Mi padre, supernumerario él, ha sometido a mi madre durante veinte años a su riguroso plan de vida. Desgraciadamente mi padre se quedó ciego, desgracia que coincidió con los primeros contactos de mi padre con el Opus Dei allá por los años 70. En vez de intentar conseguir ser autónomo (ahí la familia tenemos mucha culpa), utilizó a mi madre de lazarillo para el cumplimiento de las normas opusinas. Mi madre, inteligente ella, jamás se le pasó por la cabeza incorporarse al Opus Dei pero por amor a su marido, accedió a someterse durante veinte años a hacer la lectura, oración, rezo del rosario, misa diaria a las ocho de la mañana, y lo que es peor a escuchar las críticas hacia los modos de vida de los demás (hijos, yernos y nuera). Mi pobre madre, sin darse cuenta se ha ido encerrando en vida en una cárcel, y no pudo disfrutar de sus hijos y de sus nietos. 

Ayer mi hermana llevó a mi madre al neurólogo: no sabe construir frases, ha perdido la memoria a corto plazo, y no puede mantener una conversación. Ahora debe someterse a tratamiento sicológico. Me contó mi hermana que al ser consciente mi madre de su problema, reaccionó con ira contra mi padre. Está cansada de tanta norma, de tanta lectura espiritual, de levantarse tan temprano para ir a Misa, de tanto rosario, de no haber podido hacer su vida: disfrutar de sus nietos a gusto. Mi padre, asustado, se da cuenta de que su mujer necesita ayuda. Por eso, (qué pena) le ha pedido a mi hermana que interceda por él para decirle a sus directores espirituales, que no cuenten con él para próximos retiros y y convivencias.

chemi