LO
QUE EL OPUS SE LLEVÓ
Autor: Gustavo
2004
Esta es mi historia. He cambiado algunos
nombres y lugares, por razones obvias (el autor)
1. Como conocí la Obra
2. Recién pitado
3. Primer curso anual
4. Centro de estudios
5. Santificar lo ordinario
6. UNIV
7. ¿Una Opus diferente?
8. Nubes de tormenta
y 9. Final (¿o principio?)
1. Cómo conocí la Obra.
Casi no conocía nada del Opus Dei hasta ir por primera
vez a un Centro de ellos. Lo único que había
oído era algo sobre el carácter de extrema
derecha que se le adjudicaba al grupo y pensaba que
era algo parecido al TFP (Trabajo, Familia y Patria?). También,
había visto por televisión un documental que
hablaba muy mal de la Obra. Recuerdo que mencionaba algo sobre
los fanáticos que iban a Torreciudad. Ello
no me perturbó, sí en cambio, el hecho que en
dicho documental se hablara mal de la Iglesia y del Papa,
razón por al decidí cambiar de canal.
Tiempo después, hablando con un amigo Juan,
me comentó que un amigo de él Pedro
acababa de ir a un Centro de la Obra. Había conocido
en ese lugar a un sacerdote, con quien se había confesado.
Entusiasmado por su experiencia, me insistió con que
fuera a conocer a dicho sacerdote del cual no recordaba ni
el nombre. Se volvió realmente insistente. Por curiosidad
y por la insistencia de Pedro decidí ir. Juan me previno:
Ojo, no dejes ni tu dirección ni tu número
de teléfono, ya que sino te van a volver loco.
Así fue como, con esta advertencia, fui a dicho lugar
a conocer a ese sacerdote.
Recuerdo que hacia frío, y a esa hora serían
algo así como las 19 o 19.30 ya estaba oscuro.
Luego de entrar, me acerqué a la primera portería
una pequeña ventana con una gran reja metálica
y pregunte por el sacerdote en cuestión Mr. Rimberbauer
. Me dijeron que para eso debía preguntar en la portería
del fondo. Seguí caminando por ese pasillo que
en realidad es la entrada a un garaje y luego de pasar
una puerta de vidrio y reja, de subir unos escalones y de
abrir una puerta de madera, me encontré en un hall
en el que había una pequeña ventana con dos
porteras (numerarias auxiliares). El hall tenía otra
puerta mas. Pregunte por Mr. Rimberbauer y me dijeron que
esperara. Tomé asiento en el hall.
La verdad que estuve a punto de huir de allí, ya que
todo el ambiente me parecía bastante opresivo. No lo
hice porque lo consideré una especie de descortesía
y además porque me daba la impresión de que
las porteras me miraban. Al cabo de diez minutos se abrió
la otra puerta de madera y apareció una persona, digamos,
Esteban Mernabo.
Este se presentó y me guío hasta donde estaba
el sacerdote. Me llamó la atención unas cadenas
y hachas que vi en una pared años después
las sacaron y la gran escalera que había que
subir para ver al sacerdote, quien me estaba esperando al
terminar la misma. Hasta allí me acompaño Esteban.
Yo iba convencido de que a Pedro lo conocían por ese
lugar, pero no fue así. Parecieron no conocerlo hasta
que el sacerdote dijo a Esteban : ¡Ah! Tu
amigo que vino la semana pasada. En efecto, Esteban
era compañero de curso de Pedro en la Facultad. Así
fue que luego de esto pase a hablar con el sacerdote. Me atendió
en una pequeña sala contigua a su cuarto.
Yo iba bastante precavido. A poco de comenzar a hablar el
sacerdote ofreció prestarme un libro. Inmediatamente
pensé: si lo acepto se lo tendré que devolver,
es decir verlo nuevamente. Le conteste que no, que muchas
gracias. El sacerdote siguió insistiendo con el tema,
lo que me llevo a decirle que me dijera el nombre de libro
que lo iba a comprar. Como siguió insistiendo, pensé
que a lo mejor podía hacer devolver por una tercera
persona o entregarlo de otra forma. Así fue que le
acepté su préstamo.
Me impresionó la preparación del sacerdote
y sobre todo la atención que ponía a los problemas
que yo le contaba. Me pidió que lo viera la semana
siguiente, para confesarme una vez por semana algo habitual
en los miembros del Opus Dei. Cuando salimos de allí,
me llevó hasta una biblioteca de pared, de la cual
extrajo un libro La Fe Explicada de Leo Tresse
y me lo dio, agregando que le debía pagar por el alquiler
del mismo una pequeña suma, lo que me pareció
completamente fuera de lugar, sobre todo luego de que me dijera
que me lo iba a prestar y de su insitencia. Frente a la cara
que le puse, me dijo, que si no tenía dinero, el me
lo prestaba igual. Ahí tendría que haber salido
corriendo.
De todas formas le pagué. El sacó una carpeta,
me preguntó mi nombre completo y número de teléfono
para saber a quien reclamar la devolución del libro.
Ahí me acorde de Juan (no les des tus datos..).
No tuve otra salida que darle el nombre y teléfono.
Me fui muy encabronado. De hecho me perdí a la salida
dentro del Centro y terminé en el oratorio. Con mucha
bronca pensé ahora, ni me dejan salir.
Después de preguntar a un señor, conseguí
salir de ahí, con el libro.
El jueves siguiente recibí una llamada de Pedro sí,
nuevamente Pedro, quien me pedía que lo acompañara
a una charla que iban a dar en el opus. Me dijo
por favor, no me dejes ir solo, acompáñame....
De mala gana lo acompañé. La charla fue el viernes
y la dio Esteban. Era un círculo de San Rafael,
charla que consta de lectura y pequeño comentario del
Evangelio del día, una charla central sobre una virtud
humana o sacramentos o temas ascéticos, la lectura
de un examen de conciencia con preguntas y cierra
luego de una pequeña tertulia con unos minutos de lectura
espiritual. Se llama de San Rafael porque con
ese término se denomina la labor que se
hace con estudiantes universitarios y secundarios que no son
de la Obra y que se encomienda a dicho ángel. Cuando
Esteban me vio llegar, se sorprendió y pidió
hablar un minuto conmigo. Ingresamos a otra pequeña
sala, y en forma enérgica me dijo que al círculo
tenía que venir siempre, ya que el círculo
es semanal, que no podía faltar nunca. Yo contesté
que como nunca había ido a ninguno no le iba a prometer
nada y que si me gustaba iba seguir yendo y que sino, no.
La charla fue muy aburrida. Recuerdo solo una anécdota
de una ratas que se caían a un balde de leche. La pesimista
decía que se iban a ahogar y la optimista que se iban
a salvar. La pesimista, efectivamente, se ahogó. La
optimista como no dejó de nadar consiguió que
la leche se convirtiera en manteca y luego en queso, por lo
que pudo salir caminando.
El martes siguiente volví a ver al sacerdote, que
como dije, me había caído bien. Quedamos en
vernos todos los martes. El viernes volví a ir al círculo
mas que nada para acompañar a Pedro.
Así fue que Esteban me llamó un día
para decirme que quería hablar conmigo. La verdad que
yo no tenía idea de qué, pero quedamos en vernos
en el centro media hora antes del círculo. La charla
transcurrió normalmente. Hablábamos de mi, de
mis intereses y de mis problemas. Yo no sabía bien
el motivo de la charla. Pensé que a lo mejor me iba
a proponer algo, aunque nada de eso paso. Parecía que
solo era para conocerme mas. Lo único que me llamó
la atención fue lo rápido que Esteban pareció
conocer mis problemas. Ello me llevó a pensar que a
lo mejor el sacerdote le había comentado algo de lo
que yo le había contado, cosa que deseché por
parecerme imposible, ya que suponía que las cosas que
le había dicho no las habría de contar a nadie.
De hecho hasta le conté esto al Padre Rimberbauer y
le pedí disculpas por pensar mal de él. El me
respondió que Esteban tenía mucha experiencia
con las almas y por eso me había ´calado´
tan fácil.
La verdad era otra. Los sacerdotes de la Obra normalmente
le brindan información a los numerarios respecto de
la gente que tratan, para facilitarles la labor.
Como me explicaron una vez cuando comprobé que
esto era cierto una cosa es lo que se dice en la confesión,
para lo cual hay secreto de oficio, y otra lo que se le dice
al cura antes, cuando uno habla con él, previo a confesarse.
Con respecto a esto hay una obvia reserva, pero nunca un secreto
como en la confesión
Pasa lo mismo con las charlas que tienen los miembros de
la Obra con los sacerdotes. Ellos dan esa información
a los Directores a cargo del Consejo Local del
Centro. Con esto una de las cosas que se comprueba es la sinceridad
del miembro de la Obra o del candidato tratado
ya que es fácil verificar que le dice las mismas cosas
a las dos personas y que no esta engañando a ninguna.
De más esta decir que lo que uno le cuenta a su amigo
numerario, este lo comenta al sacerdote y también a
su director con el cual hace su charla fraterna
semanal. Como se ve las cuestiones privadas de uno, dejan
de serlo rápidamente. Tanto el director como el sacerdote
le dan indicaciones de los objetivos a cumplir con sus amigos,
a lo cual se debe ser obediente. En las labores de apostolado
no hay desobediencia pequeña decía el
fundador de la Obra. De todo esto me referiré ampliamente
más adelante.
Así fue como los martes y viernes iba al Centro, a
hablar con el cura o al círculo. El viernes también
comencé a tener mi charla semanal con el
numerario en cuestión, Esteban. Al poco tiempo concurría
a las meditaciones de los viernes y de los sábados.
Estas son charlas que da el sacerdote en el oratorio, cuyo
contenido se usa para meditar en presencia del Señor.
A esta altura yo traía empujaba a mi amigo
Pedro, que comenzó progresivamente a alejarse.
Realmente yo me sentía bien. Había entablado
una buena amistad con Esteban al menos yo así
lo creía y con el sacerdote. Ambos llevaban mi
dirección espiritual. El ambiente del Centro
era agradable, gente estudiando y ocupada pero siempre simpática,
agradable y con tiempo para uno. Llamaba la atención
que todos estaban vestidos de manera similar: camisa arremangada,
pantalón de gabardina o tela parecida y mocasines.
Nada de T shirts, jean o zapatillas, ya que los numerarios
debían vestirse con elegancia. Años
después esto se flexibilizó y comenzaron
a vestirse como cualquier adolescente.
Como dicen ellos, recibían a la gente con una
sonrisa de San Rafael, refiriéndose a la imagen
que dan frente a gente que no es de la Obra, siempre sonrientes
y de buen humor. Se veía también profesionalidad
a la hora de encarar temas tanto religiosos como científicos
lo que , como dije, me atraía.
Pregunté quienes vivían en esa casa y se me
explicó que vivían numerarios. Pregunté
que era ser numerario, y casi nadie supo explicarme claramente.
Un numerario es un miembro de la Obra, que por vocación
divina o sea por ver o sentir el llamado de Dios
entrega su tiempo con plena disponibilidad al servicio de
la Obra, comprometiéndose a vivir la obediencia, pobreza
y castidad. Son todos célibes y de allí obtiene
la Obra casi todos sus sacerdotes y todos los directores.
Son la clase gobernante del Opus Dei, por ello
deben tener una profesión de carácter universitario
y tener una buena formación cultural. Todos pueden
ser del Opus Dei como siempre se dice- pero no todos
pueden ser numerarios.
Poco a poco iba entrando más y más en mundo
opus. Fui a un curso de retiro. Al poco tiempo también
fui a una convivencia, hasta que caí en un planteo
vocacional, algo que sin darme cuenta siempre me había
sido alentado.
Esto tiene varios pasos. Comienza uno a tener dirección
espiritual con el sacerdote. Se trata de que la misma sea
semanal, para poner metas concretas y precisas semana a semana.
También se busca que algún laico (numerario)
lo trate a uno, si es posible semanalmente. Para
ello antes deberá darle algún círculo,
lo que muchas veces implica que uno vaya otra vez más
a la casa. También comienzan a alentar a que uno haga
oración mental con Camino, libro escrito
por el fundador de la Obra, llamado también Nuestro
Padre. Se le agrega a esto la lectura espiritual y el
Rosario. De a poco también la visita al Santísimo
diaria, tres Avemarías por la pureza, todos los días
antes de dormir. Se busca que uno estudie en el Centro de
la Obra y pase el mayor tiempo posible allí dentro,
para lo cual también se disponen arreglos
en la casa para hacer. Como decía, todo esto en un
ambiente agradable y cristiano en el que uno se
va metiendo poco a poco. Todo ello, dirigido por el Consejo
local, el numerario en turno y el Sacerdote el sacerdote
es uno de los miembros del Consejo Local. Así
llega el momento en que a uno se le induce la crisis
vocacional en donde le mencionan la idea de ser Numerario,
para ver como reacciona.
El típico planteo, en una acción conjunta entre
el sacerdote, el director y el numerario que trata a un amigo
suyo, es hacerle leer los puntos de vocación de Camino,
o en Cuadernos 7 una publicación
interna de la Obra, en la que se menciona el tema de la vocación
y el tema apostólico tratando de hacerle ver
al candidato por todos los medios que tiene vocación.
Si este comienza a dudar se le dice que el miedo es un síntoma
de vocación al Opus Dei ya que uno no tiene miedo
a ser monja carmelita o religioso y sí a ser
miembro de la Obra por que eso lo ve como posible. También
si uno no se decide se lo empieza a tratar de cobarde.
