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 Tus escritos: OTRO MÁS QUE SE FUE (PERÚ) PARTE III – LA OTRA SECCIÓN.- GM

010. Testimonios
GM :

Obviamente como hombre, apenas sabía de la sección femenina. Sabía que existía y que estaba completamente separada de la de varones. Y esa instrucción rígida de los 5000 Km de distancia convertía cualquier cosa sobre ellas en un tema que despertaba curiosidad. Porque somos así: lo que está prohibido siempre despierta mayor interés, mayor curiosidad. Me la imaginaba la misma cosa que la de varones sólo que con faldas (debajo de la rodilla por supuesto) o pantalón bombacho, como una vez me dijo uno “de casa” ya mayor, de forma sarcástica y cachacienta, refiriéndose al estereotipo que él tenía de una numeraria y su forma de vestir.

En esta ocasión tan sólo deseo hacer un escrito ligero y colocar algunos recuerdos de mis encuentros, anécdotas y enojos con “ellas”...



Encuentro 1
Una vez estaba bajando las escaleras desde el segundo piso del centro de estudios Los Andes hacia el primer piso cuando en eso comenzó a sonar el teléfono. Los teléfonos allí son viejazos, años ‘70, de los que hay que discar para llamar. Pero como todavía funcionan seguramente permanecerán allí por pobreza, funcionando hasta que sus partículas se desintegren de vejez.

Yo bajaba la escalera a paso normal mientras el teléfono seguía sonando y no tenía ganas ni interés en contestar. Al terminar de bajar la escalera con un veloz salto de pronto me encontré cara a cara con la numeraria auxiliar quien acababa de salir de la portería para contestar el teléfono. Lo primero que vi en ella fue la cara de desconcierto de la pobre mujer quien seguro no esperó un encuentro súbito así. Al mirarme se detuvo y dio un paso atrás con miedo como si hubiera visto al cuco. Y es que casi, casi eso era yo. Físicamente a tan sólo 3 losetas de distancia pero mental y sicológicamente a 5000 kilómetros. Y ella con un uniforme súper recatado de blusa holgada de cuello alto, manga larga y falda suelta, debajo de la rodilla por supuesto. Y pantimedias para cubrir las pantorrillas. Para que no se vea nada de piel.


Encuentro 2
Fue durante el curso anual en Vallegrande, Cañete. Por algún motivo me equivoqué dos veces con la hora en la que debía abandonar mi cuarto para que entraran las de limpieza. La primera vez no me di cuenta de la hora y estando en mi cuarto empecé a oír voces femeninas acercándose. “¿Y ahora qué hago?” Sólo se me ocurrió encerrarme en la habitación. Escuché que la auxiliar quiso entrar pero se encontró con el pestillo de la puerta bloqueándola. No pasó nada más que aburrirme una hora adentro hasta esperar el momento en que se fueran y no contar nada a nadie.

La segunda vez, sin darme cuenta había llegado la hora de dejar las habitaciones y otra vez no había salido. Pero esta vez pensé que si caminaba rápido y bajaba las escaleras sin ruido para salir no pasaría nada. Después de pensarlo y repensarlo unos minutos así lo hice y fui rápido hacia la escalera con éxito. Nadie me vio porque ellas estaban dentro de las habitaciones limpiando. Bajé escalón por escalón y todo bien solapa hasta el último piso cuando me di cuenta que justo al pie de la escalera había una mujer acomodando bateas de ropa. Para entonces era imposible disimular que alguien estaba bajando la escalera porque los escalones de madera crujían. La auxiliar, una mujer vieja y bastante fea, me miró con asombro y estupefacta y en silencio contempló cómo yo terminaba de bajar la escalera tranquilamente, de la manera más fresca y natural, pasaba a su lado, quitaba el seguro de la puerta que ella había puesto y me iba con toda paz. Fue lo único que me quedaba. Ser un desvergonzado. ¿Qué habrá pensado? No sé.


Mini encuentro 1
Sucedió brevemente en un pasillo mientras una numeraria auxiliar, con traje negro de doncella, colocaba algunos bocaditos y agua. Por algún motivo estaba yo en el pasillo y ella me miró, pero no con la típica mirada inexpresiva y hasta asustadiza de las auxiliares cuando ven a un hombre, sino con toda normalidad y hasta podría jurar que se quería reír, a mi parecer, de lo gracioso que se veía en ese traje de sirvienta del siglo XIX. Fueron unos pocos segundos pero su mirada de ingenuidad y de “mírame y ríete de lo huachafa que me veo” justifica este pequeño párrafo que inicialmente no pensaba incluir.


