reflexión filosófica, científica o técnica realizada por los enviados, por los militantes, serán la primera vez que podrán tener la perfección y ser un bien real para la Humanidad. Ese trabajo filosófico, científico o técnico esta preñado del carisma de carismas, de los verdaderos creyentes, de los verdaderos santos, y es la primera vez en la Historia que un trabajo filosófico, científico o técnico puede recibir ese nombre.

Por eso, los militantes encuentran su sitio para servir a la causa según sus talentos y criterios de oportunidad del partido, grupo sectario. Vuelve el orden natural, el pago por el merito de haber sido obediente y fiel, aunque eso, como se sabe significa mediocre, miserable y chapucero.

Y así hemos escrito parte de la Historia del siglo XX, con ideologías que han engendrado partidos, partidos que han intentado llegar al poder para establecer regímenes totalitarios, y que, como poco, lo han conseguido en su misma organización, como estamos hartos de saber.

Copiar mal a la Iglesia tiene su pase. Muchos intentan encontrar la voluntad de Dios en sus vidas y no tarea fácil. Algunos mueren sin conocerla del todo y esa era la voluntad de Dios. Lo que ya no tiene perdón es coger lo que me interesa para mi delirio ideológico, de izquierdas o derechas, y pretender montar un Iglesia militante, sectaria, que apoye una ideología totalitaria. Más todavía repugna y es aberrante es buscar continuamente aprobaciones sin contar nunca nada, sorteando todo a todas horas, para que, al paso de los años, no es más que una serie de burdas copias de lo peor que la Humanidad a dado.

Me da igual que un militante tenga esta u otra declaración formal o no de esta idea o de la otra. Al final esta sometido a lo que le pida el partido, el grupo sectario, tendrá que defender lo indefendible, asumir toda arbitrariedad, cualquier atrocidad. Me es irrelevante que sean unos más conscientes que otros de esa moda partidista, sectaria, que hunde sus raíces en los abortos más oscuros que la razón humana ha parido.

Al final el balance es el mismo. Estamos ante la escenificación de grupos organizados para instaurar una forma de vida que es la suya y sólo eso. Que no me cuenten más milongas sobre si esa la visión que nace de la racionalización sobre la Historia de la clase oprimida o sobre los católicos que nunca lo han sido ni lo han podido ser. Y, por supuesto, lideres los justos. Si alguien tiene que salvarme y no es Jesucristo, que se vaya a Alaska a enfriarse el cerebro.

coplasuelta

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