Aquella noche, me quedé a cenar en el centro. Recuerdo que era un día entre semana. Un día de esos de tertulia hasta las diez y veinte de la noche y después... corre a hacer el examen de conciencia medio dormida, comentario del evangelio (que ya hasta dejas de escuchar porque siempre son las mismas frases hechas), ponte el pijama en medio segundo del sueño que tienes, reza las tres ave marías con los brazos en cruz e intenta conciliar el sueño lo antes posible callando tu mente con la excusa de que tienes que llenar el tiempo de la noche de jaculatorias.

Pero, tras terminar la tertulia, hubo novedad, y resulta que esta adscrita estaba presente. Antes de levantarnos en silencio, la directora les dijo a las numerarias:

• Y, ahora, nadie se va a la cama, si no me deja en dirección antes de acostarse, un favor de Don Álvaro por escrito. (Las caras de las numerarias, muertas de sueño, lo decían todo)

Así, queridos orejas, se van fabricando santos en el opus dei: a golpe de orden de la directora, cuando manda escribir milagros o favores concedidos.