Enojo 1
De las labores de las auxiliares las más duras deben ser las de la lavandería. Recuerdo que al momento de instalarme lo primero que me dijo el director fue que entregara mi ropa para que fuera marcada y así identificar mis prendas. Y que fuera ropa limpia pues obviamente es de lo más chacra entregar ropa sucia para eso.

Nunca tuve problemas entregando mi bolsa de ropa sucia y recibiendo todo muy limpio y planchado sobre mi cama pero una vez mi mejor camisa desapareció y no recibí ninguna explicación. Se lo dije al director para que les avisara pero ellas no respondieron. Pasaban las semanas y silencio total de parte de ellas. En teoría nada se debe perder y puedo entender que entre tanta ropa haya una confusión. Pero en mi caso, nada, ni siquiera una disculpa diciendo que se había perdido, que lo sentían, y que harían lo posible por encontrarla. Nada de nada. Así no es pues. Me queda hasta la ahora la duda de si es que alguna de ellas se la quedó para algún hermano necesitado porque la camisa era de muy buena calidad y muy cómoda y no he encontrado desde entonces una igual.


Anécdota 1
Ya se sabe que cuando salen de la cocina a servir la comida con su uniforme de doncellas típico de embajada inglesa nunca nos dirigirán ni una sola palabra. Transportarán bandejas y platos y servirán los alimentos en completo silencio y con mirada seria. Creo que por sus mentes quizá pasen pensamientos de saber cómo somos pues a pesar de no hablarnos nunca ellas nos conocen muchísimo y nosotros nada a ellas. Ellas conocen nuestros cuartos, saben qué sábanas tenemos en nuestras camas, qué alimentos nos caen mal y hasta qué calzoncillos usamos. Y de qué marca.

Por eso esa incomunicación total es extraña. La escena más tirada de los pelos que he visto es cuando estamos todos en el comedor y sucede que es el cumpleaños de alguno de los que vive en la casa y entonces al momento del postre sale de la cocina la numeraria auxiliar cargando un colorido pastel de cumpleaños con velas encendidas ante los aplausos de todos y dirigiéndose al cumpleañero. Pero la mujer tiene las expresiones borradas del rostro y sin emociones. Sí pues, 5000 Km. Creo que no hay otro lugar en el mundo donde se vea a alguien cargar una torta de cumpleaños con cara de piedra.

Pero reconozco que la comida era muy buena, algo que todas las mujeres peruanas hacen bien y con mucha naturalidad gracias a nuestra fantástica y espléndida gastronomía.


Anécdota 2
Una vez fui testigo de una escena que sería muy natural para cualquier persona pero no para alguien de la obra: un numerario y una numeraria conversando entre ellos de cosas de la obra. Yo los escuché porque sucedió en un salón de clase que se estaba desocupando para un evento. El numerario le recomendaba a la señora que consideraran la opción de utilizar la casa de convivencias y retiros Sierralta, en Chaclacayo, para una actividad que planeaban hacer y le insistía que les convendría mucho para lo que tenían pensado y demás mientras la señora le contaba que ya lo tenían pensado en Miralba y bla bla. (¿Cómo sabía un numerario los detalles de las actividades de un centro de mujeres?) No escuché más porque iba a ser muy obvio. ¿Y los 5000 Km que con tanta insistencia y mucha dureza repite hasta el prelado? Esa vez parecieron sólo papel con tinta. Días después supe que aquella numeraria era una señora Aguirre. Y el numerario era un abogado mayor, uno de los más secos y “pecho frío’ que he conocido, quien suele dar conferencias sobre la “lógica de la razón” y la “lógica del sentimiento”.


Nunca he entrado y nunca entraré a un centro de “ellas”. No sé dónde quedan. Pero he escuchado los nombres de sus centros en Lima como Ausangate, Cerros, Alcabor, Las Flores. Me los imagino súper mejor decorados que los centros de varones en donde he visto cuadros horribles sobre las paredes, adornos que piden chepa y baños que dan pena. Los hombres no tenemos el gen de la decoración.

Lo demás sobre la sección de mujeres lo he conocido a través de Opuslibros como que duermen sobre tablas y cosas así y que la institución es exactamente la misma. Pensaba que quizá por ser mujeres habría un poco más de consideración, afecto, cariño y de la delicadeza natural femenina pero veo que no ha sido así después de haber leído extensamente sus escritos. De hecho los relatos más duros y sórdidos que he leído en la página fueron sufridos y luego escritos por mujeres.


“Mujer, mujer
Si existe un paraíso
Existe en ti, mujer”

Los Rancheros, 1994

GM

 

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Publicado el Wednesday, 01 October 2008



 
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