Se le dice que tiene que tratar de ver lo que Dios le pide
y que para ver eso mas claro hable con el sacerdote del Centro
o al numerario en cuestión y que si bien puede
consultar con cualquiera el tema vocacional es mejor
que no lo haga ya que no todos son el buen pastor
y que otros sacerdotes por no entender el espíritu
de la Obra pueden orientarlos siempre de buena
fe mal.
Esto hace que la persona que comienza a plantearse la vocación
hable de este problema solo con el sacerdote de la Obra o
con el director del centro. Ello obviamente presiona y hace
que el candidato o pitable no encuentre
mas consejo que en gente de Opus Dei, que ya sabemos que le
aconsejan.
Así fue como yo, decidí pedir la admisión.
Tengo que reconocer que en ese momento no me daba cuenta de
la maniobra, que luego yo mismo hice con otras personas como
si fuera lo mas normal.
El sacerdote obviamente alentaba esa nueva vocación.
Yo, obviamente, estaba convencido de que era eso lo que Dios
me pedía y lo mejor para mi. Encarar una vida de nuevas
aventuras, ser un soldado de Dios, ayudar a cambiar el mundo
para entregárselo a Dios santificando mis trabajos
y a los que conmigo trabajaran. Debo reconocer que todo eso
sonaba atrayente.
Finalmente pedí mi admisión como miembro numerario
al Opus Dei. La admisión para ser numerario se solicita
escribiendo una carta al Padre Prelado del
Opus Dei en la que uno le manifiesta que quiere ser
miembro de la obra eso debe quedar claro y le
cuenta alguna cosa mas. Fue mi primera carta al Padre costumbre
de la que hablaré después. Allí
la historia comenzó a cambiar...
2) Recién pitado
Los numerarios son seres bastante especiales. Como comentara
anteriormente se trata de seleccionarlos con mucho cuidado.
Se busca que tengan relaciones, virtudes humanas y que carezcan
de defectos físicos. De hecho al poco tiempo de "pitar"
se les requiere que se hagan un examen físico. También
al momento de hacer la admisión, "recomendándose"
que el mismo se haga con un médico de la Obra. Actualmente
la selección no es tan estricta ya que es mas difícil
conseguir vocaciones. En palabras del Consiliario de la región
a la que pertenecía " es preferible que piten
100 y se vayan 90 que solo piten cinco". Ello demuestra
con la liviandad que se manejan cosas del alma y de vida interior
que marcan a una persona para toda la vida en
el Opus Dei.
Normalmente todo comienza con la carta que se escribe al
Padre en el caso de un numerario- o al Consiliario -en
el caso de un supernumerario-. Las edad mínima para
"pitar" es catorce años y medio. Allí,
luego de escribir la carta, uno es aceptado como "aspirante".
A los dieciséis y medio, ya puede pedir la admisión
. Seis meses después de pedir la admisión, se
lo admite o no.
Durante esos seis meses se evalúa al candidato, observando
como cumple su plan de vida dos medias horas de oración
una a la mañana y otra a la tarde, rezo del
rosario, Misa diaria, visita al Santísimo, Preces
oración oficial del Opus Dei -, los tres Avemarías
cada noche pidiendo por al pureza propia, de los miembros
de la Obra y por la de todo el mundo- , rezo del Angelus o
Regina Coeli, ofrecimiento de obras se ofrece allí
a Dios todo el día -, confesión y "charla
fraterna" semanal, y quince minutos diarios de lectura
de un libro espiritual y del evangelio.
Además se ve si el candidato es apostólico
o sea como hace "proselitismo" en favor de
la Obra- si es "dócil" es decir si
acepta de buen modo las ordenes y consejos que recibe de los
directores- y si vive bien la virtud de la pureza. A su vez
si vive bien las mortificaciones establecidas: dos horas de
uso de cilicio (pequeño entramado de metal, con pinches
que uno se ajusta a alguna parte del cuerpo para causar dolor,
normalmente usado en las piernas) diariamente y el uso de
las disciplinas (pequeño látigo realizado con
hilo trenzado, que se usa golpeándose en los glúteos)
semanalmente. Todo esto puede "alivianarse" para
los mas chicos, exigiéndoles solo lo que pueden hacer.
Los supernumerarios que en principio tienen la misma
vocación que los numerarios, pero menos disponibilidad
con respecto a la Obra- no cumplen con totalidad este plan
de vida, ninguna edad. Normalmente tampoco los agregados otra
clase de miembros, similares a los numerarios, con la diferencia
de que no viven en centros de la Obra y normalmente no tienen
estudios universitarios- cumplen este plan de vida con totalidad.
Luego de estos seis meses se admite al candidato. De allí
en mas pasa otro año de "evaluación"
hasta que el admitido haga su primer contrato anual con el
Opus Dei, llamado Oblación. Este contrato con el Opus
Dei no lo pueden hacer menores de 18 años. El mismo
concluye para todos los miembros- siempre el 19 de marzo
día de San José -. Ese día se
renueva, frente al sagrario normalmente, avisándole
al Director a cargo de la renovación. Si el miembro
en cuestión no renueva, queda excluido de la Obra,
pudiendo ser reincorporado en caso de que la renovación
no se haya sido cumplido por un olvido u otro tipo de contratiempo.
Pasados seis años desde que uno hace la Oblación,
el candidato hace la "Fidelidad" , contrato que
lo une definitivamente al Opus Dei. Solo el Prelado de la
Obra puede dispensar de las obligaciones adquiridas por medio
de el. Normalmente solo los numerarios y agregados hacen este
contrato. Es muy raro en los Supernumerarios, ya que como
dijera anteriormente, pocos están en condiciones ascéticas
y viven las virtudes requeridas por el Opus Dei correctamente.
Basta ver muchisimos casos de divorcios en miembros supernumerarios,
de uso de medios anticonceptivos dos de las causas
mas usuales por las cuales los supernumerarios son "expulsados"
del Opus Dei- o de problemas éticos laborales .
Así fue que luego de escribir la carta de admisión,
ingresé en el período de prueba. Durante este
tiempo el pretendiente a ser admitido continúa viviendo
en su casa. Uno va a vivir a un centro de la Obra solo después
de concedida la admisión y en muchos casos se espera
hasta que haga el Centro de Estudios dos años
de "formación intensiva"-
La primera cosa que me llamó la atención fue
que mi "amigo" Esteban Mernabo, dejó de ser
mi amigo, ya que en la obra no se puede tener "amistades
particulares" entre los miembros. Esto apunta a que no
se formen "grupos" dentro de la Obra que puedan
a la larga atentar contra la unidad de la Obra. La idea es
que los miembros de la obra son una gran familia en la que
hay que querer a todos por igual, sin realizar diferencia
alguna. Además como medida preventiva se rota a los
numerarios por diferentes centros cada un tiempo determinado.
Con ello se logra que uno no se "apegue" ni a los
centros ni a la gente que vive en ello, lo que podría
constituir algo "peligrosísimo" para la unidad
"monolítica" de la Obra.
Otra de las medidas que se toman a tal fin es la corrección
fraterna. Con este medio una especie de delación
sobrenatural los miembros tienden a ayudarse a buscar
la santidad a sus "hermanos". Esto se realiza de
la siguiente manera: cuando un miembro de la obra ve realizar
a otro algún acto contrario a las costumbres de la
Obra, o que ponga en peligro la unidad de la obra o que afecte
seriamente su vida interior (esto puede ser desde un comentario
mas "light" o frívolo, un descuido de vista
por la calle, una genuflexión mal hecha o también
considerando esto gravísimo- algún comentario
contra los Directores) se dirige al director y le cuenta lo
que vio y porque lo considera digno de corrección.
El Director, autoriza o no la corrección, que ha de
llevar a cabo a solas con el corregido el que observó
la falta. Es obligación grave de los numerarios el
hecho de corregir a los directores. Previo a efectuar la corrección
se debe ofrecer una mortificación y alguna oración
por el corregido luego de, obviamente, examinarse el "corregidor"
sobre como vive dicha virtud.
La consulta al Director tiene como fin no solo el autorizar
la corrección y enterarse de la falta, sino también
el evitar que a un mismo miembro se le hagan varias correcciones
sobre el mismo tema en un corto período de tiempo.
O sea que uno esta permanentemente vigilado por sus "hermanos"
(algo my parecido al "1984" de Orwell). A su vez
con al corrección fraterna se quiere evitar la "murmuración"
sobre algún miembro. Con este método se le dicen
las cosas "de frente" y así se evita dicho
problema. Esto no es cierto, ya que algunos problemas de carácter
o gusto, en principio, no son tema de corrección fraterna,
por lo que la murmuración sobre algún miembro
siempre existe.
Como decía, Esteban Mernabo pasó de ser mi
amigo a ser mi director, ya que yo debía hacer la charla
con el. Rápidamente observé su cambio de actitud,
ya que de sugerirme cosas y de conversar alegremente sobre
diversos temas pasamos a hablar sólo de temas en particular
y a darme indicaciones de que debía hacer. También
vi como la amistad que me había brindado, ahora se
la brindaba a otros "no miembros" chicos de
San Rafael- realizando el mismo procedimiento que había
practicado conmigo, lo que obviamente me enfureció
al sentirme "usado" y víctima de un manejo
casi "psicológico".
En pocas palabras se habían abusado de mi buena fe
y de mis ganas de crecer en vida interior. A su vez enseguida
se planteó la idea de cambiarme de Centro, ya que yo
había "pitado" en el Centro de Estudios,
centro que no era el ideal para una "vocación
reciente". Eso también me predispuso mal, ya que
no solo descubrí que mi "amigo" no era tan
"amigo" sino que tampoco lo era ninguno de mis "amigos"
de ese centro que rápidamente pensaba en darme "mejor
destino".
Plantee este problema al Director del Centro quien como única
explicación me dijo que " Esteban (Mernabo) esta
muy ocupado con sus estudios y con la labor y por eso no te
puede dedicar más tiempo". Realmente no me convenció
la idea. Claramente había cambiado mi situación
dentro de la obra, ahora debía empezar a "trabajar"
a hacer "proselitismo" y demás. Basta de
amistades y de buenos tiempos...
A los dos meses hice mi primera "convivencia de vocaciones
recientes", la que tuvo lugar en una casona espectacular
en los suburbios de la ciudad, que contrataba claramente con
las del resto del barrio, ya que el mismo era de gente de
bajo nivel adquisitivo. A dicha convivencia asistían
todos los "ascritos" o sea miembros que aún
no han hecho la oblación-. Normalmente luego de dos
años de "ascrito" uno realiza el centro de
estudios. En esa convivencia había "ascritos"
que ingresarían al Centro de estudios y otros mas nuevos
"recién pitados" como yo. Ese fin de semana
me pareció trágico y una real pérdida
de tiempo. Para colmo, mi primera experiencia viviendo con
"numerarios" tampoco fue satisfactoria, ya que enseguida
descubrí que estos no eran mejores o más virtuosos,
o por lo menos con mas ganas de ser mejores, que cualquier
otra persona. Quizás yo era muy inocente o tenía
muy buena fe.
Recuerdo que en esa convivencia uno de los futuros ingresantes
al Centro de Estudios me pidió que lo ayudara a mecanografiar
un trabajo para la facultad, a lo que accedí. A los
cinco minutos este que me estaba dictando- dijo que
ya volvía y que iba a buscar algo. Así fue como
a los veinte minutos de mecanografiar, deje de hacerlo y fui
a buscarlo, descubriendo que estaba haciendo su "charla
fraterna". Cuando le hice saber que me había dejado
"colgado" mecanografiando, me contesto: "ah!...
me había olvidado...". Este dejó ser numerario
durante el Centro de Estudios.
Allí hice mi charla fraterna con quien era subdirector
del Centro de Estudios a quien le comenté que prefería
pensar el tema de mi vocación por lo que pensaba en
dejar de hacer las normas y de asistir al centro por lo menos
por tres días ya que al centro debía
ir todos los días -. Me sorprendió que me contestara
que bueno, que hiciera lo que quisiera. Quizás por
ello a este director Mariano- le tengo tanto afecto
y confianza, algo que con el tiempo deje de tener con respecto
a los directores.
A la vuelta de la convivencia la camioneta nos dejo en el
Centro, por lo que hice una escala para contarle lo decidido
al Padre Rimberbauer, que al contrario de Mariano me dijo
que no hiciera eso, que Mariano no me conocía y que
no le hiciera caso. Fue la primera vez dentro de la obra que
alguien me sugería no hacerle caso al director. La
verdad fue un error. En ese momento confiaba mas en el P.
Rimberbauer con quien me confesaba semanalmente - que
en Mariano, por lo que hice caso al sacerdote y con un gran
esfuerzo de voluntad seguí con las normas y todo eso.
Allí me di cuenta que plantearse dudas en el tema
de la vocación era muy especial y delicado, ya que
creaba un gran escozor hablar de ello. Era algo parecido como
matar la madre. Con los años me daría cuenta
que en cada una de mis "crisis vocacionales" las
presiones eran cada vez mayores para evitar mi salida.
Ese fin de año fue terrible. Tenía constantes
peleas con Esteban Mernabo y cada vez estaba en peor plan.
Pero todos sabían que se acercaba enero y con ello
la salvación y solución de todos los problemas
de los numerarios: El Curso anual.
Primer curso anual
Los cursos anuales son una especie de vacaciones
de los numerarios. Los numerarios no deben tener tiempo libre,
ya que el tiempo es gloria de Dios y hay que trabajar
para santificar el trabajo, santificarse uno y santificar
a los demás (que locura ¡Mi Dios!!). Por
eso en la Obra crearon esto. En los cursos anuales cuya
duración puede variar de tres semanas a cuarenta y
cinco días un grupo de numerarios permanecen
casi encerrados en algún lugar apartado (léase
campo o quinta) cursando materias de filosofía y teología,
comúnmente llamadas materias internas.
