PERFILES SECTARIOS DEL
OPUS DEI
(PONENCIA PRESENTADA AL CONGRESO DE LA
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL PARA EL ESTUDIO DE LAS SECTAS CELEBRADO EN LA
UNIVERSIDAD AUTONOMA DE MADRID, 14 AL 16
DE JULIO, 2005)
ALBERTO MONCADA
El carácter sectario del Opus
Dei está
germinalmente en su origen pero se acentúa en la última de las tres
etapas de su historia. La evolución del grupo ha sido bastante rápida y, en
ocasiones, contradictoria. Porque el Opus, con independencia de lo que se afirme sobre su
naturaleza y fines es, sociológicamente, una organización y todas las
organizaciones tienen un fin básico, sobrevivir. Y para sobrevivir, con
frecuencia tienen que cambiar.
En su primera etapa, desde la fundación hasta
mediados de los años cincuenta, Escrivá insistía en que sus seguidores varones
debían ser unos intelectuales célibes dedicados
a la cristianización de la ciencia y la política. Las mujeres del Opus
estaban más bien destinadas a la intendencia.
Para configurar su fundación, Escrivá copió
a tres instituciones, una de ellas sin ni siquiera saberlo. La más patente
era la Compañía de Jesús, cuya organización le sirvió de modelo para organizar
la vida de sus numerarios aunque en seguida se comprobaron las dificultades
del intento.(Véase mi “La Evolución
histórica del Opus Dei”, ponencia al VI Congreso de Sociología española,
A Coruña, Agosto,1999). La segunda era la Institución Libre de Enseñanza,
a la que el franquismo atribuía todos los males de la España anterior y de
la que Escrivá quería hacer una copia confesional de signo contrario y, finalmente
otra, que él no conocía, “Action Francaise”, el movimiento
integrista monárquico francés, que
organizó Charles Maurras a principios del siglo
XX y que influyó en los primeros opusdeistas activistas
de la postguerra. Porque el Opus nace en el bando vencedor de la guerra civil española,
se nutre de su ideología y en especial del nacionalcatolicismo,
uno de cuyos atributos es el integrismo religioso, como puso de relieve en
su día Urs
Von Baltasar,
en su conocido análisis del Opus.
(Véase “Contexto
de una beatificación”. Olegario González de Cardenal, Diario 16, 17 de mayo 92).
Este integrismo a la
“Action Francaise”,
consustancial con la manera de pensar de los opusdeistas,
hace imposible la verdadera tarea intelectual y
margina a los pensadores. El
integrismo militante de Escrivá le lleva a mostrar internamente, con su típico
carácter colérico, su violenta oposición
al Concilio Vaticano II. Entonces se produce la primera desbandada de
intelectuales, simbolizada por la marcha de Raimundo Pánikker,
el unico teólogo digno de tal nombre que ha tenido el
Opus. Paralelamente los trabajos internos y las
reglas vocacionales impiden a la mayoría de los socios una verdadera dedicación
profesional.
La segunda etapa,
que empieza a mediados de los años 50, nace de un triple miedo. A que la Iglesia
no les vea con buenos ojos, a que otros grupos, jesuitas, falangistas, demócratas cristianos,
etc, les obstruyan y a
carecer de medios para subvenir a las ansias expansionistas de Escrivá que
estaba obsesionado por construir pronto la casa central de Roma. Empujados por el Fundador, algunos directivos,
Antonio Pérez, Alberto Ullastres Luis Valls Taberner organizan
una red de empresas, llamada Esfina, para realizar inversiones beneficiosas pero, pronto,
el gobierno franquista, recluta a Ullastres y otros
opusdeistas para pilotar la economía española en
su transición de la autarquía al liberalismo. Ello genera la creación de una
especie de mafia en la que muchos se acercan al Opus
por interés, se hacen negocios sucios y se
producen las primeras críticas, dentro y fuera de la Iglesia, a la inmoralidad
pública y a la connivencia del grupo con el franquismo. De ahí nace esa mala
fama que tiene el Opus en la opinión pública internacional
y que no pueden evitar las muchas personas, dinero y energía que la organización
invierte en contrarrestarla. Porque, paralelamente, se difunden al interior
de la organización dos principios axiológicos, claramente sectarios, “el fin
justifica los medios” y “lo importante son las intenciones”.
