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 Correos: La parusía de El Padre.- Solidante

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solidante :

Yendo en el metro, me he animado a continuar estas grandes series, que esta web con tanta generosidad me publica, y me he decidido por escribir una de ficción, y además de religion-ficción, aunque claro esto va ir entreverado con retazos históricos, anecdotario misceláneo y echando una mirada a lo que es y ha sido esa cosa llamada Opus Dei, y en particular, su fundador que mereció la gloria de ser elevado a los altares por un fallo en el expediente de la Comisión vaticana correspondiente.  Yo que soy creyente y que creo que alienta algo del Espíritu en esa cosa vieja que es la Iglesia católica, no creo en esa canonización más que por un imperdonable descuido del "abogado del diablo", puesto vaticano de lo más salado, o bien que el susodicho príncipe y mentiroso de este mundo no ha hecho su labor adrede, para escándalo y tropiezo de la cristiandad y los infieles, con lo que a la postre el maligno sale ganando. Dejemos al inescrutable juicio de Dios el destino del P. Escrivá y como cristianos vamos a desearle que Él haya tenido definitivamente piedad de su alma, y así lo haga con todos nosotros, para que gocemos y sonríamos cuando nos toque estar juntos a todos allá arriba en el cielo y comentemos estas cosas como chascarrillos...



La cosa, no obstante es seria, pues hace mucho que, siendo yo un ex con cierta seniority, me ha venido recurrentemente una idea a la cabeza, la de que los gerifaltes de la cosa han sido verdaderos ateos en su arcano íntimo, como lo demuestra su mundanalidad, su ansiedad de poder en este mundo, su escaso interés por la consecución del Reino, su cripto-cristianismo, su violación de conciencias, su acabada soberbia e idem egoismo, y muchas más pruebas. Confieso que la idea me espanta y trato de eliminarla de mi cabeza y para ello me ayudan tres pensamientos a lo Luisa Hay: primero, no soy quien para discernir tamaña realidad. Segundo, recuerdo el juicio de Lutero contra Erasmo sobre su ateismo encubierto, y yo siempre he sido partidario de San Erasmo. Y tercero, recuerdo el famoso pecado que no se perdona sobre el que nuestro Salvador advirtió a los fariseos y escribas por decir que Su espíritu era del diablo. Bien, dicho eso, llamo la atención que en consonancia con lo dicho el Padre nunca ha hablado de la Parusía de nuestro Señor (que yo sepa) punto central de la enseñanza cristiana. Como sabeis, si honradamente confesais lo que habeis visto el Padre de teología sabía poquito, de Derecho canónico menos (veáse la Abadesa de las Huelgas) y de la historia de la Iglesia nada. A pesar de que, como se nos dijo a los aspirantes a numerarios, el Padre iba al servicio a hacer las necesidades mayores, sentándose en el inodoro, leyendo tomos de Teología fundamental, para aprovechar el tiempo. Nada de esto le aprovechó y no sé pero siempre me ha asaltado la duda de si para escribir sus homilías no utilizaría "negros". Un amigo mío de Fuerza Nueva, y a pesar de ello buena gente, decía que Escrivá era en sus escritos, no en sus obras de conducta, ortodoxísimo. Yo no lo creo, pues él sólo estuvo interesado en el reino de este mundo " han hecho a mis hijos ministros!!!!". Es lógico que pensando en hacerse con bancos, ministerios, empresas, herencias, no tendría tiempo para pensar la parusía. Yo voy a hacer el ejercicio de ficción de reflexionar por él. Vamos a ello.