En dichos cursos se busca que uno viva más tiempo
en familia y haga mejor las normas que es
lo importante de los cursos anuales. Además se
dan muchas charlas de formación. Normalmente
uno desea terminar estos cursos a los veinte días ya
que se hacen un poco pesados, es más, uno
descansa mejor en su trabajo que en el estas actividades.
Nótese que un numerario que trabaje en su profesión
y no en tareas internas debe contar por lo menos
con esos días de vacaciones. Yo, a pesar de ejercer
mi profesión, tenía suerte y contaba con un
mes completo para dedicarlo a estos menesteres. Asi fue que
partí para un campo situado a unos 150 kilómetros
de la ciudad en que vivía, cuyos dueños eran
unos supernumerarios que lo prestaban a tal fin.
El lugar no era de lo mejor, ya que era una casa de familia,
que si bien grande, tuvo que adaptarse para que la ocuparan
unas treinta personas. Se tuvo que improvisar
un oratorio durante todo ese mes. Sin embargo, cómo
todos éramos jóvenes y bien predispuestos, nadie
se quejó.
El curso anual era de vocaciones recientes, universitarias
o profesionales. Dentro de los nuevos numerarios
había gente procedente de todo el país. De todos
ellos, al momento de irme de la Obra, quedaban solo dos: uno,
actualmente en Cavabianca (Roma) creo que se ordenó
y el otro, estudiando en los Estados Unidos. Es decir, 2 de
30. Bonito promedio ¿no?.
Algunos se fueron (o desaparecieron) al poco
tiempo. Es más, no los volví a encontrar nunca.
Otros perseveran un tiempo y se fueron desvaneciendo
como las hojas de un árbol en otoño. Lo más
gracioso de todo esto es que en el opus, no se hablan de estos
temas. Nadie menciona que alguien se fue. Es más, a
veces hasta se tiene miedo de preguntar por quien no se ve
desde hace un tiempo. Y si se fue, nadie sabe a donde, ni
cuando. Es como algo prohibido, como un tabú hablar
de las vocaciones perdidas en lenguaje opus,
los que han despitado...
Sin embargo en ese mismo curso anual, conocí a quien
sería una de las personas más importantes en
mi paso por el Opus, ya que fue y es actualmente
un gran amigo mío. Obviamente este Alex
también despitó dos años
antes que yo por motivos que más adelante contaré.
Con Alex coincidimos en el Centro de Estudios y luego, solamente
en los cursos anuales. Alex era y es muy gracioso
y tenía tiene un espíritu crítico
devastador. Lo raro con Alex es que siempre tuvimos una conexión
especial. Sabíamos que entre nosotros podíamos
hablar de cualquier cosa, sin miedo a que nos hiciéramos
correcciones fraternas. Alex no entendía
como yo estaba dentro de la Obra y yo pensaba lo mismo de
él. Es divertido saber que el tiempo nos dio la razón
a los dos, contra todo pronóstico de los directores
que nos tocaron en turno.
Como contaba, con Alex se hablaba de todo, inclusive de los
desaparecidos en acción. Su ida de la Obra
me golpeó mucho, si bien en su momento también
yo lo vi como un traidor a la causa.
Pero volvamos a mi primer curso anual. Las clases en ese
curso eran de apologética y las daba un sacerdote numerario
que conocí allí mismo. Para la mayoría
de los concurrentes, que no vivíamos en un centro,
se comenzaba a palpar lo que sería la vida dentro de
uno. La convivencia con un grupo grande de personas, que no
se conocen previamente, siempre es un tema difícil.
No solo se daban clases de apologética
y charlas doctrinales en las que nos enseñaban
a hacer proselitismo. Efectivamente, se nos adiestraba
en el arte de conseguir vocaciones. Se nos hacia
conocer aspectos del espíritu del Opus,
de la familia del fundador de su madre y padre, de tía
Carmen (hombre, que esta mujer sería buenísima,
muy santa y educada, pero que fea que era!!!. Uno entiende
por que no se casó nunca...).
Se contaban anécdotas de labores de la
Obra y del Padre y de cosas relacionadas con la misma. Además
y para mi desconcierto también teníamos
clases de buenos modales. Yo no lo podía
creer. No es que yo sea el Príncipe Felipe, pero de
allí a que nos tuvieran que enseñar como comer
en la mesa, me pareció un disparate y casi un insulto.
Recordar que todos éramos universitarios o profesionales
jóvenes, de clase media o media alta. Pero en el Opus
les encanta este tipo de cosas, ¿qué se le va
a hacer?. Por lo menos era más divertido que las clases
de latín!!
De más esta decir que me sentí ridículo
en dicho lugar. La comunicación con el exterior era
casi imposible. No había teléfono al alcance
de los numerarios (los Directores sí lo tenían).
Además no estaba bien visto hacer llamadas o tratar
de conocer las ciudades cercanas porque saca a la gente
del curso anual y por que era de mal espíritu.
Es decir, estabamos aislados.
Para demostrar el nivel de dichos cursos anuales sirve de
muestra un botón: la gran cosa que puede
hacer un numerario es tener una tertulia pirata.
¿Qué es esto? Nada más y nada menos que
no irse a dormir a horario y tener una reunión quizás
con alguna cerveza en el mejor de los casos con otros
numerarios hablando de temas triviales, generalmente relacionados
con obviamente la obra. Igual al otro día
se madrugaba, ya que en los cursos estos el horario comienza
a las 6.45 o 7.00 horas.
Las actividades del día se reparten en deportes y
horario de clase. La consigna es, como ya mencioné,
estar todo el día ocupado. Como se verá, en
los cursos anuales posteriores en los que uno rinde materias
(y debe estudiarlas) el resultado es que uno se cansa mas
que durante el año. Otra forma de tener a la gente
ocupada para que no piense sobre donde esta.
Ese curso anual, por ser el primero, es mas bien light.
El director de dicho curso era uno de los primeros numerarios
de la región numerario Top. Años
después me enteré que se encontraba procesado
y no podía salir del país por un escándalo
bancario. Casi nada, y motivo suficiente para que se perdiera
la beatificación del fundador en Roma.
A pesar de todo, volví renovado, con la
cabeza más opus que nunca y con ganas de seguir a
contrapelo peleando la vocación y queriendo ver
a Esteban Mernabo, a quien me enteré habián
cambiado de centro.
Asi fue que me cambiaron de director, esta vez me tocó
en suerte Mariano G. Tengo que reconocer que el año
que comenzaba fue, quizás, uno de los más mediocres
que viví, pero sin embargo fue el año en el
que estuve mas entusiasmado con la obra. Mariano G. resultó
ser una gran persona, mas brutón y menos
sutil que Mernabo. En mi caso yo siempre agradecí la
sinceridad y me parece que el siempre fue sincero conmigo.
Ese año debía prepararme para hacer el Centro
de Estudios, por lo que al poco tiempo me llego la orden por
parte del vocal de vocal de San Miguel (a quien después
conocí como Terminator ya que todos los
trabajos sucios relacionados con la desvinculación
de numerarios se los encargaban a él). Me dijo: Gustavo,
a partir de la semana que viene sos adscrito de ..... y vas
a vivir allí. Yo protesté ya que el barrio
donde quedaba la nueva residencia me quedaba lejos y puse
algún que otro pero más, siendo el más
importante que debería despertarme a las cinco de la
mañana para llegar a tiempo a mi trabajo y hacer los
normas de la mañana (Misa y Oración). A nadie
le importo.
Cuando uno pita le aconsejan a uno que es conveniente
no contárselo a nadie pero que si uno quiere
lo puede hacer. Este tipo de indicaciones encubiertas
no lo cuentes, pero si quieres hazlo se usan para
decir que en la Obra hay libertad.
Asi fue que tuve que decirles a mis padres que me iría
a vivir a un centro de la Obra. Evidentemente les cayó
muy mal. A pesar de eso me mude. La estancia en los Residencia
tuvo una sola cosa buena: fue corta, sólo unos meses.
Luego de allí volvería a mi centro,
a hacer el curso anual y el Centro de Estudios
La residencia en la que viví es una casona antigua
ubicada en una barrio bien de la ciudad. Mariano
G. me acompaño hasta allí. Yo me sentía
como un niño al que su padre esta a punto de dejar
en el colegio. Nunca entendí porque Mariano G. me acompañó
y no me dejo ir solo. De todas maneras me pareció un
buen gesto. Al llegar a la Residencia me di cuenta de que
no era precisamente lo que yo me imaginaba. Vivían
allí solo ocho numerarios y casi el doble de residentes.
Los numerarios casi no estaban durante todo el día,
asi que la casa pasaba casi a manos de los residentes. Los
residentes obviamente- formaban una especie de banda
contraria a los numerarios que eran quienes los controlaban.
Claramente no había amistad entre ellos.
La residencia tenia un horario límite de llegada creo
que las 24.00 horas y los residentes no contaban con
llaves. Evidentemente tampoco estaba bien visto que los residentes
durmieran afuera.
La participación de los residentes era casi nula en
los actos de piedad léase Santa Misa, meditaciones
y bendiciones y en los actos familiares
tertulias.
La idea de hacer ir a un numerario a vivir a una residencia
antes de pasar al Centro de estudios es que vea a diferencia
entre los residentes y los numerarios y de esta manera, por
contraste, aprenda a apreciar mejor los detalles
de cariño de los segundos, ya que a los residentes
poco y nada le importaban los demás. Estaban de paso
y comot al vivian.
Me tocó compartir el cuarto con otro numerario y un
residente. Del numerario no recuerdo su nombre completo. Nunca
supe que paso con el mismo, pero se que dejó de pertenecer
a la Obra, ya que después no lo vi mas. Allí
comencé a ver lo que era que uno abandonara
la Obra. A uno lo borran, nadie habla más
de uno y no se pregunta más acerca de el. Cuando pasaban
los años y uno no veía mas a alguno por un tiempo,
era preferible no preguntar. (Solo con Alex se podía
hablar de estos temas...)
Creo que llevaba varios años en la Obra y parecía
estar enfermo. Estudiaba ingeniería. Recuerdo que estaba
muy deprimido fue el primero que vi en ese estado, después
me encontré muchos más, realmente el índice
de numerarios deprimidos o con enfermedades psiquiátricas
es altísimo. Por las noches, dormido se sentaba
y hablaba en la cama y demás. No era amigo de nadie
en esa casa. A mi me daba mucha lástima, pero claramente
la situación me sobrepasaba.
El otro que dormía en ese cuarto era el pitable
de la casa. La verdad que le tenía bien tomado el tiempo
al director, ya que a todas luces se veía que nunca
iba a pedir al admisión a la obra, cosa que hasta el
día de la fecha no ocurrió.
Comencé a sufrir el Opus Dei. Me levantaba todos los
días a las 5.15 de la mañana el resto
se levantaba a las 6.15. Desayunaba siempre solo y cenaba
muchos días a la noche también en soledad. Realmente
me sentí muy mal en esa casa y mi recuerdo de ese lugar
no es el mejor. La misma casa da una impresión de casa
de viejos, antigua y sin vida. De todas maneras trataba de
prepararme ascéticamente los mejor posible para realizar
el Centro de Estudios.
En la residencia vivía un numerario de origen coreano.
El mismo sufría permanentemente discriminación
por parte del director de la casa proveniente de una
familia bien, que le llamaba medio en broma,
medio en serio chino asqueroso.
Lo bueno de esta experiencia es que fue corta, ya que al
poco tiempo pasé al Centro de Estudios, donde
comprobé que se puede estar siempre peor, pero
esa es otra historia...
Centro de estudios
Y por fin llegó el día... Me mudaba a mi antiguo
centro, a hacer un mes de curso anual y luego a quedarme allí
para hacer el Centro de Estudios.
Estaba realmente ilusionado con hacer eso dos años
de preparación intensiva en los cuales
pensabacrecería enormemente en vida
sobrenatural y en conocimiento de lo que era la Obra.
El Centro de Estudios es una etapa crucial en la vida de cualquier
numerario/a. Es una especie de mili sobrenatural,
donde a uno le van a exigir vivir el pan de vida, las costumbres
de la Obra, la obediencia y demás a full.
Además, para dicha formación, se brindaran clases
los días Domingos, en donde se leerán en
realidad te leerán, por que no te dejan ni tocarlos
documentos secretísimos de la Obra. Las
Instrucciones de San Rafael, de San Miguel y de San Gabriel,
las campanadas y demás.
Es gracioso como muchos de esos documentos exigen explicación,
ya que como bien nos dijeron allí se pueden
mal entender ya que fueron escritos en otra época
y en otra situación. Obviamente son criticas
muy fuertes a veces hasta a la misma Iglesia.
Recuerdo, por ejemplo, haber escuchado de boca del director
del Centro de Estudios que a un Centro del Opus Dei
no entran Jesuitas ya que Nuestro Padre así lo ha previsto.
No sé de qué documento sale esto, pero posiblemente
haya algunos lectores que puedan aclarar este punto.
Como contaba, así fue que totalmente decidido a ser
un numerario completo, encaré esa etapa de mi vida.
Tengo que confesar que en mi caso el Centro de Estudios fue
algo parecido a Auschwitz. Todo era controlado: correo, visitas,
horarios, libros, televisión, hora de comida, hora
de levantarse, desayuno temprano (no olvidar anotarse que
sino...), cena tarde, horario para hacer la oración
(a la mañana y a la tarde), tertulias con los de casa,
encargo material (es decir de que te ibas a ocupar materialmente
en la casa), encargo apostólico.