Tal planteamiento configurará el talante moral de los socios y, especialmente
de los directivos. Como ha puesto de relieve Dennis Dubro, un ex numerario norteamericano
con experiencia en la gestión económica practicada por el Opus, los directivos no se privan de hacer negocios claramente inmorales o ilegales o de manipular
la información al respecto (“Seventeen
years
in Opus Dei”. En español: "Diecisiete
años en el Opus Dei").
Tan grave fue la
crítica que Escrivá se vio obligado a decretar, a mediados de los años 60, la supresión
de las empresas dependientes de la organización. A partir de entonces el Opus funciona a través de fundaciones de variada
naturaleza, con las que encubre y encauza sus actividades civiles y mercantiles.
La tercera etapa,
la actual, contradice la doctrina tradicional de Escrivá que insistió mucho,
como recuerdan sus primeros seguidores, en que el Opus
nunca tendría colegios, para convertirse, siempre por motivos de supervivencia,
en la principal dedicación de la organización. El Opus
tiene la red más amplia de colegios católicos en los países de habla española
y otra red de Escuelas para empresarios, al más puro estilo neoliberal. Tener
a los niños desde pequeños en sus colegios ha favorecido su peor perfil actual,
el proselitismo sectario de menores, que es, muchas veces, una conspiración
entre profesores, confesores y padres de alumnos. (Véase, mi “Niños
en el Opus Dei”, revista El Siglo,
nº 608, mayo 2004).
Pero la tercera
etapa es también la de su triunfo eclesiástico porque Juan Pablo II, a
diferencia de los papas anteriores, conectó perfectamente con la ideología del Opus y grupos parecidos y, sin hacer caso a sus críticos,
les concedió el status de Prelatura personal, ansiado por Escrivá para que los
obispos ordinarios no pudieran controlarles y canonizó a Escrivá en un
criticado y expeditivo proceso.
La hipótesis de que
el Opus es un grupo sectario comienza a difundirse
con motivo del informe sobre sectas que el Parlamento belga solicitó en 1997
y donde es incluido. Antes se había producido una discusión en el Parlamento
italiano sobre la opacidad y el secretismo de la organización y, pronto, la
literatura sociológica empezó a tratar el tema. Mi
“Sectas
católicas: El Opus Dei”,
publicado en la Revista Internacional de Sociología en octubre de 1992 fue
el primero, aunque pronto se le unieron otros y, muy especialmente, el realizado
por Sharon Classen, quien
pasa revista, en columnas paralelas, a las características internas
del grupo comparadas con el conocido prontuario
de sectas realizado por Steve Hassan: grupos cerrados, muy disciplinados, con una
lealtad total al líder, de ideología rígida, sin prejuicios morales y que
ejercen un proselitismo sin escrúpulos, etc
(“How
Opus Dei is
cult-like”).
Muchos análisis periodísticos y bastantes libros concurren en esa calificación
del fenómeno.
Tambien la literatura de ficción comienza a ocuparse
del Opus y destaca el famoso “El Código Da Vinci”, cuyo autor incorpora un peculiar miembro del Opus
a su conocida trama. Y así otras novelas
sobre temas eclesiásticos donde suele haber una ración de Opus
Dei, siempre con las mismas connotaciones de
misterio, opacidad y manipulación sectaria.
Pero el carácter
sectario del Opus comienza a conocerse en detalle
cuando se produce, a partir de finales de los años 90, la segunda desbandada
de numerarios, muchos de los cuales cuentan sus experiencias, sobre todo en
la página web: www.opuslibros.org.
Diseñada esta página a finales de 2002 para que se puedan leer “online” los
libros críticos sobre el Opus
Dei que sus directivos, más o menos discretamente,
han hecho desaparecer del mercado, pronto incorpora una sección de testimonios
en el que se vuelcan las experiencias de los ex numerarios y numerarias. El
Opus ha intentado bloquear esa página, obligandola
a cambiar su nombre anterior de opusdeilibros, siguiendo su conocida táctica de impedir la
discusión y el diálogo después de cosechar resultados adversos en los debates
televisivos y otros foros. De esta manera, el Opus
se ha incorporado al grupo de entidades políticas, mercantiles, etc,
que tratan de impedir, a veces con métodos muy cuestionables, el que sus actividades
sean conocidas por la opinión pública.
