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 Tus escritos: Dignificar desde dentro. Respuesta a Alejandro.- Munruhig

070. Costumbres y Praxis
munruhig :

Querido Alejandro y quienes estáis detrás de ese pseudónimo,

 

Te entiendo perfectamente. Sencillamente porque esa fue mi postura hasta que me expulsaron. Os pongo dos líneas de lo que recuerdo, por si os sirve.

 

Una vez que fui consciente de que no toda la culpa de lo que me pasaba se debía a mi soberbia, falta de entrega, etc, sino que algo había en la Obra que también había que retocar, empecé a profundizar en los “fundamentos”, los escritos del Fundador, el De espíritu, etc. Y empecé a vivir las cosas siguiendo los compromisos adquiridos con Dios, arrecié en la oración y fui desprendiéndome de lo que no era coherente con eso.

 

Un ejemplo, la costumbre de no ir al cine. Plantee por escrito al consejo local los motivos por los cuales pensaba que un numerario podía ir al cine. Plantee, además, la posibilidad de que yo estuviese equivocado. Pedí, por tanto, que me sacaran del error. Acabé diciendo que si no me contestaban en el plazo de un mes, entendía que yo tenía razón y, por tanto, comenzaría a asistir al cine. Que me gusta, y que llevaba ya 15 años sin pisar uno. Resultado: cuando faltaban pocos días para el plazo marcado, habló conmigo con gran seriedad el director y me dijo que fuese al cine, pero que no lo dijese. Mi primera visita al cine después de tantos años recayó en una película estupenda, con un predominio del sonido (música maravillosa) y del color absolutamente delicioso. Llegué al centro entusiasmado. No puede evitar (bueno: no quise evitar) contarla y acabar: “Es fantástica, cuando salga en vídeo, tenéis que verla”.

 

Ya se ve que los directores tenían algo de razón: no obedecí, no mantuve en secreto mi oculto pecado.

 

Ya sabéis que cuando se tira de un hilillo, uno acaba con el ovillo en la mano. Aquello no podía durar. Duró años deliciosos, años en los que gané en vida interior, en libertad, en alegría. Por eso salí sin grandes traumas, cogido a la mano de Dios, soltando la garra de la Obra.

 

Acabó cuando toqué un pilar intocable para ellos. Pero eso es otra historia. Hilarante, pero otra.

Me parece interesante dejar constancia de la situación en el momento de mi partida. En el centro vivían 2 sacerdotes y 8 o 10 laicos. Un sacerdote atendía mujeres, dos de los laicos eran estudiantes; el resto (cura incluido) trabajaban en el colegio de Fomento (cuya dirección espiritual, ya sabéis). Yo trabajaba en un centro público de enseñanza. Cuatro pitables: uno era hijo de supernumerarios y estudiaba en el colegio de Fomento (total, que la pobre criatura era tratada por sus padres, el cura del centro y un equipo de profesores y preceptores desde su más tierna infancia), los otros tres eran alumnos míos. ¿Cómo era aquello? ¿“hay vocaciones, hay amor de Dios; faltan vocaciones, hay Opus Dei”, o algo así?

 

Tampoco les gustaba a los directores la ironía. Lleno de defectos estoy, ¡qué le vamos a hacer!

 

Pues, de verdad, espero que tengáis mejor suerte que yo. Pero no sois los primeros que lo intentáis. Mi correo lo tiene Agustina, para lo que queráis: aunque sólo sea para que no cometáis los mismos errores que yo o para tomar una cervecita en mi casa si vivís cerca.

munruhig




Publicado el Friday, 24 October 2008



 
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