Recuerdo que a uno le habían dado de encargo apostólico
limpiar las canaletas del Centro el Centro era un edificio
de ocho pisos por lo que salía una vez por semana
a caminar por la cornisa, limpiando canaletas. Como se imaginarán
una irresponsabilidad de aquellas, ya que una vez casi se
cae y termina todo en escándalo. Este encargo material
se suspendió después de esto.
Como les decía: Auschwitz . A todo esto hay que sumarle
la marca a presión que los directores ejercían
sobre su dirigidos preguntando constantemente: ¿A
quien has llamado hoy? ¿Has invitado a Mernabo al curso
de retiro?. No te olvides, esta semana hay retiro mensual,
¿cuántos amigos vas a traer?. No dejar de olvidarse
de la meditación del viernes y del sábado. Y
tu, ¿cuándo arrancas con tu propio círculo?.
Esto varias veces por día. Así fue que un día
le dije a mi director: Hombre, que esto ya me lo has
repetido tres veces, ¿crees que soy tonto o sordo?
Sigamos agregando cosas no olvidemos que uno ya tenía
lo propio, es decir su estudio o su trabajo. La cuenta
de gastos que uno debe rendir a fin de mes (una idea muy
opus de anotar hasta el más mínimo detalle
de gasto de dinero para demostrar que semos pobres),
las correcciones fraternas (que tema este!!), los días
de guardia, las guardias en portería, etc, etc, etc.
Y todo esto con los carceleros (léase directores)
que te persiguen y te controlan. Me olvidaba de algo: Te revisan
el ropero para ver que ropas tienes y si tienes mucho, la
secuestran. Ah, y no te avisan, sino que lo descubres
tu mismo. Increible!
Ayyy!!!, que ambiente envidiable. Frente a esta tromba de
obligaciones, deberes y demás rápidamente añoré
volver a la Residencia.
Mi vida en dicho lugar tenía sin embargo
algunas cosas buenas. Muchos de los que compartían
esas experiencias tenían ese sentimiento en común,
lo que nos hacía más unidos.
En mi primer año allí compartí la habitación
con otros dos. Uno nuevo, como yo, y otro que
estaba haciendo su segundo año. Ninguno de los dos
sigue en la Obra (debo haber sido yo la mala influencia).
Como sea nos reíamos mucho, ya que nuestra habitación
estaba sobre la del Director de la Casa, que era un pobre
hombre, que creía que ser el Director del Centro de
Estudios era como ser Alejandro Magno hijo de Zeus,
Dios de la verdad. Cincuentón, filósofo,
se creía que sabía de la vida más que
nadie y que todos los que no coincidían con su forma
de pensar no captaban la sintonía opus
o tenían mal espíritu.
Es más, una vez me insultó, frente a todo el
mundo, en una tertulia. Yo me quedé sorprendido de
tal manera que sólo atiné a preguntar al que
estaba al lado mío: ¿dijo lo que entendí
que dijo o no?, a lo que este contestó Si,
pero tómalo con calma que luego lo hablaré con
él. Dios mío, bendice a todos y
ayúdame cada día a ser más bueno, rezaba
como jaculatoria...
Tal era su influencia sobre los más chicos (había
algunos de 18 años que también cursaban el centro
de estudios) que muchos de ellos cambiaron sus carreras universitarias
digamos, licenciatura en economía, ingeniería
por (adivinen) Filosofía!!. Estos formaban su séquito,
eran los que se reían con él, y eran sus compinches.
¿No era que en la Obra no había amigos personales?.
¡¡Que buen ejemplo nos daba de cómo íbamos
a ser en el futuro!!.
Yo me seguía levantando antes de hora por mi
trabajo lo que hizo que el Director se quejara ya
que lo despertaba con mis ruidos a la mañana.
También le molestaban los ruidos que producía
otros de los ocupantes de dicha habitación ya que este,
siempre se acostaba más tarde. El que se acostaba puntual,
por diversión nos tenía trampas para hacer mas
ruidos: por ejemplo ataba un cenicero de bronce a una piola,
cosa que cuando uno pasara de noche o de madrugada, se enredara
con la piola haciendo caer el cenicero que hacía un
estrépito de aquellos. Al principio nos preocupábamos,
pero luego comenzó a divertirnos el asunto, y tirábamos
cosas al piso a propósito, con la consiguiente bronca
del Director que trato varias veces de separarnos y cambiarnos
de habitación, cosa que finalmente ocurrió
Como se podrán imaginar mi primer año allí
fue terrible. Me planteé seriamente irme de allí,
pero llegó un nuevo curso anual como para tirar
un tiempo mas. Ese fin de año estuve muy enfermo,
por una seria operación a la que fui sometido, por
lo cual tuve que hacer reposo por un tiempo largo.
Comprobé todo lo que se dice en cuanto al cuidado de
los enfermos es irreal. Te cuidan un poco y sólo al
principio. Luego eres una carga, de la que nadie se acuerda.
Por ejemplo, no recuerdo que el director del Centro de Estudios
se tomara el trabajo de visitarme, más que 15 minutos
cuando estuve internado. Seguramente estaría muy ocupado...
Llegó el fatídico 19 de marzo, fecha en la que
debía renovar mi contrato con el Opus. Yo no quería
hacerlo, quería irme. A pesar de ello, la presión
para no irse, el miedo de ser un traidor, de no
poder cumplir con la vocación única
que Dios me había dado, de estar condenado a ser un
infeliz de por vida por esta falta me hizo seguir
adelante.
Y no fue tan malo, ya que mi segundo año allí
fue bastante mejor. Dejé de plantearme mis ideas de
fuga, comencé a tener encargos apostólicos
más interesantes, me pitaron algunos críos obvio,
no amigos, ya que comencé a encargarme de una
nueva labor fuera de la ciudad, en la cual tenía amplía
libertad para hacer y deshacer. Lo más gracioso de
esto es que nadie había pensado que algo bueno
podía salir de ese lugar pero cuando comenzó
a pitar gente y vieron quién estaba a cargo es
decir yo se preocuparon un poco, ya que el lugar se
volvió apetecible para los directores.
Había que sumar puntos frente a la Delegación,
por lo tanto cada pitaje era importante.
Fue gracioso ver como hubo una lucha de poderes
por ese lugar. A veces es notable ver como se mezclan las
ambiciones personales de los directores en temas apostólicos.
Muchos querían hacerse cargo de dicho lugar e inclusive
había cierta competencia por parte de otros
centros. Todos querían anotarse el punto, a pesar de
que fuera uno el que fuera a trabajar a dicho lugar. Se creo
un consejo local del cual era miembro, pero como Director
del mismo colocaron a un numerario muy especial.
Tengo que reconocer que ese numerario nunca me cayó
bien lo conocía desde que pité,
no sólo a mí, sino que mucha gente no lo quería.
Algunos decían que era un genio. Yo en cambio pensaba
que estaba loco, cosa que el tiempo demostró. Tenía
como una doble cara, por un lado era el chico ejemplar, por
el otro era el numerario pícaro que hacía
cosas raras pero siempre las justificaba. Dos botones de muestra
sobran: para la beatificación de Escrivá de
Balaguer en Roma, ingresó a un hotel de esos
cinco estrellas en la Via Venetto, pidió un desayuno,
lo consumió y luego, se fue sin pagarlo. A él
le pareció bien y justo y lo que es peor lo mismo le
pareció a muchos otros directores. También en
la beatificación consiguió vaya a saber
cómo entradas para la ceremonia que Don Alvaro
iba a celebrar en San Eugenio. Obviamente no se sentó
en su lugar, sino mucho más adelante, notando a los
pocos minutos que a su alrededor se iba llenado de sacerdotes
y que él era el único laico. Uno de los sacerdotes
se le acercó y le dijo: Hombre, o eres alguien
muy importante y no te conocemos o te has colao. Por favor,
vuelve a tu sitio .
Podría contar mil anécdotas de él, pero
todas se perdona al saber que estaba
muy enfermo psíquicamente, cosa que hasta allí
sólo yo había notado, según parece.
Este Director (uno de los subdirectores del C.de E.) me hacía
correcciones fraternas todos los martes a las 17.00 horas.
El sabía que a ese horario yo debía dar un círculo,
pero se las ingeniaba para hacerme ubicar por teléfono
dentro del Centro y hacerme empezar siempre el círculo
tarde. Cansado de esta situación hablé con el
director del centro a quien le plantee este problema, agregando
que si este chaval vuelve a hacerme otra corrección
fraterna, le parto la cabeza. Hombre, que funcionó.
Nunca más corrección fraterna por ese lado.
Sin perjuicio de todo esto, me concentré en estar más
ocupado y en pensar menos hoy me parece increíble
dicho planteo ocuparme más y pensar menos.
Esa es quizás es una de las maneras de funcionar en
el Opus. Sé que muchos actúan así, ya
que evitan pensar para no deprimirse. El problema es cuando
se piensa....
Llevaba muchos chavales a la meditación del sábado
y mi labor apostólica se media en resultados concretos.
Una vez tuve un pequeño incidente. Un muy buen amigo
mío se mudaba un sábado a la noche y me pidió
ayuda en la mudanza. Le dije que sí, que no había
problema. Sin embargo, lo hubo, ya que cuando un secretario
del C. de E. se enteró de este plan por que yo
se lo conté me prohibió ir por que primero
esta la meditación del sábado y yo debería
atender a mis amigos. Le explique que ya había
hecho la oración y me había encargado de que
alguien recibiera a mis amigos. Además pensaba volver
al Centro antes de que terminara la meditación, asi
que estaría de vuelta para darle duro a
mis amigos. Igual me prohibió ir. Yo, pensando en mi
amigo, me fui igual. Creí, y lo sigo pensando, que
la amistad era más importante, pero en la Opus no se
piensa así. Recibí una buena reprimenda por
mi comportamiento poco obediente.
Llegó el fin del Centro de Estudios y a volar a un
nuevo Centro. Todos los días se veía al Vocal
de San Miguel venir a hablar con algún numerario que
inmediatamente se iba a algún otro centro, ya sea del
país o de la ciudad.
Yo esperaba y nada. Nadie me decía nada, ¿se
habrían olvidado?. Fue así que pasé a
vivir unos días y provisoriamente a otro centro de
San Rafael. Pocos días después, un oficial de
la delegación me dijo dentro de un auto
que esa iba a ser mi nueva casa y que seguiría por
un tiempo atendiendo la labor iniciada en las afueras de la
ciudad. Tengo que confesar que esto me desilusionó
un poco. Yo quería irme a Katmandú a conquistar
el mundo para Jesús, el Papa y la Opus y sólo
me mandaban a unas pocas cuadras de donde
estaba.... Ut Iumentum!!
"Santificar lo ordinario"
Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen
mucho sentido...
Como comentaba, yo quería irme a Katmandú a
conquistar el mundo para Jesús, el Papa y la opus y
sólo me mandaban a unas pocas cuadras de donde estaba.
Es decir, la santidad en la vida ordinaria.
Es notable la diferencia entre las expectativas que a uno
le crean en la opus con lo que realmente pasa después.
A mi esto me causó un gran desconcierto, ya que me
habían inculcado en el Centro de Estudios que había
que conquistar el mundo para Dios. Se hablaba en las
tertulias de la gente de la región que iba a países
lejanos a colaborar con la evangelización.
Se contaban anécdotas de la vida del fundador de la
Opus, todas heroicas, y sin embargo uno volvía a su
vida normal al salir de ese entrenamiento
intensivo. Uno esperaba aventuras, pero no, en mi caso
no se dio así.
Es más, si bien tanto se habla de la santidad en la
vida ordinaria, es llamativo ver cómo se menciona permanentemente
las cosas extraordinarias que el ocurrieron al
fundador durante su vida (mil cosas, desde la Rosa de Rialp
hasta el viaje en barco a Italia, pasando por los cuadros
de la Virgen que le hablaban, su muerte y resurrección,
etc, etc). Es decir, un doble discurso para confundir un poco
más volver a uno mas dependiente de sus directores.
También me llamó la atención no
tengo estadísticas, Uds. podrán corroborar
esto o no según vuestra propia experiencia es
que muchos numerarios despitan mientras hacen
el Centro de Estudios o apenas se van de él. Es como
si de golpe se desinflaran.
Mi nuevo centro era una casa grande, de muy buena calidad
y ubicada en un muy buen barrio de la ciudad en que vivía.
Se realizaba mayormente labor de San Rafael y algo de San
Gabriel. Habitaban allí unas 16 personas, de las cuales
cuatro o cinco eran residentes. Esto ocurrió sólo
durante uno o dos años creo que por motivos económicos-
siendo los residentes reemplazados por numerarios de mayor
capacidad contributiva. Con el tiempo este pasó
a ser un centro de jóvenes profesionales,
increíblemente con labor de San Rafael.
Los numerarios de la casa eran bastante variados y cómo
siempre algunos más queribles que otros. Se hace muy
sencillo al ser un centro pequeño- conocer rápidamente
los defectos y virtudes de cada uno de ellos. Igual se podían
dividir en cuatro grupos : a) los integrantes del Consejo
Local; b) los numerarios con años en la obra
y c) los recién salidos del Centro de Estudio
y d) los ascritos.
Es clara la diferencia entre unos y otros: Los numerarios
del Consejo Local son los que empujan y persiguen a la gente.
No tanto como en el Centro de Estudios. En este caso concreto
el director era un joven profesional con mucho
entusiasmo. Hacía años que era director de ese
centro y lo siguió siendo muchos años después.
Cuando dejó de serlo, se fue de la obra, de una manera
un poco escandalosa (hizo un master en una institución
de la opus y según me hicieron saber unos supernumerarios-
se enamoró de una señorita que estudiaba allí).
Al poco tiempo se casó creo que con este misma-.
