Queridos orejas,

A propósito del escrito sobre "amor humano" de naranjasrosas.

Me ha hecho pensar en varias cosas que recibimos en el opus y damos por supuestas. En primer lugar la expresión entrecomillada, "amor humano" es impropia.

De conocerse un amor, si se tiene esa suerte, es humano, porque las personas corrientes no hemos tratado con otro tipo de seres capaces de amar. Lo del amor divino en el opus es una farsa, y en los místicos, ellos sabrán de qué hablan, porque experiencias místicas no he tenido ninguna, como me parece es la tónica general de los ciudadanos...

Por otra parte el romanticismo que "piadosamente" atribuyes a la relación de María y José, es un invento muy reciente en la civilización.

María y José eran gente muy humilde de hace dos mil años para los que la cuestión del matrimonio, como para la mayoría de personas que han habitado este planeta, era una cuestión de supervivencia, no de enamoramiento adolescente tan "idealizado" por nuestra sociedad y por el opus para lo que les conviene.

La única mariología que conozco es la explicada por el opus dei y me da la impresión de que la imagen de María que se proyecta ahí dentro, bellísima, principesca, como una reina, y prácticamente "miss" de concurso en sus fotos, con esa belleza irreal e inhumana de las estatuas y pinturas de sus oratorios, tiene poco que ver con la humilde muchacha de Nazaret.

¡Qué palo más fuerte para muchos cristianos, no sólo opus, si al pasar la frontera de la otra vida no son capaces de reconocer a María por la falsa imagen que ha formado el catolicismo de ella!

De pasada cuentas algo que es práctica común en sacerdotes numerarios y numerarias que tratan con las supernumerarias: las preguntas indecentes sobre la intimidad del matrimonio. Esas preguntas sobran, ni hay motivo para preguntar ese tipo de cosas, tampoco hay obligación de contestar. Me parece que denota simplemente mal gusto y ganas de hurgar en las vidas ajenas. Curiosidad morbosa y malsana.

Lo que ya debe ser inmoral propiamente hablando es ir con la respuesta sobre cuestiones íntimas a terceras personas, ponerlo por escrito, mandarlo por correo a la delegación, aunque sea en papelito aparte por lo delicado del tema ¡serán hipócritas! y archivarlo para comentario "colegiado".

Aprovechan la fe en un sacramento, que estás arrodillada delante de un crucifijo y delante de un sacerdote con todo lo que eso conlleva para meter las narices donde a nadie le incumbe.

No es verdad que sea necesario conocer esos extremos para ejercer la dirección espiritual. Los directores del opus se creen y ejercen la venia para preguntar todo tipo de cuestiones. Pero las intimidades de la gente no se preguntan, me parece que es una norma elemental de educación que sin estudios ni cultura la gente corriente entiende y el opus "tan especial" olvida.

No sé si en el pasado los curas del siglo XIX entraban a semejantes detalles, lo que creo que sí sé, es que no lo escribían ni mandaban la información a ningún archivo. Me parece que tanto descaro no se ha visto anteriormente en la iglesia católica como práctica sistemática de una institución.

Heraldo dijo en su escrito sobre el trabajo en las delegaciones que hay expedientes de personas que se cuentan por kilos. Me estoy preguntando si no sería posible andando el tiempo que un juez pidiera un registro de una delegación para sacar a la luz esos kilos de informaciones íntimas y no tan íntimas sobre miles de personas y familias que maneja el opus. Porque es evidente que tienen información privilegiada sobre las conciencias, que usan a su favor. Y que no sueltan la presa jamás, es decir, que una vez que has tenido contacto con ellos, no te pierden de vista fácilmente, además de guardar todo tipo de datos útiles para intentar la "repesca".

Todo esta exposición de la propia intimidad a miradas ajenas acaba por alienar, despersonalizar, infantilizar. Como ya he dicho otras veces parte fundamental de la terapia post opus es aprender el respeto hacia uno mismo, ya que nos enseñaron a no tenerlo.

Para que los demás me respeten, debo respetarme a mi mismo en primer lugar.