El sectarismo del Opus se aprecia hoy, en toda su crudeza, a partir de los
testimonios de tantos ex miembros que relatan verdaderas violaciones de sus
derechos humanos. Por cierto, uno de los personajes más pintorescos de la organización,
el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, colaborador
del dictador Fujimori, dijo no hace mucho tiempo ante
un público de militares, que los derechos humanos son “una cojudez”,
versión castiza peruana de “gilipollez”. La cercanía opusdeista a los militares, que llevó a Escrivá a declarar que ellos, por el mero
hecho de serlo, tienen ya la mitad de la vocación al Opus
Dei, es un recuerdo de su implicación fervorosa en la
guerra civil española que, para los obispos españoles, fue una cruzada religiosa.
Otro cura numerario del Opus, monseñor Saenz Lacalle, sucesor del asesinado monseñor Romero como
Arzobispo de San Salvador, empezó siendo Obispo capellán castrense.
Ser numerario o numeraria se está convirtiendo
en un tormento, precisamente para la gente más inteligente, con más conciencia.
Tanto que los que se dan cuenta y pueden se marchan. No todos pueden porque el régimen de pobreza en que
viven les impide ahorrar personalmente. Encontrarte en la calle con cuarenta,
cincuenta años, es complicado, tal y como está el mercado de trabajo. Ello
fomenta una perseverancia por impotencia
o por cinismo, pero el Opus prefiere
retenerlos a darles facilidades para marcharse. Otras organizaciones no actúan
así. Por ejemplo, los jesuitas americanos que dejan la Orden disfrutan de una
tarjeta Visa a cargo de la Compañía durante los dos años posteriores a su
salida.
Además de la desbandada
actual, que se nota en la disminución de casas y centros en todo el mundo,
aumentan también los casos de enfermedades mentales. Como he explicado en
“Suicidios en el Opus
Dei”(revista El Siglo, nº 654, junio 2005),
las casas de numerarios están llenas de gentes con problemas mentales, algunos
de los cuales no pueden aguantar más y se quitan la vida. A ello contribuye
la obligación de consultar solo a psiquiatras del Opus,
algunos de los cuales, como explica Carmen Charo, ex numeraria, están más interesados en garantizar la
perseverancia de sus pacientes forzosos
que en su curación. (Véase “La
cuarta planta”, revista El Siglo, nº 605, mayo,2004) . Recuerda otra ex numeraria que cuando le comentó a
un sacerdote que se estaba volviendo loca, le respondió: “Loca, pero en Casa”.
Tamaña aberración
profesional es paralela a los modos de gobierno. Los directivos actuales,
seleccionados básicamente por lealtad a la organización, como las demás sectas,
carecen de preparación psicológica y, aún menos, de capacidad para entender los
derechos humanos. La mayoría no han trabajado nunca civilmente, apenas conocen
el mundo real y su principal obsesión es que el número de socios no disminuya.
La esquizofrenia que
produce la pertenencia al Opus tiene tres componentes. Por una parte, la
contradicción entre lo que les prometieron sería su vocación, trabajar en medio
del mundo en una profesión civil y lo que la mayoría hace, ocuparse de los
asuntos del Opus como sacerdotes o funcionarios de la
organización. Por otra parte, la presunta libertad para dedicarse a un trabajo
civil está condicionada por las observancias de la vida del numerario o numeraria
que van desde la multitud de obligaciones internas a
las reglas sobre la vivienda, el trato con otras personas, el modo de usar el
tiempo y el dinero, en un reglamentismo que excede
con mucho al de las más observantes
ordenes religiosas. Sin embargo, el principal factor de la esquizofrenia es el que
tengan que fingir sobre todo ello y asegurar en público que ellos son
cristianos corrientes y ejercen todas las libertades que disfrutan los demás.
Ello les hace vivir en una mentira constante que termina minando su salud mental
y que a veces desemboca en autodesprecio, en una obsesión por la mortificación, por la
autoinmolación,
muy alentada por los directores. El resultado es ese desquiciamiento de
la personalidad que se paga tan caro.
El peculiar sectarismo
del Opus afecta también a los modos de practicar
la religión. Por ejemplo, a fin de conseguir el control de los directivos
sobre las conciencias de sus súbditos, los sacerdotes del Opus
no dan la absolución en la confesión sacramental a los numerarios que no se
comprometen a contar las mismas cosas a los directores laicos, en una crasa
violación del secreto de confesión que, como tantas cosas, también debe estar
al servicio de la organización. Antonio Esquivias,
en su día sacerdote del Opus, relata sus discusiones
con los jefes, incluso con el actual presidente y su impotencia para hacerles
cambiar esta práctica. (“Dirección
espiritual").