Creo que también sufrió una gran desilusión
al dejar de ser director. Es notable como en la opus, muchos
buscan poder, aunque sea sobre los demás que conviven
en un centro. ¡Pobre gente!
En la región en la que me encontraba, los Directores
parecían vitalicios ya que casi nunca cambiaban.
Ni siquiera los de la Comisión o Delegación.
A lo sumo, rotaban de lugar, pero esto ocurría muy
raras veces. No sé si esto será normal o no
en todas partes.
El director siempre parecía alegre aunque a veces
se notaba que no era así con un temperamento
muy italiano. Servían bastante bien de contrapeso,
el subdirector y el secretario que eran más bien parcos
y fríos, demostrando una obediencia sin límites.
Los numerarios con mas tiempo, parecían apagados, tristes.
Algunos de ellos tomaban pastillas léase
tranquilizantes y/o antidepresivos-. Eran buena gente, sin
duda, pero algo no andaba bien en sus vidas. Recuerdo que
uno tenía problemas para dormir y por consiguiente,
para despertarse a la mañana. Yo tenía el encargo
de despertar a los habitantes del centro y a éste,
lo despertaba tres o cuatro veces seguidas. Un día
me di cuenta que lo estaba torturando y decidí
no despertarlo más. Hombre, ¡que lo haga su ángel
de la guardia como le pasaba al fundador! (algo muy ordinario).
Hablé con el director y el me dijo que sí, que
le parecía bien que lo dejara descansar un poco más.
Otros se encerraban en sus dormitorios y salían sólo
para comer, o para hacer las normas. Así fue como de
a poco, algunos se iban apagando y finalmente se marchaban.
Era como una especie de agonía. Esto se notaba y claramente
afectaba el ambiente del centro.
Los numerarios recién salidos del Centro
de Estudios eran aptos para todo servicio. Si,
ahí estábamos, todavía no agotados y
con muchas ganas.
Los ascritos eran el aire fresco de la casa. Realmente eran
los más divertidos y junto con los chicos de
San Rafael- el alma del centro.
Comencé ocupándome de la labor de San Rafael.
Lo mejor, como ya lo he dicho otras veces, era no pensar y
obedecer. Igual era ya claro que no era eso lo que yo quería
para mi vida y mi primer año allí fue de un
intenso sufrimiento interior. Muchas lecturas relacionadas
con vocación, Surco, Forja a la oración, los
famosos libros de meditaciones. Largas charlas con el director
y el sacerdote que era muy, pero muy limitado-.
Con respecto a este sacerdote puedo contar una pequeña
anécdota que lo pinta de cuerpo entero: Mi abuelo se
estaba muriendo. Me avisaron que estaba muy mal y que se lo
llevaban a terapia intensiva, ya que le había dado
un infarto. Mi familia me pidió que consiguiera un
sacerdote para darle la Extremaunción. Me dirigí
al sacerdote de mi casa para que me acompañara urgente
al Hospital, a lo que este me respondió que no, que
estaba muy cansado. Yo no lo podía creer. Fui a ver
al director del centro y le conté lo sucedido. El director
fue a ver el cura y le pegó unos cuantos gritos, y
el sacerdote, de mala gana, aceptó acompañarme.
Cuando llegamos al Hospital mi abuelo ya había muerto,
obviamente sin recibir su último sacramento, todo por
culpa de ese cura que pensó más en su cansancio
que en las almas de su grey. ¿Cómo se puede
ser cura y no tener hambre de salvar almas? . Es como ser
abogado y no tener hambre de defender al indefenso, o ser
médico y no tener hambre de curar enfermos. Definitivamente
no lo entiendo. A lo mejor era cura por equivocación
o por obligación...
Para mi suerte el sacerdote cambió al poco tiempo no
sé si este hecho habrá tenido algo que ver-
y vino uno mucho mejor (recién llegadito de Roma).
Es gracioso ver como llegan con unos aires de gran señores.
Con uno de los adscritos nos encargamos rápidamente
de bajárselos al dejarle sucio con tinta uno de los
cajones del escritorio que utilizaba.... Este sacerdote resulto
ser un señor, a quien le estoy muy agradecido por un
gesto que tuvo conmigo cuando yo peor estaba aún
faltaban varios años para eso-.
Las cosas fueron funcionando a contrapelo siempre levantándome
antes de hora para llegar a mi trabajo puntual- con épocas
mejores y con épocas peores.
En realidad todo iba bien mientras menos pensaba y mientras
mas labor tenía. Aquí hay algo simpático
por lo menos ahora, que me viene a la memoria. Un niño
de catorce años, a quien trataba, hijo
de un supernumerario, había decidido pitar y de hecho
pitó.
El chiquillo no tuvo peor idea (en realidad la idea era buena,
pero para ser de la opus no) que contarle la novedad a su
padre. Su padre, -repito, supernumerario de años, encargado
de grupo, de comportamiento ejemplar, etc. etc.- al enterarse
llamó al centro diciendo que quién nos había
dado autorización para hablarle de vocación
a su hijo, que le iba a prohibir ir al centro y que si nos
acercábamos a él nos iba a agarrar a tiros.
¡Que tal?. Obviamente este niño no siguió
en la obra, pero lo más increíble es que el
padre si.
Yo me daba cada vez mas cuenta que esto no era la mío,
pero era difícil tomar distancia, por lo que se me
ocurrió ir a estudiar al exterior. ¡Para qué!.
Al principio nadie me tomaba en serio. El director me decía
que dejara eso para gente con mayor capacidad intelectual
(¿?). Todo el mundo me desalentaba de la idea. Sin
embargo yo insistía en ello y así fue que, finalmente
a pesar de tener a toda la opus en contra, conseguí
ser aceptado por una universidad top ten.
Aún recuerdo cuando llegó la carta con la admisión.
El sobre estaba cerrado y el director esperándome para
comer yo, para variar llegaba tarde por motivos de labor
apostólica, ya que llevaba charlas a supernumerarios-.
Me dijo: Ábrelo, que vamos a festejar.
Yo sólo le contesté: Hombre, que aquí
el único que va a festejar soy yo, vosotros en nada
me habéis ayudado con esto, todo lo contrario.
El director se quedo mudo y me dejó comiendo sólo.
En realidad terminé festejando con un ascrito, el único
que me alentó en esa empresa. Faltaba aún conseguir
el dinero, otra tarea nada fácil.
Así y todo resultó que al poco y tiempo me dieron
el encargo de ir de director al UNIV. Quince días en
Londres estudiando inglés en Netherhall House-
y otros tantos en Roma para Pascua-. A mi me llamó
la atención que la elección recayera en mí,
pero obviamente me sentí feliz por esto. No sabía
que ese viaje sería el principio del fin, ya que me
haría comenzar a ver todas las cosas desde una óptica
muy distinta.
UNIV
Lo del UNIV me ayudo a distraerme un poco más. Me
sorprendió que la elección de Director recayera
en mi pero, por esas cosas de la vida pude tener acceso a
la carpeta en la que se había discutido el tema. La
elección no había sido muy difícil, ni
siquiera reñida: uno de los candidatos no hablaba inglés,
y el otro no podía por estudios. Es decir, el único
disponible y no por capacidad-era yo.
Si bien esto me molestó un poco, en seguida retomé
la idea de un viaje pagado por la prelatura. Los
numerarios por lo menos en la que era mi región-
no tenían muchas posibilidades de viajar al UNIV, así
que bendita sea la ocasión.
El grupo se componía de unas quince personas de las
cuales solo dos éramos numerarios. El otro numerario
sería el Secretario y en Roma nos encontraríamos
con un alumno del Colegio Romano que haría de Subdirector.
Así fue que partimos a Londres. Yo había estado
en Roma para la Beatificación, mientras que para el
otro numerario era su primera experiencia overseas.
Lo primero que hicieron en la delegación fue prevenirme,
aclarándome que los ingleses eran gente muy fría,
y que no me extrañara que me fueran a tratar con distancia.
OK, very well. Sin embargo grande fue mi sorpresa cuando descubrí
que no era así. Es más, nunca repito nunca-
en la opus me trataron tan bien como en Netherhall. Baste
de muestra un botón: un día estaba muy, muy
resfriado, con fiebre y demás. No podía acostarme
a descansar por dos motivos:
1) El otro numerario que me acompañaba que estaba
en el centro de estudios- tenía muy pocas luces y toda
su actividad desde que llegamos a Londres fue sacar fotos
parecía un turista japonés- y comprar
cosas que su familia de sangre le había encargado es
decir un ejemplo de templanza-
y 2) Estaba en Londres y vaya uno a saber cuando volvería
a estar allí nuevamente (si hubiera sabido que volvería
años después varias veces mas me hubiera quedado
en cama).
En ese estado de decrepitud en el que ya los pañuelos
y las aspirinas no alcanzaban se me acercó el
Secretario de Netherhall para darme un remedio. Me dijo Tienes
mala cara, tómate esto que te hará bien.
Ese simple detalle me sorprendió. Nadie, repito, nadie
en mi región me había alcanzado algún
remedio sólo por tener mala cara. Es más, alguna
vez hasta tuve que reclamar algo de atención ya que
en mi centro se habían olvidado
que estaba enfermo y no me habían alcanzado la cena
(pensaron que no estaba en la casa, hombre, que caridad!!!)
Ni hablar de las tertulias que viví allí. Cuando
las mismas eran sólo de numerarios recuerdo que
Netherhall es una residencia enorme- se la pasaba realmente
bien.
A pesar de estos detalles comencé a pegarle apostólicamente
a los muñecos que tenía allí,
a mi entera disposición. Parecían esos muñecos
inflables que usan los niños a los que uno les pega
y vuelven a pararse. El objetivo era tumbarlos. Numerator
es decir yo- estaba programado para eso y eso fue lo
que hice. Mientras paseábamos, mientras comíamos,
mientras viajábamos, mientras estudiábamos ingles,
etc. La idea única del UNIV- es que la gente
pite. Si no se consigue eso, mal resultado.
Ser director en esas condiciones no era de los mejor. Los
muñecos eran universitarios, tenían
sus propias ideas y sus ganas de divertirse. Yo también
las tenía, pero más bien que era el que debía
dar el ejemplo
De todas maneras mi cabeza era completamente opusina,
sino, fíjense como fue parte de mi informe sobre la
ciudad de Londres: La ciudad tiene un clima moral bastante
decadente y a nuestra forma de ser resulta un poco pesada.
Tiene muchos museos para visitar y culturalmente vale la pena.
La mayoría de los negocios cierran a las 18.00 hs.
- ya es de noche - por lo que a las 18.30 o 19.00 hs ya no
hay gente en la calle. No hay nadie, por lo que no resulta
peligroso. Hoy diría I love you London,
ya que es una ciudad que realmente me gusta y disfruto cada
vez que voy.
Esos días pasaron rápido. Nos terminamos acostumbrando
al frío y humedad y nos hicimos aunque parezca
mentira muy amigos. Sobre todo la primera semana que
paramos en un albergue cercano a Netherhall que presentaba
los siguientes problemas (según el bendito informe):
1) "se encontraba bastante alejado de Netherhall House.
Se tardaba aproximadamente entre 10 y 15 minutos de allí
a Netherhall. Eso influenciaba en el horario, ya que si se
deseaba llegar a hacer la oración en Netherhall había
que calcular levantarse por lo menos con una hora de anticipación.
Además se hacía imposible volver a desayunar
a la misma. El horario de desayuno coincidía con el
de la Santa Misa. Tuvimos que pedir que nos dejaran desayunar
en Netherhall, cosa por la que no hubo problema alguno".
2) "Es mixta. Ello afectaba un poco el ambiente de al
convivencia, ya que el basement que habitábamos era
compartido con unas españolas. Se compartían
los mismos baños, si bien todos eran individuales -duchas
y demás- y no nos cruzábamos mucho con ellas.
De todas maneras la higiene de los baños no era de
lo mejor. Es de destacar que las mujeres en Europa encaran
a los hombres, o sea que no esperan a que ellos los inviten
a hacer algún plan sino que toman la iniciativa.
3) "La comida que se proveía en el mismo no era
de muy buena calidad.
Me da vergüenza pensar que yo escribí eso. Pero
en planeta opus así se juega.
Estudiando en Netherhall conocimos a muchos estudiantes extranjeros.
Fue la primera vez que alguien en este caso un español
de nombre Saulo hablaba pestes de la opus, pero con
cariño. Me hice bastante amigo de él y ahí
comencé a darme cuenta que quizás yo no era
todo lo numerario que debería ser ya que
me dijo: Hombre, que me he dado cuenta que eres numerario
y director- por que eres el que da las órdenes
aquí y todos te obedecen. Pero dudaba de ello. He tenido
que preguntar. Realmente no lo pareces: nunca he visto a un
numerario tan divertido y tan mal hablado.
Pasaron los quince días, con el Secretario (que sólo
sabía realizar el cambio de dólares a libras,
pero no al revés. No sólo eso, sino que no había
forma de
hacerle entender el tema) y los muñecos
partimos a Roma, donde pensaba otra vez erróneamente-
que con más ayuda podría descansar un poco y
dedicar aún mas tiempo/calidad apostólica a
los muñecos que me interesaban (a esta altura era tan
presumido que creía saber quienes podrían tener
vocación y quienes no).
La llegada a Roma fue caótica (Roma siempre lo es).
