Es una satisfacción ver las reacciones de rechazo que provoca en vuestros comentarios de estos días la manipulación y la mentira de la carta del Prelado de éste último 2-10-2011. Algunos entendiéndolo como algo que ahora conviene, cara a la Iglesia, etc. Por lo que me ha perecido oportuno comentar yo también, como un testimonio más de los muchos magníficos que estáis aportando, que esto nos es de ahora, sino "más de lo mismo" y de siempre, incluida la época en la que vivía el fundador (que fue cuando yo pertenecí a la obra), como podéis comprobar en la famosa entrevista al Padre, publicada en su día con el nombre de Conversaciones con Mons. Escriva de Balaguer, comentada en mi libro "El Opus Dei. Entresijos de un proceso" Editorial FOCA, 2.004, capitulo III.  

Lo triste es que, ante tantas evidencias, los que deberían reaccionar (autoridad eclesiástica) no reaccionen.

También a la hora de considerar la clase de pelea que tienen organizada contra Agustina. ¿Por qué temen?, ¿Qué es lo que temen? ¿Qué tienen que ocultar?, ¿Por qué tanta reserva y privacidad para algo que ya de por sí es, o debería ser, público? ¿A qué tanto secreto?. ¿Cómo es posible que luego quieran que no se hable de una "obra secreta"?.

Si tienen algo que corregir, que rectificar en cuanto lo publicado ¡que lo aclaren!, y se acabó el problema.

Planteamiento que no dejo de comprender que por mi parte es una gran ingenuidad. Contando con que, cuando yo escribí mi primer libro en el año 1976, (EDT Planeta), lo único que ofrecía era un corazón muy roto, unido al deseo de convertir mi experiencia en testimonio, honesto y obligado, para mayor información de quienes pudieran necesitarlo. Todo lo que pasó también está publicado. Y no fueron capaces, como ahora, de rebatir lo que pudieran entender incorrecto, sino que optaron por la calumnia a mi persona; ante lo que entonces fui yo la que, solo en base a que rectificaran su calumnia contra mí, les puse una querella, que con su poder y sus medios económicos se acabaron cargando en las instancias judiciales. Hoy como ayer. Y siempre igual.

Por lo que de ellos poco se puede esperar, pero ¿dónde está esa jerarquía de la Iglesia que se ocupe de todos?, ¿No somos todos hermanos?, todos los que simplemente reclamamos la más elemental ética cristiana, por lo que todos deberíamos ser iguales. Es cuestión de datos. Y ya son muchos. Y muy evidentes

Agustina, ¡estamos!

Un abrazo

María Angustias Moreno