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 Correos: Denuncio un caso de pederastia.- Hermanita

010. Testimonios
Hermanita :

Esta es la historia de una niña que, en el año 1957, tenía ocho años. Sus padres tenían pocos recursos económicos y eso les hizo tomar la decisión, dolorosa pero obligada, que una de sus hijas se marchara a vivir y estudiar a casa de la abuela, en otra ciudad. Así la carga sería menos pesada porque eran malos tiempos. Muchas familias lo hacían, eso de enviar a algún pariente el niño o niña, para poder sacar adelante los que se quedaban con ellos.

La niña fue a vivir con la abuela. Un tío de la niña, el hermano de su padre, era un hombre joven y miembro del Opus Dei que frecuentaba la casa. Vivía en un piso de la obra y trabajaba en un colegio de los suyos. La abuela de la niña iba a limpiar casas, no entiendo porqué. El hijo del Opus tenía un buen sueldo, pero seguramente se lo quedaba la obra. También supongo que la mujer querría tener su independencia. Ella siempre se las tenía con el hijo, por tener encima de la mesilla de noche de su antigua habitación una foto del fundador del Opus Dei a la cual siempre se dirigía como a "mi padre". Su madre siempre se enfadaba y le decía “yo nunca he estado en la cama con este señor, así que no digas que es tu padre”. No se entendían bien, pero era su hijo y tenía que "apechugar". En la familia de ella siempre habían sido "rojos", y no asimilaba tener un hijo metido en el Opus. Los días pasaban, la niña asistía a una escuela de aquella ciudad a donde sus padres la enviaron. De la escuela a casa y de casa a la escuela, no conocía a nadie allí, salvo a su abuela y a su tío...



Y ahora vienen los hechos.

Cuando la abuela de la niña se iba a trabajar y coincidía que la niña no tenía escuela, se quedaba con el tío. Según ha explicado ella, ya de adulta, él entraba en su habitación y la tocaba. Después se masturbaba encima de su ropa interior de niña pequeña. Ella recuerda aún hoy el detalle macabro de tener las bragas bien mojadas. No sabía que era aquello. Le daba asco, miedo, angustia, pero a su edad y bajo la coacción que ejercía sobre ella el individuo, aguantó aquel asqueroso "juego" y no le dijo nada a su abuela. Él la amenazaba, lógicamente, para que guardara silencio sobre "el juego secreto", como lo llamaba.

Eso duró unos dos años, hasta que aquella niña un día se asustó mucho. El animal se le metió en la cama y, empujándola contra la pared, de espaldas a él, le quiso introducir su miembro. La niña lloró y él desistió de tal barbaridad. Después de eso, la pobre niña pidió a sus padres para volver a casa con la excusa que se encontraba muy sola allí y que los quería cerca, y se fue con ellos y con su espantoso secreto.  Al cabo de tres o cuatro años, la niña, que ya era una adolescente, les dijo a sus padres que el tío la tocaba a veces y que se desnudaba delante de ella, pero no explicó los detalles de los hechos escalofriantes que vivió, seguramente por vergüenza, porque ella se sentía culpable de no haberlo dicho antes. El padre de la niña, hermano del pederasta, fue a su encuentro y le dio una buena paliza. La abuela también se enteró y se las tuvieron. Pero aquí quedó todo.

La relación con este individuo y la familia de la niña durante los años posteriores a los hechos fue más bien escasa. Siempre había un ambiente extraño cuando él los visitaba, en alguna comida familiar, y el padre de la niña provocaba a su hermano metiéndose con la obra y directamente con él. Todo acababa de manera que el pederasta se levantaba de la mesa y se marchaba. Pero todavía hoy no entiendo porqué a este "monstruo" le permitían asistir a fiestas familiares, bodas de las hermanas de la niña, a la de ella misma, bautizos, navidades. ...

Un día, a la abuela de la niña la atropelló un coche en plena calle. En aquellos momentos pasaba por allí su hijo, el del opus, y la asistió. La abuela quedó mal herida de aquel accidente, perdió la memoria, no conocía a nadie, pero siempre pedía un monedero. Decía a sus hijos que en el momento del accidente ella llevaba dentro del bolsito tres mil pesetas, fotos y los papeles de su marido de cuándo murió, y que lo quería. Y siempre, cada día durante tres años de enfermedad, pidió su monedero. Una hija de esta mujer enferma, que la cuidaba, hermana del pederasta y del padre de la niña, sabía lo que había pasado entre su hermano del opus y la niña, pero callaba. Le compró un monedero parecido, le metió fotos y algún dinero, para que la abuela se tranquilizara y pensara que era su monedero, pero no funcionó. La abuela decía que no, que aquél no era el suyo. La mujer murió, sin haberlo recuperado.  Más adelante, la hija de la abuela, que la cuidó hasta su muerte, llamó por teléfono al padre de la niña víctima del pederasta, su hermano, y le pidió que fuera a verla. Su hermano le preguntó qué pasaba. Ella le dijo que le tenía que explicar una cosa horrible del hermano de los dos, el pederasta en cuestión. Pues el caso fué que el muy mal nacido del opus, que recogió a su madre el día del accidente en que fue atropellada, le robó el monedero y se lo quedó. Nunca he sabido el porqué del hecho. ¿Porqué lo robó, por el dinero? ¿Alguna cosa que llevaba dentro y él no quería que nadie viese? ¿Las fotos? No lo sé.

Actualmente, los que sabemos la historia le hemos dado la espalda. Algunos se lo creen, otros lo dudan. Las consecuencias de aquellos actos asquerosos han sido para la víctima: siempre ha sido una mujer reservada, sumisa y conformista. Sé que sigue una medicación antidepresiva, y ya es una mujer adulta.

La víctima es mi hermana mayor.

El pederasta del Opus Dei, J-P. P. I., vive en un centro del opus y escribe mucho en internet sobre la maravilla de la Jornada Mundial de la Juventud.

Hermanita

P.D. Nota de Agustina.- Este escrito no es anónimo, conozco a quien lo firma y tiene toda mi confianza y credibilidad.




Publicado el Wednesday, 01 December 2010



 
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