También lo fue el arribo a
Villa Tevere. Llegamos allí aproximadamente a las 15.30
o 16.00 horas. Se nos
informó que nos acoplaríamos con el grupo de
Sevilla que arribaría a las 19.30,
por lo que tendríamos que esperar en la puerta de Villa
Tevere con el equipaje
hasta que ellos llegaran. No lo consideramos lo más
conveniente. Yo comencé a quejarme. No me parecía
lógico que se dijera a un grupo de quince personas
que esperaran en la puerta de esta casa tres horas, junto
con su equipaje, sobre todo luego de haber viajado unas dos
horas y media. Los muñecos tenían
hambre. En Villa Tevere no nos permitían dejar el equipaje
en el garage porque estaba el auto del padre.
Pregunté si era mas importante el auto del Padre que
nosotros y me respondieron sin mucha preocupación que
si. Esto me sacó de mis casillas y monté un
escándalo tal que no sólo dejamos nuestras maletas
en el garage sino que también pasamos a descansar adentro.
Un detalle que me impresionó de V.Tevere es que todo
el mundo conocía mi nombre. Yo no sabía quién
era quién y todos parecían conocerme. Me cruzaban
por las escaleras y me saludaban por el nombre. Esto me dio
piel de gallina, ¿cómo podía ser? Si
alguien lo sabe, por favor explíquemelo.
El UNIV siguió con las cosas de siempre, la visita
al Papa, las tertulias con el Padre en
Cavabianca y V. Tévere - donde siempre se infiltraba
alguien de San Rafael, la celebración de la Misa de
Pascua en la Basílica de San Pedro teníamos
entradas-. Realmente espectacular. Uno se decidió a
pitar y otro estaba al borde. Hasta los más irreductibles
de los muñecos habían hecho propósitos
de mejorar, que obviamente después no cumplirían.
Una anécdota divertida ocurrió en una tertulia
con el Papa. Teníamos sólo una entrada para
primera fila y el resto para el fondo. Venían con nombres
y la VIP era la mía, cosa que me disgustó. Se
la quise dar al Secretario, pero de V.Tevere dijeron que era
para mí y que debería obedecer. Así fue
que estaba en primera fila, junto a una niña muy maja
vestida de campesina rusa o polaca, vaya uno a saber
y una señora italiana supernumeraria-
con su hijo, Luca, de unos cuatro o cinco años. Recordé
que el Papa siempre saludaba a los niños, por lo que
en la espera me gané la confianza de Luca. Jugaba con
Luca, lo revoleaba por el aire y demás, esperando la
entrada del Papa. La madre de Luca ya me miraba con desconfianza.
En eso llega el Papa, y saludó rápidamente a
los de la primera fila. La rusita le dio un ramo
de flores. El Papa le dijo algo y siguió. Yo me quedé
petrificado y el Papa pasó frente a mi y a Luca sin
siquiera mirarnos. Atiné a decir Santo Patre,
un baccio per il bambino. El Papa escucho esto y volvió
donde yo estaba, agarró a Luca (a quien yo tenía
en brazos) y le dio un sonoro beso. En un arresto de valentía
seguí pidiendo en mi italiano inventado Santo
Patre, ¿e per il otro bambino? señalándome
a mi mismo, a lo que el Papa también me beso. Hombre,
que me emocionó mucho.
Llegó la hora de volver a la región y a los
problemas de siempre. Al igual que los muñecos, yo
tenía propósitos propios, que al poco tiempo
se esfumaron. Sin embargo el UNIV me sirvió para ver
que la opus no era todo lo perfecto que me decían.
Tenían todos los defectos que se veían en la
región, más un desmedido culto a la figura del
fundador con ver la cripta alcanza-. La opus no era
de uno, la opus eran ellos. Y esto no era lo que se me había
enseñado. Había algo que ya no me cerraba.
¿Una Opus diferente?
Y así fue que se acabó el UNIV y volví
a mi vida normal, pero sólo por poco tiempo, ya que
estaba en mi agenda volver a salir de la región prontamente,
ya que me habían aceptado en una universidad top, y
pensaba ir allí.
Yo tomaba esa salida como un cambio de aire, ya que necesitaba
en tener un poco de distancia de mi vida ordinaria
en la Opus.
Nada fue sencillo. Parecía una carrera de obstáculos.
El primer problema fue el dinero. Como bien sabemos los numerarios
no tienen ahorros, y mi familia no podía costearme
ese lujo (aunque de haber podido no lo hubiera aceptado).
Sin embargo, luego de mucho encomendar a San Chema aparecieron
los duros se ve que era la voluntad divina- a través
de una beca.
La voluntad divina tan clara para mí- debía
hacérsela entender a la Delegación y a la Comisión
Regional quienes debían autorizarme para poder irme
a estudiar.
Este tema no fue sencillo, ya que en la universidad en cuestión
no había centro de la opus. Si habían supernumerarios
y por consiguiente una incipiente labor que era atendida semanalmente
desde otra cuidad. Además el ambiente moral
de dicho país era, a entender de los responsables de
la Opus, mucho peor que el de mi región.
Debí convencerlos que me portaría bien, que
haría todas las normas esto nunca fue un serio
problema para mí que cuidaría mi pureza
debería vivir solo y que los fines de semana
iría al centro más cercano de dicho lugar, donde
tendría un poco de vida de familia.
Prometí, juré y todo lo demás y, para
mi sorpresa, me creyeron y autorizaron. No se si fue tan así,
ya que ellos sabían que yo partiría con autorización
o sin ella (ya se lo había anticipado muy diplomáticamente).
Salí hacia una nueva casa, nueva cultura y nuevo desafío.
Me fueron a despedir algunos familiares y gente del Centro
en el que vivía.
Luego de un largo viaje, llegué al país en cuestión.
A la salida del Aeropuerto fui parado por las autoridades
locales, las que al enterarse que llevaba una cuantiosa cantidad
de dinero en travellers checks me revisaron. Abrieron
mi bolso y empezaron a preguntarme sobre que era cada cosa
What is this?, decían. Yo contestaba A
pair of socks o my underwear o a T-shirt.
Me iba poniendo más y más nervioso por que ya
estaban por llegar al cilicio y a las disciplinas y no tenía
idea que era lo que iban a pensar. Sin embargo no fue tan
malo, ya que cuando el cilicio apareció estaba
arrollado lo miraron con curiosidad, me miraron y dijeron:
Its OK. You are free to go. Nunca supe que
pensaron. A lo mejor era gente de la opus o lo más
seguro supusieron que era un degenerado de algún
tipo que llevaba esas cosas con pinches en el bolso. Vaya
uno a saber.
Aún debía viajar una cuantas horas para llegar
al Centro al que me habían asignado. A mi llegada no
había nadie esperándome. La casa era de
las buenas. Realmente impresionante. Toqué el
timbre y nada. Seguí insistiendo y nada. Comencé
a ver si las puertas estaban abiertas. Primero lo principal
y luego las laterales. No sabía muy bien si gritar
y de hacerlo en qué idioma. Finalmente, y frente a
mi insistencia, apareció una señora, con look
ama de casa quien me preguntó quién
era y qué quería. Le expliqué lo mejor
que pude, hasta que apreció alguien hablando en un
muy buen español. Tan bien hablaba que era español.
Primer shock, la hispania seguía exportando numerarios.
Era el único español del centro, y se encontraba
en dicho país trabajando. Me presenté. Al poco
tiempo llegó otra persona también numerario
y otro y otro. No tardé en descubrir que era
un centro de mayores pero de mayores en serio,
ya que los más jóvenes andaban por los sesenta.
También comencé a advertir otro opus. Un opus
más cercano a lo que siempre había escuchado.
Estos tíos, parecían santos no se si todos,
pero muchos de ellos sí-. En primer lugar me llamó
la atención su generosidad. Nunca repito, nunca
me pidieron dinero para mantener el centro. Sabían
que yo iría allí sólo los fines de semana
y que comería, bebería y demás como todos,
pero nada. Me impresionó la sencillez de algunos. Yo
no sabía quien era quien ahí dentro y me fui
dando cuenta de a poco. Ese, -si, ese- que de capri cortaba
el césped y parecía un jardinero, era un profesor
del colegio Romano que viajaba cada quince días a Roma
a dar clases. Además, era el encargado de juntar el
dinero para enviar a Roma. Según decían era
tanto el dinero que enviaba que con eso sólo se mantenía
casi todo Cavabianca. No se si esto era cierto, pero era lo
que se decía. Este, me prestaba su notebook personal
para hacer mis trabajos prácticos. En su computadora
había documentos privados que me pidió
no mirar cosa que cumplí-. Me llamó la
atención todo esto, al menos en mi Región
y de lo que había visto en Roma esto no era
común, es decir la confianza en los otros de casa.
Otro, el que llevaba mi charla, tenía el mismo perfil.
Y así también el sacerdote de la casa Father
T. Y los demás, casi también. Realmente estaba
impresionado.
Cuando me mudé a mi piso de soltero en
la Universidad a tres horas de tren del centro que
mencioné me acompañaron y me ayudaron
a amueblarlo, pidiéndole prestado muebles a conocidos.
Me limpiaron ellos personalmente las ventanas
de mi departamento. Me daba vergüenza ver que ellos siendo
mayores en serio limpiaban con más ganas y fuerzas
que yo, cosas de mi futura casa.
Me esperaban todos los fines de semanas, como si fuera el
hijo pródigo que volvía de la guerra. Organizaban
planes para mi, parecía que yo era lo único
que les importaba. Nunca, me sentí en la Obra tan como
en casa. ¿Era este otro Opus?. ¿Sería
que rezaban más? ¿Eran más fieles que
los de mi región? ¿Tomaban otro agua?. No se
que contestar. Quizás alguno pueda ayudarme.
Ellos estaban muy contentos con mi labor en la ciudad universitaria,
ya que había comenzado un círculo de San Rafael
entre los que había dos pitables llevaba
charlas de supernumerarios y daba charlas generales
en varias reuniones.
Pero en la opus lo bueno no dura mucho. Fue así que
a pesar de todos los cuidados que me prodigaban
las tres horas en tren comenzaron a pesarme y me pregunté
si no había un centro más cercano. Lo encontré,
sólo a una hora y media, es decir a medio camino. Era
un centro de San Rafael. Comenté en mi charla semanal
que las tres horas de ida, mas las tres de vuelta por fin
de semana era mucho y que habiendo un centro más cerca
sería conveniente para mi que me cambiaran. Si bien
me dijeron que no, terminó siendo un si, aunque nunca
supe muy bien por qué, ya que yo estaba contento con
mi centro de mayores.
Este otro centro el de San Rafael quedaba en
otra ciudad con una gran universidad es más
la universidad es la ciudad-, pero aquí el ambiente
era muy, muy diferente. Vivían sólo tres numerarios,
un sacerdote y muy seguido venía alguien de la Comisión
para controlar. ¿Para controlar qué?.
Las cosas parecían raras y eran raras. El director
era muy extraño al igual que los otros dos numerarios
y el sacerdote... bue, el sacerdote es un cura muy
conocido en esa región tiene hasta página
web propia muy, muy criticado por fascista. De hecho
la obra estaba muy mal vista en esa universidad/pueblo. Tan
mal vista que se me prohibió hacer apostolado. No se
si entienden esto. Repito. Se me prohibió hacer apostolado,
cosa que era tremenda, ya que los de casa eran insoportables
y no estaba permitido hacer contacto con el mundo exterior.
Como soy inquieto escribí a la Comisión de ese
país para que me explicaran el por qué de esta
decisión y si la misma era correcta, cosa que nunca
me fue contestada. Además el sacerdote en cuestión
era tremendamente racista con los que no eran sus connacionales
de raza blanca (yo soy de raza blanca, pero no su connacional)
por lo que tuve que oír comentarios despectivos hacia
mis connacionales, o ver cómo se reían de un
numerario filipino, del idioma italiano y hasta de los españoles.
Yo me sentía las Naciones Unidas y las peleas no tardaban
en armarse cada vez algún comentario salía de
su boca.
Así me di cuenta que no era el agua del lugar lo que
los hacía buenos, sino que, los del centro más
lejano eran, por lo visto, más santos.
Esto siguió de mal en peor, con decirles que a mi graduación
asistió sólo gente del primer centro y no del
segundo.
Los de mi región desaparecieron. Nunca
contestaron mis cartas a excepción de los de
mi centro-. Los de la Comisión y de la Delegación
nunca dieron señales de vida. Sin embargo, una de las
cartas que me enviaron del centro de mi región original
trajo una muy mala noticia. Mi mejor amigo, dentro de la Opus,
se había ido. Recuerdo perfectamente como, mientras
se me contaban cosas sin importancia, como el clima, se intercaló
una frase A.S. no es más de la familia. Va a
ser papá. Leí esto dos o tres veces y
llamé por teléfono para que me informaran donde
estaba A.S. Nadie supo darme su dirección o su número
de teléfono, simplemente, había desaparecido.
Se lo había tragado la tierra. A mi vuelta a la Región,
sabría más de él, pero a la distancia
parecía imposible obtener mas datos.
Yo, mientras, cumplía todas las normas y me portaba
como un numerata total. Cómo será que me ofrecieron
permanecer en esa región y no volver a la mía.
Durante ese tiempo había vuelto a comprender lo que
era el valor de la libertad, algo que casi no recordaba. También
entendí lo que era pensar por mí mismo, vivir
sin controles ficticios -durante la semana vivía solo
y los fines de semana nadie me controlaba como
en mi región-. Nadie abría las cartas ni revisaba
mis armarios. Existía algo que en el opus nunca había
experimentado: confianza.
De hecho en esta Región pude tener acceso a todos los
libros secretos del Opus, que en mi Región
no eran permitidos a cualquiera.
Finalmente, volví a mi región con muchas ganas
de colaborar y de mostrar este otro opus, más
abierto, mas respetuoso de la dignidad humana. Se podrán
imaginar el choque que me esperaba....
