Es difícil salir indemne de los dobles mensajes y las contradicciones

Segundo, 16 de enero de 2008

Querido Jacinto,

tu invitación me permite enviarte algunas reflexiones basadas en la experiencia de amigos y las vivencias propias originadas a raíz de mi alejamiento de la  Obra luego de una permanencia de más de veinte años. Fácilmente se comprende que no se trata de observaciones con validez universal ya que mi experiencia está limitada a la Argentina.

La salida del Opus Dei se puede vivir como una experiencia liberadora tanto desde el punto de vista psicológico como espiritual. Es el abandono de un mundo embrollado y ficticio creado en nombre de Dios y, en aspectos claves, al margen de la Iglesia.

También se puede vivir como una experiencia traumática en la cual de algún modo se sigue relacionado con la prelatura de una manera enfermiza a través de recuerdos, pesadillas y una carga de culpabilidad no solucionada de modo adecuado. También puede darse un estado de rebelión contra lo religioso a raíz de la viva percepción de una desilusión.

El estilo de vida de de los numerarios ha ido mutando con el paso del tiempo hasta transformarse en la actualidad en la causa de numerosas enfermedades psicológicas. En este país los casos de depresión entre numerarios duplican el índice de casos de la población nacional según me informó un miembro de la Comisión Regional. Pese a los rigurosos controles internos es sabido que es difícil encontrar un centro de Buenos Aires donde alguien no esté sufriendo un episodio depresivo. Según los entendidos, los estados depresivos comportan uno de los males menores.

La exacerbación de la culpabilidad, el menoscabo de la autoestima, la falta de espontaneidad y más a fondo la expropiación de la libertad son hechos que impactan fuertemente en la personalidad. En la misma línea, es difícil salir indemne de los dobles mensajes y las contradicciones. En este tema la Prelatura se lleva la medalla de oro, desde Echevarria hasta el último secretario de un consejo local caen constantemente en dobles mensajes.  Carente el Opus Dei de un pasado auténtico y veraz y de un presente en el que no se sabe explicar a sí mismo con sencillez y claridad es natural que la cultura del doble mensaje forme parte del mobiliario de de la organización. No hace falta ser Freud ni V. Frankl para considerar lo nocivo que pueden ser los mensajes contradictorios cuando ambos, según la dogmática del Opus Dei, vienen de Dios.

Cuando alguien decide abandonar esa atmósfera tóxica hay que reconocer que sólo a unos pocos les es dado salir indemnes.

Una vez que se ha transpuesto la última puerta del último centro hay que aceptar que lo hacemos con daños a cuestas. Este no es un ejercicio fácil; la negación de la realidad es un mecanismo defensivo que nos evita la angustia. Asimismo la racionalización también colabora a justificar más que a enfrentar las heridas. Un libro que da una visión interesante sobre la racionalización y la justificación  es “El día en que Nietzsche lloró” de Irvin Yalom un excelente psicólogo americano. Su lectura puede resultar interesante asumiendo desde ya, querido Jacinto, lo difícil que es recomendar un libro.

En pocas palabras, quienes hemos aceptado los daños personales causados por un estilo de vida malsano hemos dado un primer paso liberador:  hacer terapia.

He podido observar que hay una diferencia notable entre quienes han reconocido las heridas causadas por el Opus Dei y quienes han seguido caminos más o menos voluntaristas. Un ejemplo común son las pesadillas frecuentes y a veces recurrentes que se padecen al salir del Opus Dei. Las mismas se pueden quedar tan sólo en un mal sueño o bien ser un paso claramente liberador de la mano experta de un buen terapeuta.

La segunda cuestión que es necesario enfrentar es la fe. Seguramente has conocido la reacción contraria a la fe que provoca en algunos casos la salida del Opus Dei. La institución tiene en éste aspecto una enorme carga de responsabilidad que por el momento evita mirando para otro lado.

El Opus Dei en la actualidad tiene una espiritualidad controladora, normativista y megalómana. Mala combinación.

Es necesario simplificar, desandar el camino de los criterios, normas y costumbres, vadecums, etc para ir en a buscar la verdad del propio corazón. Una espiritualidad en la que mucho se habla del Fundador y su obra y poco del Señor y su Iglesia.

A veces es necesario el acompañamiento de unas manos expertas que ayuden a salir de esa jungla sofocante; en otras palabras, alguien que tenga el don del discernimiento.

En este sentido puede hablarse de lo que supondría romper con una espiritualidad “desde arriba” para pasar a una espiritualidad “desde abajo”. Resulta clarificadora y absolutamente alentadora la  lectura de “Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona” de Anselm Grün y Meinrad Dufner. Y, en la misma línea, los numerosos libros de Jean Lafrance.

La lectura de teología, según los casos, es de una ayuda inestimable para aquellos que les apetecen meterse en por esos caminos.  

Las situaciones personales que he conocido han sido notablemente positivas tal como tú lo has descrito en algunos de tus escritos en esta web. Una vez más la Providencia demuestra que es extraordinariamente creativa.

Un abrazo,