Hace ya unos siglos (en el XVIII) existió en Chile un jesuita llamado Manuel Lacunza, descendiente de un navarro, quien escribió un libro de mucha fama, pero raro e inencontrable hoy, intitulado "La venida del Mesías en gloria y Magestad", en donde segregó una sutil herejía muy vigente en la actualidad llamada dispensacionalismo, por la que la parusía del Señor será doble, la actual dispensación es un mero paréntesis hasta que el pueblo judio vuelva hacia Jehová otra vez, y se convierta al cristianismo, y además habrá más cosas inventadas por el chileno, arrebatamiento de la iglesia, tercera venida, etc. Tema apasionante y digo yo por qué Escrivá no se dedicó a esto cuando los teólogos españoles han sido históricamente descollantes en esta vidriosa materia de la escatología. Por cierto que las teorías de Lacunza, condenadas por la Iglesia tras titubeos, por arte de birlibirloque pasaron a la iglesia presbiteriana escocesa, a los bautistas y que sé yo. El caso que esas ideas están en el sustrato de la alianza actual entre los cristianos fundamentalistas de Texas y los conservadores religiosos de Israel. Es un tema muy interesante, que no puede alargarse aquí, sólo basta con decir que las ideas de Lacunza han sido glosadas hasta por partidarios americanos de la teología de la liberación, dado que Lacunza es una gloria nacional chilena y sudamericana. Si el Padre hubiera sabido algo de esto -no tenía ni repajolera idea- hubiera rechazado de plano tales elucubraciones por el detalle de que Lacunza era jesuita, que si no, seguro le hubiera apasionado y aplicado a su propio caso el sistema. Por lo mismo condenó a Theilard de Chardin ("...esto no lo leerán nunca mis hijos"). Excursus: sobre el odio antijesuitico de Josemaría, ¿ha oido alguien en la obra una mención mínima siquiera a la jesuítica devoción al Sagrado Corazón?.

Yo me figuro a Escrivá dando rienda a su imaginación y prefigurando su propia parusía, toda vez que su caso y por excepción mereceria una vuelta especial, en previsión a sus propios méritos conocidos desde la eternidad (Duns Scoto). Me dijeron una vez dos ex agregadas que para los miembros de la obra, lo que es lo mismo para el mismo Padre, su dignidad en el cielo venía inmediatamente después de la Trinidad, bendita sea, y de la Virgen María. Con eso el barbastrense pasa por delante de San José, de San Pedro, de San Pablo, de San Francisco de Asís, de San Ignacio de Loyola, etc; o sea, de muchos gigantes en la historia de la salvación. Desde luego el narcisismo megalómano de nuestro personaje no tenía límites.

Imagino, pues, ahora cómo habría imaginado el Padre, echando rienda suelta a su concupiscente apetito de vanidades ( qué chorrada lo de Marqués de Peralta) su parusía. Vendría entre nubes a arrebatar al cielo ¿a quién? Por supuesto a sus hijos, miembros del invento, que se librarían así de la Tribulación anunciada en el AT y por el Señor. El padre, como buen dispensacionalista sería pretribulacionista, que es el que postula que el Señor volverá antes de la gran tribulación, pues es bien sabido que al Padre no le gustaba que sus hijos fueran mártires. Él, que los quería ministros y banqueros, le horrorizaba que fuesen perseguidos como le puede tocar a cualquier cristiano, lo que es muy coherente con su idea de una religión poderosa y dominadora en el mundo material. Si deseaba una vía de santidad como especial para los opusinos al margen del rebaño general de la Iglesia, pues lo mismo en lo que se refiere a los postreros días. Nada de Armaggedón, nada de la bestia y del dragón, ni del 666, apenas Anticristo, el milenio eso sí con sede especial en Barbastro. Afortunadamente el Padre desconocía la escatología, bastante con que se sacó de la manga la incomprensible santificación del trabajo -copiándola de remiendos de ideas de cristianos anteriores, desde el siglo I-, como coartada para forrarse hasta las cejas. Entendida la vida ordinaria como éxito en el mundo, el Padre huía de la escatología como gato del aceite hirviendo, nada más natural, si retenemos un poco su sistema de ideas(?). No sigo, la imaginación me llevaría muy lejos, a resultados que asustan, dejémoslo, pues.

Por ahora vale.

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Publicado el Wednesday, 29 February 2012



 
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