Nubes de tormenta
Porque todos los finales, son el mismo repetido.
Y con tanto ruido, no escucharon el final....
Y así fue. No sabía que de mi vuelta a la Región
hasta mi ida de la Opus iban a pasar solamente unos once meses.
Si me lo hubieran dicho en ese momento no lo hubiera creído.
Como ya expliqué volví con muchas ganas de colaborar
y de mostrar este otro Opus, más abierto,
mas respetuoso de la dignidad humana.
No fue fácil, de entrada nomás. Volví
a mi mismo Centro y me encontré con que ya no tenía
lugar. Me ubicaron en un dormitorio compartido con otro numerario
muy, muy amanerado. A mi esto no me causaba mucha gracia,
y algo de incomodidad sobre todo después de haber vivido
un año solo. Además la compañía
no era la mejor, así que el pudor se cuidó más
que nunca.
En mi ex dormitorio amplio y demás- estaba ese
subdirector insoportable del que hable cuando conté
lo del Centro de Estudios. Lo
único es que éste ya estaba enfermo, con una
esquizofrenia de aquellas.
Cómo será que una de esas primeras noches, volvía
de una tertulia en otro centro (contando mi experiencia en
tierras lejanas). Como era muy tarde subí por las escaleras
al segundo piso a oscuras. Al llegar al final de la escalera
escuché un grito de aquellos que producen miedo. Todo
seguía oscuro y nada se movía. Me dio miedo
caminar de allí hasta mi dormitorio, ya que parecía
que
habían acuchillado a alguien o algo así. Ingrese
a mi dormitorio compartido y descubrí que mi acompañante
no estaba dormido del todo. Le pregunté: -¿Has
oído ese grito?. Si, ¿Que hacemos?- contestó.
Nada- le respondí. Mira si mataron a alguien
ya estamos tarde, así que mejor durmamos. A lo mejor
era sólo alguno con una pesadilla- concluí.
A los tres minutos de haberme acostado se volvió a
escuchar un grito similar. Fue la primera vez que vi a alguien
levitar, ya que mi compañero de cuarto pego un salto
increíble, pero así y todo no se animó
a levantarse. Yo me levanté y fui al primero de los
dos dormitorios. En uno dormían cuatro personas y en
el otro el subdirector solo. Ingresé primero al cuarto
de cuatro y vi a todos durmiendo, menos uno que me preguntó
que había sido ese grito. Ahí descubrí
que el chillido ensordecedor venía del dormitorio del
subdirector. Abrí su puerta y otra vez un grito terrible.
El subdirector gritaba en medio de una pesadilla relacionada
con los efectos de los psicotrópicos que le habían
recetado. Welcome to the Mad House!!
Tengo que reconocer que me dio lástima. Mucha lástima.
Por eso lo desperté y dormí en una silla a su
lado esa noche. No de bueno ni virtuoso, aviso, por si alguno
duda.
No era el único que estaba así, ya que un episodio
similar ocurrió durante la cena con otro numerario
de la casa, que en plena comida comenzó a realizar
movimientos tipo break dance. Me enteré
entonces que éste tomaba medicamentos para la depresión
que le habían pegado muy, muy mal. En esa ocasión
yo volvía de un convivencia. No hay caso, no me podía
ir, no?. Otro depresivo más y van...
Ya se ha tratado en algunos escritos y correos el tema de
la depresión en la Opus. Es un tema muy común,
por más que quieran hacerlo pasar como normal.
Mi opinión es que los grandes responsables de los daños
psicológicos que sufren sus dirigidos son los directores,
ya que a alguna gente se le exige más de lo que pueden
dar y eso produce una enorme frustración, sobre todo
cuando el objetivo perseguido ser santo- no es alcanzable
en esta vida.
A esto se le sumó la idiosincrasia de la Región
donde todo era un gran voluntarismo. Se acabó la libertad
individual. Los Directores perseguían al resto, para
que hicieran mas apostolado y todo era voluntad, voluntad
y voluntad. Nada más. Parecía una hinchada de
futbol.
De la Delegación me asignaron nuevas tareas subdirector
de un Centro de San Gabriel lejos del centro en el que
vivía, por lo que dos veces por semana me acostaba
a altas horas de la noche, cuando les recuerdo- debía
levantarme muy temprano por mi trabajo. Es decir, dos veces
por semana dormía aproximadamente cinco horas.
También noté que no era dueño
de mi casa. Es decir, en mi casa anterior cuando
vivía solo- elegía las cosas de mi casa. Aquí
nadie preguntaba nada: Macho, si no te gusta lo que
compramos a llorar a otro parte. Es decir, la casa (el
centro en el que vivía) claramente no era mío,
no era mi hogar. Me causó un gran desagrado darme cuenta
cosa que no me había pasado hasta esa fecha-
de esto. Yo no era nadie ahí dentro, salvo, el que
aportaba los duros. Casi nada.
Noté que la fraternidad tampoco se vivía bien
baste los dos ejemplos de los depresivos-. Era poco
lo rescatable de esta situación. Rezar, obedecer y
cumplir las normas no me alcanzaba.
Comencé a pedir mas información acerca de por
qué se hacían tales o cuales cosas. Por ejemplo,
los informes que se preparaban relacionados con la gente a
cargo. Siempre había escuchado que había que
hacerlos de tal manera que el que leyera el propio pensara
que lo había escrito su madre. Hombre, que he leído
cada uno que gracias a Dios que madre hay una sola!!. Este
manejo de la información confidencial me empezó
a asquear.
Ni hablar de pensar en preguntarle a los numerarios del centro
qué les pasaba cuando estaban tristes o decaídos.
No, hombre, eso a la charla, no a compartirlo con tus hermanos.
Me fui transformando en alguien que sólo lo pasaba
bien en el oratorio y nada
más.
Esto me movió a hablar en la Delegación, pero
no me dieron ni la hora. Decidí tomar una medida más
directa: La Carta al Padre, en una de esas si esto llegaba
a Roma (que iluso!). Mis cartas, cada vez mas críticas
y mas fuertes, nunca salieron del Centro. Esto lo cuento por
que las encontré sin querer un día en el cajón
del Director.
Cómo verán todo esto me fue desgastando. Pero
eso no fue todo. Se anunció que el Padre vendría
a la Región. Festejos por todos lados.
Por el trabajo que tenía, yo podía tener acceso
a la parte interna de los aeropuertos. Se me ocurrió
ir a esperar al Padre a la salida de la manga del avión.
Allí partí con un supernumerario y con el Secretario
de la casa.
Llegó el avión en cuestión, estabamos
los tres muy entusiasmados. Vimos al Padre con Don Joaquín
y Don Gabriel salir de la puerta a la manga y en eso, apareció
el Consiliario, acompañado por dos o tres miembros
de la Comisión. Imagínense la cara del Consiliario
cuando nos vio delante de él. Ahí comenzó
el escándalo. El Consiliario comenzó a gritar
y a retarnos delante de toda la gente del aeropuerto. En mi
caso todavía era mas vergonzoso, ya que me estaba insultando
en frente a subordinados en el trabajo. Yo pense en ordenarle
a la policía que allí se encontraba que Detuviera
a ese loco cosa que hubieran hecho de pedirla, pero
pensé que eso complicaría aún mas las
cosas.
El Padre y sus custodes llegaron a la Región en medio
de ese lío. El Consiliario se interpuso entre nosotros
y el Padre. El Padre Don Javier ni siquiera saludó.
En fin, todo fue una gran decepción. Nos quedó
a los tres (Secretario, Supernumerario y a mi) que el Consiliario
era un mal educado y lo más grave, que el Padre no
era tan Padre. Nos dolió mucho. Recuerdo que el supernumerario
(con más de veinte años en la Obra) decía:
Si le cuento esto a mi mujer mañana nos hacemos musulmanes!!.
Yo esperé recibir algún tipo de disculpas, pero
fue completamente en vano. No sólo eso, sino que en
una tertulia a la noche, en el Centro de Estudios, intenté
hacerle una pregunta al Padre pero el Consiliario me lo impidió,
con un gesto y de mala manera. Ni que hablar de mi enojo al
salir de esa tertulia.
Se organizó una tertulia oficial para numerarios,
no ocurriéndosele a la Comisión un horario mejor
que las 11.00 de la mañana de un día laborable.
Claro, en la Comisión está lleno de burócratas
a los que les da lo mismo estar en su trabajo que en una tertulia
con el Padre. Se ve claramente que en forma alguna se privilegiaba
el trabajo profesional, y ni que hablar la santificación
del mismo. Mucho más grave me parecía esto cuando
era el mismo Padre quien avalaba todo esto. Llegué
a esa tertulia apenas comenzada y obviamente no había
lugar, por lo que estuve viendo todo a la distancia. Mi enojo
era visible.
Mucho mas fue mi enojo cuando me enteré disculpen
si he pecado de inocente que en dicha tertulia las preguntas
estaban preparadas. Es decir, los numerarios no
podían preguntar libremente, sino que había
sido la gente de la Comisión los que habían
elegido las preguntas. Es decir una fantochada.
Otra mentira más. Hacían creer que todo era
espontáneo pero no era así. ¿Para qué
el engaño?
Unos días después era la primera tertulia
general. Y en este caso lo mismo, preguntas y respuestas
preparadas, es decir una representación. Me pareció
vergonzoso todo el espectáculo y al Padre (a quien
hasta ese momento mantenía inmaculado) prestándose
a esa pantomima.
Decidí no ir más a las tertulias del Padre ya
que me parecían todas iguales, en las que nadie se
salía del libreto. Realmente la pasaba mucho mejor
cuidando el Centro, ya que cuando todos se iban a las tertulias
podía leer tranquilo, o escuchar música o simplemente
ver TV (cosa casi non sancta para la Opus).
Comenté esto al Director quien obviamente se preocupó
y no tuvo mejor idea que inventar que me habían invitado
especialmente a una tertulia para "exclusivos" con
el Padre. El director trabajaba en la Delegación por
lo que supuse que esto sería cierto. El asunto es que
era otra mentira que me generó un nuevo problema con...
si, con el Consiliario.
Todo esto me desgastó muy rápidamente. Ya no
sabía en quien creer. El Director me mentía,
retenía mis cartas al Padre, el Consiliario resultó
ser un tipo huraño, soberbio y maleducado y el Padre...
el Padre parecía un muñeco que se prestaba a
una farsa ridícula. Sumemos a esto el tema del trafico
de información personal, la lectura detallada
de las glosas (vademecum) de San Rafael de las cuales se evidenciaba
y enseñaba el manejo con los amigos y gente que frecuentaba
la casa, el hecho de no considerar el Centro como hogar y
los problemas de fraternidad en mi Centro.
Para peor tenía que seguir "dirigiendo almas"
y dar charlas, círculos y demás, diciendo y
aconsejando cosas en las que no creia. Tenía una doble
vida mental perfecta.
Todo ello me predispuso fuertemente a decir basta.
Ese primer basta no fue tan terminante. Mi idea era irme a
vivir solo, al menos por un tiempo. Alquilar un departamento
y ver que tal iban las cosas. Obviamente se me dijo que no,
que yo era necesario, que estaba cansado. Se me sugirió
pasar un tiempo descansando en un Centro del Interior, inclusive
llegaron a decirme que si quería volver a la región
en la que había hecho el post-grado o mudarme a otra
cualquiera, lo harían.
Yo no sabía qué hacer, sólo quería
algo de tiempo para pensar. Mientras, el bombardeo comenzó
nuevamente con temas de vocación, de que si me iba
de la barca estaría perdido, de que hay una sola vocación,
Cuadernos 7, Surco, Forja. Un buen cóctel.
Yo, siempre en mi buena fe, pregunté si podía
hablar de este tema con alguien ajeno a la Opus. Ya fuera
un sacerdote o alguien mayor, con más experiencia de
vida. Ya sabemos que la respuesta fue un NO rotundo. Me ofrecieron
hablar con otros sacerdotes de la Opus, pero no quise, consideré
eso más de lo mismo.
Se iba acercando el curso anual. Me habían informado
que luego de allí me iría a vivir a un centro
de mayores, para estar más tranquilo. Yo
no tenía muchas ganas de ir a ningún lado después
del Curso Anual. Es más, le daba al Curso Anual una
última oportunidad.
No sabiendo si después del Curso Anual aceptaría
seguir viviendo en un centro, pero con conocimiento que de
hacerlo no lo haría más en el que estaba, adelanté
la mudanza de cosas, pero no al nuevo centro sino a la casa
de un amigo. Así, si después del Curso Anual
decidía no volver, sólo tendría que cargar
unas pocas cosas más. No sabía aún lo
que me esperaba en esos últimos tres meses....
Final (¿o principio?)
Con todas mis dudas y preocupaciones partí al último
Curso Anual, sin saber si volvería o no a un Centro
de la Obra.
Lo primero que noté al llegar al Curso Anual era que
casi no conocía a ninguno de los asistentes. Algunos
eran de otras regiones, otros mayores, pero todos, todos raros.
¿Qué quiero decir con raros? Gente cansada,
apagada, quizás enfermos, -apostaría que muchos
con problemas de vocación-, más interesada en
no hacer nada, que en estudiar.
A su vez el Consejo local era heavy. No recuerdo
quién era el Director, pero el Subdirector era el Vocal
de San Miguel de la Delegación en que yo vivía
y el Secretario el Vocal de San Rafael de la Comisión.
Se veía que la cosa no estaba para bromas.
Menos gracia me causó comprobar que debería
compartir el dormitorio que me asignaron con un desconocido
y con el vocal de San Miguel de mi Región. No entendí
mucho esto, pero luego supe que él estaba allí
para observarme in situ. Por lo visto quería
ver directamente cómo funcionaba. Además,
la charla fraterna la debería hacer con él.