Para mayor confusión,
los directivos se han visto obligados a aumentar el número de los sacerdotes de
la organización porque el modelo de Prelatura personal aprobado por la Iglesia
determina que solo los sacerdotes son miembros de pleno derecho, los demás son
simples cooperadores. Por ello, todos los cargos internos deben ser
desempeñados por sacerdotes y la proporción de éstos que anteriormente no pasaba del 5% ahora
llega hasta un 20%, desnaturalizando el pretendido carácter laico de la
fundación de Escrivá.
Sacerdotes y fieles
de la Iglesia, algunos obispos se preguntan cómo una organización con estos
perfiles goza de la confianza del Vaticano sin que éste no tome medidas para
disciplinarla. La explicación es muy sencilla. El Pontificado de Juan Pablo II
se caracterizó por dos circunstancias muy notorias. En su afán por regresar a
la estructura e ideología anteriores al Concilio Vaticano II, desechó la
colaboración de las organizaciones más prestigiosas y dispuestas al cambio, los
jesuitas, los dominicos, los franciscanos y se puso en manos de los nuevos
movimientos populistas, el Opus Dei,
los Legionarios de Cristo, los Neocatecúmenos,
Comunión y Liberación, etc
más elementales, más fundamentalistas,
más obedientes y que, además reclutan a más gente, tienen más sacerdotes, por
dirigirse a clientelas tan elementales como ellos.
En segundo lugar, este
Papa ha estado obsesionado, primero por la erradicación del comunismo y,
después, por la recuperación de la confesionalidad del Estado, eligiendo los
temas de moralidad sexual y familiar para echar un pulso a los gobiernos y las
organizaciones civiles más progresistas. No lo ha conseguido pero en sus
campañas ha estado secundado por el Opus Dei y organizaciones parecidas por lo que fue muy difícil
conseguir que diera oídos a las críticas que llegaban al Vaticano. Así ha
ocurrido con las denuncias de los ex Legionarios de Cristo respecto a los
abusos sexuales del padre Mercier, su Fundador. Por
ello, la mayoría de los expertos coinciden en que las actuaciones para
responsabilizar de la violación de los
derechos humanos a estas organizaciones sectarias pertenecientes a la Iglesia
católica, deben ejercerse en instancias civiles, policíacas o jurisdiccionales,
como ya ha ocurrido con las demandas aceptadas en
Estados Unidos contra los sacerdotes pederastas.
Quizás la razón
principal del carácter sectario de organizaciones eclesiásticas como el Opus Dei sea la inexistencia de
un marco de derechos de sus miembros y su correlativa indefensión. La vigencia
del voto de obediencia como regulador de las relaciones entre directivos y
asociados convierte a éstos en súbditos inermes. El voto de obediencia como
parte de la vida de renuncia al mundo, en la tradición monástica, es
incongruente en organizaciones cuyos miembros se supone son personas
corrientes, ciudadanos civiles. Pero Escrivá, con la contundencia que le caracterizaba,
insistía en que en el Opus no hay derechos sino
obligaciones. Su libro de cabecera, Camino, subraya que la alternativa es
obedecer o marcharse. Ello da pié a que los superiores ejerzan un dominio
omnímodo sobre las conciencias de los asociados hasta convertir a la
organización en una verdadera secta
donde se produce una rendición incondicional de la persona al grupo. “Nuestra entrega debe ser absoluta” es el principio con el que se
explica la vida de los numerarios y numerarias del Opus
Dei. Pero la doctrina de los derechos humanos, que
está entrando, si bien lentamente, en la disciplina de las organizaciones
eclesiásticas, en la actividad interna de la Iglesia católica, es incompatible
con esa rendición incondicional, con esa actitud de sumisión personal a los
superiores que caracteriza al numerario del Opus.
Mientras ellos aceptan tal situación, en el ejercicio de lo que Escrivá
exaltaba como una recomendable “infancia espiritual”, no se producen problemas
justamente al precio de esa infantilización del comportamiento pero la crisis
surge cuando las personas descubren la contradicción entre su condición civil,
su conciencia moral y sus relaciones con el grupo sectario.
(En las páginas web: www.opuslibros.org,
en español y www.odan.org
en inglés, puede encontrase bibliografía e información abundante sobre la
materia, que puede complementarse con una búsqueda en cualquiera de los buscadores
de Internet).
Alberto Moncada
15 de julio de 2005