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 Tus escritos: Mi pequeña historia (I).- Julia

010. Testimonios
Julia :

Me cuesta comenzar éste escrito, ya que mi historia, como la de la mayoría, no es sencilla. Empezaré por decir que yo no he sido NUNCA miembro de Opus Dei, pero casi.

 

Mi relación la obra comenzó en el año 1975, cuando terminados mis estudios de bachillerato con excelentes calificaciones, junto con mi firme vocación de estudiar Periodismo y dada la fama, que por aquel entonces, detentaba la Universidad de Navarra, así como los bienintencionados consejos de profesores y amigos, un buen (mal) día del mes de Julio me vi en Pamplona, realizando los exámenes previos a la Facultad de Ciencias de la Información (periodismo). Recuerdo, perfectamente, mi reticencia a entrar en dicha Universidad. Había oído, ya entonces, diversas críticas al Opus Dei dueño y señor de dicha Universidad. Reconozco que sentí miedo y una cierta depresión que achaqué a la salida de mi casa hacia un mundo desconocido. Pero me quedaba corta. No era solamente el cambio de la enseñanza secundaria a la universitaria; ni siquiera, el dejar atrás a mi familia, amigos y ciudad. Poco podía imaginar mi intuición el oscuro mundo en el caí: El Colegio Mayor Goroabe, centro de estudios y donde cohabitábamos 120 mujeres de las cuales cien eran numerarias y veinte (en calidad de adscritas) que ni lo éramos, ni sabíamos prácticamente nada del turbio camino que acabábamos de emprender. Muchos de vosotros tuvisteis la oportunidad de conocer el ambiente que palpitaba, por aquellos días, en todos los centros de la Obra, máxime en un centro de estudios de la Universidad de Navarra, a escasos tres meses de la muerte de Monseñor.

No recuerdo si habían pasado apenas cuatro días de mi estancia en Goroabe y tras la consabida acogida de sonrisas “colgadas” de TODAS las numerarias, cuando no sé como, me encuentro con una “amiga” P.C., que me viene a buscar a clase, me invita tomar café, se sienta a mi lado en el comedor y entre bromas y juegos comienza a darme la pelma, hablándome de su vocación al Opus Dei, del Padre y de la conveniencia de tener un director espiritual y quien mejor que el capellán del colegio, D. A. A.. El primer paso obligado, ya sabéis, fue llevarme de la mano al oratorio para confesarme con D. A.A.. Nunca olvidaré aquel primer encuentro, vía confesionario, con el cura del Colegio. Nada más arrodillarme, me llamó por mi nombre (señal inequívoca de que me estaba esperando) para después, a través de una voz encantadora y un físico impresionante (era guapísimo) manipularme con técnicas dignas del mejor terapeuta. Me contó- cómo no- la historia de su vocación, sus estudios (tres carreras universitarias) y su vida de joven madrileño de la calle Serrano, que conducía una moto de gran cilindrada y a quien perseguían las chicas. Le creí a pies juntillas, repito que era guapísimo: alto y delgado, pelo negro, siempre engominado, ojos enormes, también oscuros, sonrisa pícara y con un atractivo personal fuera de lo común. Cuando le veía entrar, atravesando El Mayor hasta el oratorio, no dejaba de preguntarme cómo habían destinado un capellán tan guapo a una centro de estudios de chicas, en edad de merecer. Tiempo después, comprendí que utilizaba su atractivo físico para dar ejemplo de su renuncia y al mismo tiempo, servir de “santo cebo” a las jóvenes numerarias que allí vivían. Desde aquella primera confesión fueron muchas las ocasiones en las tanto P. C. como otras numerarias (muchas) me invitaban a acercarme hasta el oratorio y confesarme con él. Al cabo de un mes, yo ya era “famosa” en Goroabe. Creo que todas me miraban como una “capra hispánica” como un pitaje inminente y apetitoso. Comprobé con el estupor de los diez y ocho años cómo, también algunos profesores numerarios y numerarias, me sonreían de manera especial y controlaban durante las clases, para ver si encendía un cigarrillo (en aquellos años, se permitía fumar en las aulas).

Julia

Continuará


Publicado el Friday, 26 October 2007



 
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