El mes se pasó lentamente. El lugar era bastante agradable
pero hacía una temperatura muy alta y mucha humedad.
Sumado a ello los que me rodeaban y mi situación personal,
transformaron toda esa experiencia en algo medio sórdido.
Mis charlas fraternas eran largas, siempre abordando el tema
vocación. Yo sabía que no quería volver
a un Centro de la Obra, pero el vocal de San Miguel insistía
en que ir a un Centro de Mayores me iba a tranquilizar,
que estaba confundido que mis hermanos darían
un brazo por mi de pedírselo, que todos me querían
mucho, que haría traición a Dios, al Padre a
mis hermanos y vaya a saber a quien más si me iba,
que nunca mas sería feliz, y que toda mi confusión
era un mal pasajero. Es más, luego de estar conviviendo
allí se convenció que esto sería así,
ya que yo funcionaba muy bien, no tenía problemas
de normas, ni de pureza, hacía apostolado. Es
decir para él todo estaba OK.
Yo no podía entender semejante diálogo entre
sordos. Igual acepté ir a probar a un centro
de mayores. No recuerdo una peor experiencia en mi vida. Si
algo faltaba para convencerme que debía irme fue eso.
Debo reconocer que el tema me tenía muy preocupado
y era lo único que llevaba a la oración. Es
más, aproveché mucho tiempo extra para ir al
oratorio a hablar con Dios al respecto. Esto me dio gran tranquilidad,
pero fundamentalmente fue lo que me ayudo a decir BASTA!.
Fue en el mismo oratorio donde como diría el
místico Don Chema vi que esto no iba más.
Sin embargo decidí hacer la prueba.
El Centro de Mayores era de lo peor. No por las instalaciones
(que eran más que cómodas, baño individual,
camas grandes y espaciosas, todos dormitorios individuales,
un buen escritorio, etc., etc.) sino por la gente que allí
habitaba. Era un grupo de viejos, sobre todo de
espíritu (yo era el menor, los demás estaban
dentro del rango 40-70 años). Cada uno de ellos, llegaba
al Centro y se encerraban en sus habitaciones, con sus ordenadores,
teléfonos y libros. Parecía que uno vivía
solo cosa que no era tan mala, después de todo-.
El problema es que había que compartir con esos señores
las comidas (siempre con regímenes diferentes, uno
con sal, otro sin sal, otro con gluten, el otro comía
sólo verduras, todos señoritos), escuchar sus
diálogos sin sentido, ver su egoísmo y sobre
todo lo vacío que era la vida de cada uno. Salvo alguna
que otra excepción parecía que estaban allí
por que no les quedaba más remedio. Era algo patético
muy parecido a la descripción que da Satur en el
capítulo
2 de ¿Alguien
sabe que es el Opus Dei?". Todos con Doctorados
en Normas y Criterios, pero todos con conocimiento de que
algo no funciona. Cada uno a sus problemas, pero lo fundamental
es que todo parezca estar bien.
Las cosas son muy difíciles de simular: sacerdotes
mayores con serias dudas sobre los modos de dirección
espiritual que llevan los laicos, depresivos que hacen de
su capa un sayo, bajo excusas de enfermedad, numerarios a
su bola y que cuando están en el vagón hacen
como que traquetea el tren (sabiendo que no se mueve...) demasiadas
mentiras, y demasiadas maneras diferentes de solucionar problemas
lejos de las personas. El problema es el opus dei, no las
personas. Al decir de Satur, que comparto plenamente.
Por ejemplo, entre estos estaba el ex Director del Centro
de Estudios (ver el capitulo correspondiente). Fue
gracioso, ya que este pobre hombre dormía en la habitación
contigua a la que yo ocupaba, por lo que, después de
tantos años, seguía despertándolo todas
las mañanas con mis tempranos ruidos. Y él seguía
quejándose. Lo único, ya no era director y no
podía abusar de su autoridad.
Fue muy triste ver en lo que se convertían la mayoría
de los numerarios del Opus Dei. Decidí tal como
lo había visto en la oración-, irme.
Sabiendo esto, primero me dirigí a la Delegación
y pedí que me relevaran de mis encargos.
Era Subdirector de un Centro de San Gabriel y no podía
seguir llevando charlas fraternas. Todos hacían oídos
sordos, nadie parecía escucharme.
Fue así que un día, al mes de estar allí,
le comenté al Director, en la charla fraterna, que
el viernes me iba de allí, que ya no aguantaba más
y que quería algo de aire. No me pregunten por qué
un viernes, qué se yo, me pareció más
prolijo.
El Director se mostró sorprendido (¿es que estos
hombres no entienden nada?). Me dijo que pensaba que
todo estaba mejor. Me pidió que siguiera concurriendo
a los círculos, a la confesión semanal y a la
Dirección espiritual en el Centro. Le dije que ningún
problema, que sólo quería irme de allí.
También me pidió que ingresara mi salario y
que hiciera caja, cosa a la que me negué rotundamente.
Era claro que me querían tener agarrado de todos lados.
Llegó el viernes, armé una valija (sí,
sólo una) en la que entraban todas mis cosas y me fui.
En el Centro no había nadie para despedirme. Sólo
estaba el encargado de atender teléfonos (un chaval
de 18 años, que no entendía qué era lo
que yo estaba haciendo). Todo esto me dolió mucho.
Esperaba al menos que alguien me diera la mano y me dijera
algo como Oye hombre, es una lástima que te vayas,
pero si es lo que quieres hazlo. Gracias por todo. Pero
no, nada.
Apenas traspasar la puerta sentí que me sacaba de encima
un peso enorme y supe que no volvería a dicho lugar.
Gracias a Dios!!
Me fui a casa de un amigo y allí me quedé. Si
bien en el Centro sabían mi dirección y teléfono,
nadie llamó. Parecía como que era algo normal.
Llegó el domingo y debía ir al Círculo,
pero no me sentía con ánimos. No fui, y nadie
llamó. Me causo rareza, ya que esperaba y me
preocupaba- que alguien llamara para ponerme en falta.
Durante esa semana, para mi sorpresa, nadie apareció,
ni llamó, ni nada. Sí a la semana siguiente,
el Vocal de San Miguel quiso venir a verme al enterarse que
estaba enfermo. Le dije a mi amigo que no dejara venir a nadie
a esta nueva casa. No quería que invadiera el Opus
ese espacio de privacidad que ahora tenía.
Pasó otra semana y el Vocal de San Miguel me llamó
a la oficina, lugar donde lo atendí. Arreglamos para
juntarnos a almorzar. Fuimos a un pub irlandés. La
conversación fue bastante áspera. El me insistía
en que fuera a los medios de formación y yo le decía
que por ahora no, que prefería tomarme un tiempo para
clarificar mis ideas. El Vocal de SM me decía que me
extrañaban, que me querían y permanentemente,
como si fuera una muletilla agregaba que tus hermanos
en la obra darían un brazo por ti, de cómo te
quieren, que si me iba de la obra no sería feliz,
que me agarraría cáncer, etc., etc. Yo mientras
seguía haciendo todas las normas, a excepción
de la asistencia al Círculo y la charla semanal, ya
que me confesaba semanalmente pero con sacerdotes externos.
Arreglamos en volver a vernos en quince días. Quedé
bastante amargado después de esa comida.
Quince días después me llamó y volvimos
a almorzar. Esta vez ya había decidido no sólo
que no volvería más a un centro sino que no
quería seguir siendo más de la opus. Fue así
que redacté una carta al Obispo Javier Echeverría
(no me pareció prudente ponerle Padre, ya que no lo
sentía de esa manera) en la que explicaba que no deseaba
pertenecer a la opus ni como miembro numerario, agregado,
supernumerario, numeraria auxiliar o lo que sea (por las dudas).
Sólo tres renglones, nada más. Parecía
un telegrama de renuncia. Recuerdo ese día especialmente
ya que el restaurante estaba vacío y todos los empleados
del local escuchaban nuestra conversación atentamente.
Yo estaba de muy mal humor toda la situación
me había puesto muy nervioso- y hablaba en tono fuerte.
El Vocal de SM se encontraba sorprendido, no se esperaba esto,
de hecho así me lo manifestó (hombre, que estos
tíos no entienden nada!!). Se quedó sin mucha
réplica a todos mis peros. El Vocal de SM seguía
diciendo que mis hermanos me querían y que estaban
dispuestos a dar un brazo por mi, a lo que repliqué:
OK, que alguno se corte un brazo y vuelvo. Todavía
estoy esperando la noticia. Aquí sí que terminamos
mal.
El Vocal de SM intentó, unos días después
contactarse conmigo para almorzar nuevamente y hablar sobre
la carta que le dejé. Le dije que no, que no había
nada que conversar, que me avisara cuando la dispensa me fuera
otorgada.
Pasaron aproximadamente dos meses sin tener novedades. Así
fue entonces que llamé a la Delegación y pedí
hablar con el Vocal de SM para que me explicara en qué
andaba lo mío (Óyeme, que se me acaba la paciencia!!).
Me pidió algo más de tiempo.
Quince días después se comunicó y dijo
que ya estaba la dispensa, pero que él quería
hablar conmigo antes. Le contesté que no sabía
para qué, que si ya estaba la dispensa hasta
luego. Él insistió, a lo que finalmente
accedí.
Pasé por la Delegación a la tarde más
o menos a la misma hora que años antes había
ido por primera vez a un centro del opus-. Esperé al
Vocal de San Miguel en la entrada del edificio. Él
bajó y fuimos a un bar a pocos metros del lugar. Pedimos
dos cafés. El VSM comenzó su corto discurso:
- Gustavo, el Padre te ha dado la dispensa condicional -dijo.
- ¿Cómo condicional?, contesté
- Si, condicional a que tu la aceptes concluyó
- ¿Me estáis tomando el pelo? pregunté.
-Hombre, pero si fui yo quien la pidió. Obvio que la
acepto. dije en forma terminante.
Ahí terminó el café. Pagó él
debe ser el único dinero que le cobré
al opus-. Ese fue mi último contacto. No me volvieron
a llamar ni a insistir. Nadie, ninguno de mis hermanos
numerarios apareció, lo que en parte me causó
un gran dolor en los primeros tiempos. Parecía que
a nadie le importaba que uno hubiera gastado tantos años
y compartido tantos esfuerzos en una causa común, que
ahora no lo era.
Mi dolor duró poco y mi vuelta a la vida normal
tuvo cosas divertidas. En primer lugar no sabía que
hacer con el dinero que ganaba, me parecía mucho y
estaba desacostumbrado a manejar tales cifras. Pronto aprendí
y le encontré el gusto a la buena vida.
Además, al poco tiempo comencé a noviar
con una mujer no católica que no tenía idea
que era el Opus Dei. Es más, para ella era algo parecido
a la KGB otra que el Código Da Vinci!!- Eso me
sumó muchos puntos en la relación que fue corta
pero muy, muy fructífera (para mi las mujeres eran
algo de lo que debía huir ¡¡Huyan,
ahí viene la Administración!!!). Ella
me hizo olvidar rápidamente mi pasado Numerario y me
sacó todos los prejuicios que tenía. Mucho mejor
que el psicólogo, no?
La vida siguió siempre para mejor. No puedo quejarme.
Mis amigos los de siempre, no los hermanos del
opus- se acercaron inmediatamente, conocí al
amor de mi vida y me da miedo decirlo- soy FELIZ. No
extraño al Opus, aunque muchas noches sueño
que sigo allí y me pregunto ¿No me había
ido de acá?. Si. Gracias a Dios me fui.
Muchos Numerarios con problemas de vocación se acercaron
para que les brindara consejo. Algunos siguieron y otros no,
eso es una decisión muy personal. Lo único que
les digo es que no dejen sólo asesorarse por gente
del Opus. Que pidan consejo también afuera. Además
les ofrezco mi ayuda si la llegan a necesitar, tanto de amistad
como económica.
¿Qué se llevó el Opus?. En gran parte
mi inocencia. Tengo que reconocer que, luego de sentirme estafado,
me es difícil volver a creer en alguna institución
benéfica. Más grave es si esta estafa
proviene del seno de la Iglesia misma (el Opus es un instrumento
de salvación, como una vez me hizo notar un sacerdote
ajeno a la Obra). Obviamente el corte hay que hacerlo en algún
lado, si no, ni el Papa se salva y no es esa mi idea.
También afectó mi fe. ¡Que complicado
es volver a tener fe cuando uno estuvo tan cerca de Dios y
de golpe, tan lejos!. Sin embargo aprendí que lo importante
es no traicionarse a uno mismo y está clarísimo
que Dios nos quiere felices. Por eso a mi entender
un síntoma de no estar haciendo lo correcto es no sentirse
feliz. Si uno no se siente feliz en el Opus, creo que debe
por lo menos plantearse el tema de su vocación. Eso
no quiere decir que deba irse, quizás es algo pasajero,
pero quizás no y vale la pena que la persona que lo
sufre ahonde en el tema.
Estoy muy contento fuera del Opus. Tomé la decisión
madura de no ser más un santo o una imitación
de Don Josemaría. Ahora soy Tarzán, al menos
eso creo. Encontré a mi Jane la mujer perfecta
cerca de mi nuevo mundo. Ella es lo que siempre soñé.
Es quien me completa, es la estrella que me guía, mi
mapa del tesoro. Con ella hasta juego al escondite inglés.
¿Qué más puedo pedir?
Llueve y ya es de noche. Ya me cuesta escribir. Jane ya cocinó
y puso la mesa. Tengo que dejarlos. Por favor, quedemos en
contacto.
Gustavo
FIN
Arriba
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